8 Meses

67 1 0
                                    

Cada día que vivo me doy cuenta de mis propios demonios, creo que jamás volveré a sonreír y eso me hace sonreír pero no es una sonrisa de verdad.
Fueron ocho meses de emociones, primero fue el miedo porque eramos muy jóvenes y lo seguimos siendo. Sus padres y mis padres tuvieron que aceptarlo, aún así, intentaron convencerme hablándome de que no dolería y que volvería a ser feliz. Mis dudas hicieron que lo pensase pero no pude tomar esa decisión y finalmente el se fue por el miedo.
Estaba sola, triste y asustada, mis padres solamente me dieron una maleta medio vacía.
Acariciaba mi vientre un poco hinchado mientras servía unas mesas, no era mi plan perfecto pero por primera vez en mucho tiempo era feliz y conseguía un poco de dinero.
Cuando cumplía ocho meses me llevé un sorpresa, mi despido. Esa noche lloré, me sentía horriblemente mal no podía moverme y la sangre manchó mis muslos.
Grité, estaba asustada, grite, tenia miedo, grité, estaba sola, grité no podía dejar de llorar.
Horas agónicas, horas de soledad y como única compañía para mis gritos eran los ladridos de los perros que tenían los vecinos.
Finalmente el salió, completamente morado y no gritaba. Grité y lloré.
Mientras dejaba su cuerpo a mi lado las lágrimas que salían no eran nada para mí, fuera llovía y hacía frío. Creo que en las ventanas vi aquello que queria ver, a mi hijo corriendo al lado de su padre y yo sonriendo. Quería dejar de verlo y cuando me di cuenta mi mano ya había roto el cristal. Ví la sangre pero no sentí nada, el dolor me había abandonado como el hombre que me prometió su amor y el bebé que me había acompañado.
Cogí uno de los cristales que habían caído al suelo y me lo acerqué a mi brazo, se que estaba llorando porque notaba el sabor en mi boca, apreté el cristal porque yo ahora estaba rota como la ventana, pero era demasiado cobarde como para acabar con mi vida.
Entre las nubes se asomaron varios rayos de luna que fueron directos al cuerpo de mi hijo y ví como mi propio reflejo de luz de luna acunaba su cuerpo. Aquella visión duró un breve instante, esta vez grite aun más fuerte y algo dentro de mi noté como se rompía, en mi mente comencé a ver sombras que se acercaban a mi.
No era lo suficientemente valiente como para clavar con fuerza ese cristal, pero aprenderé a vivir con mis demonios, hasta que ellos me den el valor que me falta.

Relatos CortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora