Siempre que tenía miedo y lloraba ella acudía a mi habitación, siempre veía círculos oscuros bajo sus ojos, por mi culpa dormía poco.
Su pelo era como nieve, solo que parecía que le había caído un poco de hollín.
-¿Por qué tu pelo es de ese color? -le pregunté una vez.
-¿Por qué crees que es así? -No me respondió pero su sonrisa me hizo sonreír.
Me quedé pensando un ratito mientras veía su pelo amarrado en lo alto de su cabeza. No sabia que contestar así que seguí pintando mi dibujo.
Su rostro tenia arrugas y pequitas, ella me contaba que cuando era más pequeño solía tirarle de la piel para jugar, aunque yo no lo recuerdo.
Cada vez que mis padres se iban ella me abrazaba muy fuerte, muy fuerte para dejar de llorar, con el tiempo dejé de llorar cada vez que se iban.
El día que ella faltó yo ya tenia catorce años y lloré solo, mis padres estaban fuera.
El día que ella fue ingresada en el hospital algo dentro de mi se rompió, fui el único que fue a verla.
El día que ella salió en silla de ruedas del hospital yo la llevé a casa y pasamos el día juntos.
-Unos amigos me dijeron para ir con ellos a la playa tres días -le dije mientras le servía un vaso de agua.
-Estarás deseando ir -me dijo con una sonrisa.
El color de su pelo se habia desgastado, en su pequeña nariz había unos tubos conectados a unas bombonas que yo le ayudaba a cambiar, pero a pesar de eso su sonrisa me reconfortaba tanto.
-Pero estarás sola -Recuerdo decirle muy serio.
-No puedes estar siempre cuidando de tu vieja niñera, diviertete serán sólo tres días. Estaré esperandote.
Y fueron solamente tres días, tres días en los que me arrepentí de haber ido, porque cuando volví una ambulancia se llevaba tu cuerpo, porque cuando volví no estabas esperándome.
Ahora cuando llego a casa nadie viene a abrazarme, ni me prepara mi comida favorita.
Te echo de menos.
