Capítulo 2.- [Parte I]
8 años despues...
Me desperté con la familiar sensación de ser aplastada; me retorcí, empujando mi hombro hacia atrás. Justin movió su peso ligeramente. Estaba abrazándome en cucharita por detrás, respirando profundamente en la parte trasera de mi cabello. Su pesado brazo cubriéndome, sujetando mis brazos en mi pecho, sostenía mi mano apretadamente, nuestros dedos entrelazados, su pierna tirada casualmente sobre mí. Podía sentir la usual "gloria matutina" empujando contra la parte más estrecha de mi espalda. Rápidamente silencié la alarma de mi teléfono y lo codeé en el estómago.
―Seis en punto ―murmuré somnolientamente, cerrando los ojos.
―Diez minutos más, Ángel. Todavía estoy cansado ―murmuró él, empujándome más fuerte contra su pecho.
―Nop, no diez minutos más. La última vez se convirtió en una hora y Matt casi te atrapa aquí ―murmuré, codeándolo en el estómago una vez más.
Movió su brazo e inmovilizó mis manos en la cama cerca de mi cabeza, en una posición de oración.
―Sólo diez minutos más, Ángel ―se quejó. Suspiré y cerré los ojos de nuevo. No había forma de discutir con él cuando estaba así, simplemente no tenía la energía a esta hora de la mañana para pelear con él. Ambos nos deslizamos de nuevo en el sueño, instantáneamente.
―¡______, será mejor que ya estés lista! ―gritó mi hermano, golpeando la puerta.
Me levanté de un salto y también Justin, era más de las siete.
―Eh... sí, estoy lista ya, Matt ―grité en respuesta, mirando a Justin que estaba frotándose la cara, luciendo un poco aturdido.
―Bien. Voy a desayunar. Apúrate. Justin conducirá hoy así que está lista para irnos en media hora ―llamó Matt a través de la puerta, antes de caminar a zancadas por el pasillo.
―Caray, Ángel, ¿por qué no me despertaste? ―acusó Justin, frunciendo el ceño.
Lo miré en advertencia, y le di mi mejor mirada de muerte.
―¡Lo hice, imbécil! ¡Dijiste "diez minutos más" y luego me inmovilizaste en la cama para evitar que te codeara! ―gruñí sarcásticamente, haciendo una mala imitación de su voz.
Él sonrió burlonamente y me empujó de vuelta a la cama, sujetando mis manos sobre mi cabeza y rodando sobre mí.
―¿Te inmovilicé en la cama? ¿Estabas soñando conmigo otra vez, Ángel? Podría hacerte ese sueño realidad ―se mofó, con su rostro a centímetros del mío.
―¡Ya quisieras! Ahora, apártate de mí, Justin, y ve a alistarte. Conduces hoy, aparentemente ―siseé, asintiendo hacia la ventana. Él suspiró y se levantó de mí, poniéndose sus jeans y camiseta. Trepó por la ventana, silenciosamente, cerrándola detrás de sí al irse. Caminé hacia ella y la aseguré antes de dirigirme a la ducha más rápida de todos los tiempos.
Exactamente veintiséis minutos después, caminé con dificultad hacia la cocina, con un ceño fruncido, Justin ya estaba allí, apoyándose casualmente contra la encimera, comiéndose mi cereal. ¡Maldita sea, todas las mañanas! Su cabello estaba despeinado en su usual apariencia de apenas salí de la cama, que para ser honesta sí lucía así cuando acababa de salir de la cama. Todo lo que hacía siempre era deslizar sus manos por todo su cabello unas cuantas veces y añadirle un poco de cera.
Se veía igual que todas las mañanas, como un maldito supermodelo. Usaba jeans desgastados de cintura baja que dejaban ver un poco sus calzoncillos, y siempre hacía que las chicas se derritieran. Hoy estaba usando una camiseta blanca que mostraba su cuerpo perfectamente esculpido y una camisa anaranjada y gris de manga corta sobre ella, que tenía completamente desabotonada. Sus ojos miel estaban brillantes con diversión mientras me miraba.
―¿Retardada esta mañana, Ángel? ―preguntó con una sonrisa de suficiencia.