Capítulo 3

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Estaba despertándome, lo sabía, pero seguía rígida, con los ojos cerrados. La droga no me dejaba salir del sopor, asique tuve que luchar con todas mis fuerzas para apartar las brumas que esta me causaba. Eran espesas y me envolvían con fuerza, pero yo era mucho más fuerte y muy cabezota, por lo que, cinco minutos después ya estaba abriendo los ojos para contemplar que estaba en una sala blanca, sobre un camastro duro como una piedra.

Notaba la boca pastosa y me fui incorporando poco a poco, la cabeza me daba vueltas y me pitaban los oídos. ¿Dónde estaba? No reconocía el lugar, intenté localizar ondas neuronales pero la droga seguía haciendo efecto y tenía mis sentidos atontados. Me puse en pie entre tambaleos y me acerqué a la puerta para golpearla y para increpar que me sacaran de allí, que no había hecho nada malo y que todo esto iba en contra de mis derechos constitucionales. Pero no recibí respuesta. Volví al lecho con los ojos llenos de lágrimas de impotencia y rabia. ¿Dónde estaban mis hermanos? ¿Dónde estaba Helen? ¿Por qué me habían drogado?

Me rodeé las piernas con los brazos y oculté la cara entre mis rodillas, angustiada, mareada y hecha un completo lío, e incapaz de usar mis poderes. Entonces me asaltó la necesidad de comprobar si seguía teniendo el pen en el sujetador, pero la incertidumbre de no saber si había cámaras vigilando mis movimientos me detuvo. Ojalá me sacaran pronto de aquí.

Volví a caer dormida un rato después, porque si habían querido matarme, ya lo habrían hecho, ¿no? Esa vez sí soñé, de nuevo me encontraba frente al lago de agua cristalina y la espada me miraba desde el fondo de este, ¿debía zambullirme e irla a buscar? ¿A quién pertenecería? Quizás las respuestas llegarían si la sacaba del lago... quizás si...

- ¡Ahriel! –la voz de Mark me sacó del sopor, aturdida giré la cabeza hacia el foco del sonido y abrí los ojos legañosos poco a poco. Seguía teniendo la boca pastosa, pero parecía que la droga seguía bloqueando mis sentidos.

Me restregué los ojos intentando despejar la cabeza que me dolía mucho y lo miré sin verlo en realidad.

-Te he traído algo de comer –musitó poniendo una bandeja a mis pies, los cubiertos eran de plástico. Como si temiera que me fuera a suicidar, no era tan cobarde, apreciaba la vida y pensaba salir de aquí, pero viva, no en una bolsa para cadáveres.

-Que generoso –mascullé con la voz ronca y girando la cara para mirar una pared, blanca e impoluta–, ¿dónde estoy? ¿Por qué me has drogado?

Mark paseó por la habitación con las manos agarradas tras la espalda, se detuvo en la puerta y durante un momento pensé que se iba a ir sin más. Pero se dio la vuelta y me repasó con los ojos, que se habían vuelto fríos de repente. Los ojos que tanto adoraba me miraban serios, sin expresión alguna y eso me producía más miedo que ninguna otra cosa en el mundo.

-Lo hicimos por tu bien, Ahriel, para protegerte –abrió las palmas de las manos como si quisiera englobar algo–, siento ser yo el que te diga esto, pero Miranda te ha estado mintiendo todos estos años. A todos, incluso a Helen.

Lo miré boca abierta, sin poder creerme las patrañas que me estaba soltando a la cara sin si quiera pestañear. Había que tener cojones para mentir a una telépata por muy atrofiado que tenga los sentidos.

- ¿Y dónde se supone que estamos, entonces? –decidí que ponerme a discutir con él no sería la mejor idea, sobre todo si llevaba otra de esas inyecciones llenas de droga.

-En la base que tiene HYDRA en medio del océano Atlántico, algo lejos de Nueva York.

Un músculo me palpitó en la barbilla, estaba llegando a mi límite de tonterías.

Ángeles de Cristal (Capitán América)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora