Capítulo 10

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Hacía un frío que helaba hasta el alma, y Dios, tenía el alma hecha un témpano de hielo, joder. No había notado el descenso de temperatura hasta que tuvimos que subirnos a un maldito coche para que nos llevara a la casita de Tony. Compartí coche con Wanda, Visión, Clint y Natasha; y yo parecía ser la única que temblaba más que una batidora. Los miré preguntándome cómo lo hacían, yo también quería parecer imperturbable.

Durante el trayecto estuvieron comentando las últimas veces que habían pisado Reino Unido mientras yo permanecía en silencio mirando por la ventana, de mi última vez hacía ya años. Fue un gran verano. Observé las empapadas calles perdiéndome en cada gota que caía y se estampaba contra las aceras. Me gustaba la lluvia, pero adoraba el sol, que me calentase y me hiciera entrar en calor, por lo que no me llevaba bien con el frío.

Seguimos avanzando hasta llegar a una enorme finca. Y cuando digo enorme, es que es enorme y al fondo no había una casita exactamente.

- ¿Con que casita? ¿Eh? –Nat expresó en voz alta lo que todos estábamos pensando.

-Maldito Stark –masculló Clint sacudiendo la cabeza–, debimos suponerlo.

-Yo lo supuse –intervino Visión, sentado en su asiento más recto que el mástil de un barco.

-Por supuesto, Visión –ironizó Barton levantando las cejas.

-Tengo la sensación de que se burla de mí, señor Barton.

-Nada más lejos de la verdad.

Wanda le lanzó una mirada censuradora a Clint, que hizo como si no la hubiera visto y se giró a inspeccionar la mansión a medida que el coche se acercaba. Ahí cabíamos nosotros y veinte más y tres hulks, aunque nunca lo había visto transformado, me suponía que era una masa colosal y verde.

Fuimos los segundos frente al coche que conducía Tony y ellos ya estaban dentro del lugar, calentitos seguros, malditos todos. Bajamos rápido para resguardarnos del frío y de la lluvia, que ahora era una fina llovizna traicionera porque seguro que luego se ponía a diluviar de narices, como siempre.

Cuando entramos fue como entrar en un palacio total y absurdamente lujoso. Me sentía totalmente fuera de lugar con mis deportivas manchadas de tierra húmeda, mis vaqueros deshilachados y mi largo y calentito chaquetón beige que había encontrado en mi vestidor nuevo.

-Esto es impresionante –soltó Wanda mirando con la boca abierta las paredes, incluso los moldes de estas eran una obra de arte.

-Lo sé, es algo modesta –Tony bajaba las anchísimas escaleras de ¿mármol? –, pero nos acostumbraremos a no tener a Friday conectada a cada rincón.

Por la puerta que estaba a nuestra derecha entró un hombre con un uniforme de mayordomo, y de qué manera se cumplían los clichés a veces. Era alto, con barriga, con unas entradas muy exageradas y con una predominante nariz. Se detuvo a nuestro lado e hizo una leve reverencia.

-Charles –presentó Tony–, estos son el resto de los Vengadores, resto de los Vengadores, Charles.

- ¿Qué pasa, tío? –lo saludó Clint.

-Un placer –tenía la voz grave y cuando se giró hacia Tony casi sonó reverencial –, ¿quiere que los acompañe a sus habitaciones, señor?

-Sí, estaría bien. Yo me voy a desempolvar lo que hay abajo –se detuvo un momento–, nos veremos en el almuerzo, el capi-estalactita querrá empezar a dar órdenes y hacer planes y bla, bla, bla...

Nosotros, en cambio, seguimos a Charles. Subimos las principescas escaleras, caminamos por un par de salas hasta llegar a un pasillo, sin exagerar, había como unas veinte puertas. El mayordomo indicó cual correspondía a quien.

Ángeles de Cristal (Capitán América)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora