Capítulo 19

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Hacía un frío del demonio, es decir, si ya en la ciudad -llamemos superficie- te congelabas viva, en los subterráneos era como entrar en el Ártico, encima húmedo y apestoso. MUY apestoso. Encima había ratas, estaba oscuro y lleno de charcos el suelo de vete a saber tú qué.

Nos habíamos separado en tres grupos, estábamos los que íbamos por el túnel apestoso y húmedo número uno: Nat, Clint, Bruce y yo misma. Luego estaba el túnel apestoso y húmedo número dos: Steve, Wanda, Visión y Sam. El tercer grupo era el cebo que asaltaría el lugar en unos minutos: Thor, Tony y el señor Rhodes.

Temía con toda mi alma que esto nos saliera bien, era un plan alocado y sin pies ni cabeza, pero el único que teníamos y debíamos hacer que saliera bien a la fuerza.

Me castañearon los dientes cuando el frío ya fue algo terriblemente acuciante.

-Venga, ánimo, ya estamos llegando -susurró Nat apuntando con la linterna el camino que estábamos siguiendo.

Clint consultó la hora en su reloj de mano digital, último modelo por cortesía del señor Stark.

-Quedan menos de cinco minutos para que Stark empiece con su show.

Apreté los labios sintiendo como el corazón se me aceleraba, estaba terriblemente acojonada. Las rodillas me estaban empezando a flaquear y las manos a temblar, no iba a poder sostener con seguridad las dos espadas de titanio que Tony me había "prestado" para "dar por todos lados" a los nazis.

-Esto no va salir nada bien... -murmuró apesadumbrado Bruce mirando hacia el techo.

-No seas llorica, Banner -le bisbisea Clint mirando pasar a otra rata-, esto es en serio, como tenga que ver pasar a otra rata me va a dar un ataque de asco.

-Sí, ya veo -dice Bruce levantando las cejas-, luego el llorica soy yo.

Era más o menos como ver un partido de tenis, la atención iba de uno a otro. Nat ponía los ojos en blanco y resoplaba algo de cómo los hombres eran unas nenazas, haciendo que me partiera de risa y provocando que toda la tensión y el tembleque fueran desapareciendo con cada carcajada.

Cuando dicen que reír alarga la vida, no es en broma, chicos.

De repente Nat nos hizo callar a todos, haciendo que nos quedáramos más tiesos que un palo y callados como muertos. Natasha hizo señas para que nos fuéramos colocando por orden, habíamos llegado a la trampilla por la que saldríamos y, en efecto, se escuchaban voces y pasos, muchos pasos. Casi se podía escuchar a alguien dando órdenes.

Nos miramos unos a otros y decidieron dejar que saliera la última, el primero sería Bruce.

Natasha le dio un dulce beso en la mejilla que me hizo sonreír levemente, yo también me había despedido de Steve, no de esa manera tan sutil pero igual de intensa e íntima. Aún era capaz de sentir sus brazos a mi alrededor, su aliento recorriendo mi cuello y sus labios presionando los míos, al principio suave y para luego arrasarme la boca sin contemplaciones.

-Así nos quedamos con ganas -me susurró con los labios pegados en la oreja, causando que los escalofríos me recorrieran entera, entrecerré los ojos y él ahogó un gruñido-, no me puedes mirar así y esperar que te deje ir...

Recordarlo originó que el vello de todo el cuerpo se me pusiera de punta, ojalá vivir eternamente entre sus brazos, oliendo el aroma de su piel y mirando sus profundos y sinceros ojos azules.

Pero eso había quedado atrás y ahora nos disponíamos asaltar una zona con un peligro de muerte bastante importante. Me pellizqué los antebrazos y asentí hacia mis compañeros, indicando que cuando sucediera iba a estar lista, no iba a ser un estorbo, había estado entrenando con todos los del equipo, con mejores o peores resultados, pero lo había intentado con todas mis fuerzas.

Unos gritos, sonidos de pistolas y de guerra nos llegaron de un momento a otro, sin aviso alguno y nos sobresaltó levemente.

Contamos mentalmente hasta treinta y Bruce salió medio transformándose en Hulk, haciendo que durante una fracción de segunda me quedase completamente pasmada. Oh, Dios, esa cosa no era normal. Estaba machacando coches y soldados por igual, sin inmutarse por las balas que le llovían por las ametralladoras de los malos malísimos de la historia.

Pude ver pasando encima nuestro a Iron man seguido de War Machine y Thor que no dejaba de lanzar rayos a una zona que no era capaz de ver desde la alcantarilla.

Clint salió el siguiente y unos segundos más tarde Natasha disparando con pistolas en ambas manos.

Respiré hondo, me llené los pulmones de oxígeno, y salí desenvainando las espadas y poniendo mis reflejos al doscientos por cien de su capacidad. Y allí iba yo, esquivando balas y cortando a los malos para que me dejaran localizar la espada, de la cual no recibía llamada alguna, aunque la vaina a mi espalda palpitaba como si fuera un ser vivo.

-Una chica tan guapa como tú no debería llevar armas tan afiladas -me giré para enfocar a un tío alto, musculoso y con cara de asqueroso total-, te podrías cortar y destrozar esa cara tan bonita.

Levanté las cejas, atónita por su comentario. Nos medimos mutuamente durante unos momentos y entonces atacó, con las manos libres, como si yo no fuera armada. Vamos, que me subestimaba claramente.

Lo esquivé y finté sobre mi eje para darle una patada, podría atravesarlo de par en par, pero eso de matar no iba conmigo. Él recuperó el equilibrio con las comisuras de la boca torcidas en un gesto agrio y volvió atacar, esta vez sacando un cuchillo que me puso alerta demasiado tarde, logrando que me rajara el hombro derecho, un corte leve pero terriblemente doloroso que me hizo aullar.

Luchamos de nuevo y con dos movimientos lo desarmé, sin embargo, logró tumbarme haciendo que perdiera el aliento. Oh, Dio, qué había hecho yo para estar envuelta en semejante historia...

De repente pasan muchas cosas a la vez, la vaina empieza a dar un sofocante calor en mi espalda y pude ver como el tío era levantado en peso por el Capitán América y tirado al otro lado del jardín.

-Hola preciosa -me ayudó a levantarme y miró con mala cara le corte de mi hombro.

-Estoy bien -le susurré y me giré hacia el calor, Tom me miraba con la espada en la mano, pero no parecía él.

Me dio miedo contemplar esa imagen.

Tenía el pelo negro revoloteando agresivamente alrededor de su rostro arquitectónico, con un poder inmenso saliendo de la espada y con los ojos tan opacos como crueles. Estaba abriendo otra dimensión y eso causaba que estuviera rodeado de poder, como si una burbuja lo rodease e impidiese que nada del exterior pudiera entrar.

- ¡Bienvenida, hermanita! -gritó como un loco, me envaré totalmente y Steve se colocó delante de mí a pesar de que el plan era que yo me hiciese con la espada-. Sí, sí, ya veo que te has traído a tus fieles perros guardianes, que pena que todos vayan a morir hoy...

-Oh, Tom -le susurré saliendo de detrás de Steve, mirándolo con una profunda tristeza-, ¿qué has hecho?

Me miró desquiciado por todo el poder que le estaba recorriendo como si fuera un intenso y arrollador tsunami. La puerta estaba a punto de abrirse y miré a Steve con temor.

- ¿Qué he hecho? -bramó sonriendo sin gracia alguna, sin simpatía, sin ningún tipo de emoción real, poniéndome en sobre aviso-. He venido para crear un nuevo mundo, por supuesto, eliminar la lacra que existe en la Tierra es mi sino y gobernarlo todo, todo lo que quede.

Sacudí la cabeza porque ya sabía cuál era mi deber, qué tenía que hacer y estaba muerta de miedo, como siempre. Apreté el antebrazo de Steve, captando su atención y le guiñé un ojo intentando parecer sexy y salí corriendo a por Tom, ignorando como el Capitán América gritaba mi nombre hasta quedarse sin voz.

Entré en la burbuja de poder, porque podía, porque tenía poder y porque la espada me pertenecía por derecho.

Ángeles de Cristal (Capitán América)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora