Capítulo 14

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-Necesitaría que tuvieras los sentidos, ¡pang! Alerta máxima y total –comentó Tony gesticulando con las manos, era muy cómodo viajar en limusina. Era la primera vez y parecía ser la única–, si captas algo... no sé, una bomba por ahí, estaría bien que lo mencionaras.

- ¿Una bomba? –abrí la boca de par en par, y estaba segura de que tenía cara de besugo en ese momento, pero Tony desdeñó la pregunta con un ademán.

-Es muy posible que haya alguna como método de seguridad de HYDRA, son muy dramáticos, la verdad, si nosotros caemos, tú también.

Me mantuve en silencio, mirándolo entre incrédula y horrorizada. En ese lugar habría civiles, por el amor de Dios, yo era una maldita civil sin entrenamiento alguno y con unos poderes pasivos. ¿Dónde me estaba metiendo? Me mordí el interior de las mejillas, intentando controlar mi miedo... ¿Estaba preparada para todo esto? No estaba segura, en ese momento no estaba segura ni de cómo me llamaba y si seguía así me iba a entrar un ataque de ansiedad más grande que el Empire State Building.

Tony me agarró una mano y me la apretó de repente, levanté la mirada levemente.

-Tranquila, vas a ver como todo sale a pedir de boca.

Ojalá tuviera razón, me susurré a mí misma recolocándome el diminuto transmisor de la oreja, porque habíamos llegado.

Decorada con un aire de sofisticación aristocrática, la mansión del duque irradiaba poder económico por los cuatro costados. Subimos las escaleras cogidos del brazo, él manteniéndome y yo intentando no caerme de boca. Le entregamos la invitación al portero que las revisó concienzudamente, al parecer mucha gente se quería colar –veamos, nosotros lo estábamos haciendo, pero con clase y glamour– y nos dejó pasar. Y dentro era mucho más espectacular que fuera, con ese aire de nobleza inglesa antiguo. Me quedé sin aliento, preciosa, simple y llanamente preciosa.

Entregamos los abrigos y nos dirigimos hacia el lugar donde tenía lugar la recepción. Apreté el brazo de Tony, había tanta gente que no sabía cómo íbamos a estar a solas con el duque y eso si lo encontrábamos entre tanto bullicio lleno de hipocresía. Gala benéfica, murmuré con desdén, con las joyas que llevaba una señora que acaba de ver se podía proporcionar alimentos a un país entero.

Un camarero nos ofreció una copa de champagne que cogí sin pensar y le di un sorbo, era del bueno, noté como las burbujas me raspaban suavemente la garganta.

-Esto está muy bueno –le susurré a Tony que, sin mucho decoro, se bebió su copa de un trago.

-La verdad es que sí –me apretó levemente la cintura y capté el mensaje: empieza a sondear las mentes.

Y eso hice mientras me guiaba por la gran sala.

Oh, por favor, casi me pongo ese vestido... menos mal que cambié de opinión a última hora.

Estoy en la ruina. Quizás consiga algún buen contrato que me saqué del pozo.

Eres tan guapa que me da igual lo tonta que seas.

Viejo gordiflón, si no fueras millonario te daría la maldita patada que te mereces, por asqueroso.

Sucia embustera, sé que estás tan en la quiebra que se te ve el plumero desesperado por casar a tu hijo con cualquiera que te saque del hoyo donde estás metida.

-Dios –le mascullé a Tony, apretando los labios para no echarme a reír, quizás no fue tan buena idea tomarme esa copa de champagne–, esta gente es una mina de cotilleos.

Ángeles de Cristal (Capitán América)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora