Capítulo 9

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El Capitán Rogers me guio hacia una sala con más tecnología que la Nasa, me quedé boca abierta durante unos segundos, era increíble lo que el dinero y el ingenio podían hacer, de verdad. Totalmente alucinante. Pronto tuve un ordenador en las manos y pude meterme primero en mi cuenta corriente y ver cómo, sí, mis números habían aumentado una pasada. Bien, cerré esa pestaña y luego abrí la cuenta de mi madre, un día se lo había leído sin querer y nunca se me había borrado.

- ¿Qué busca exactamente? –el Capitán tenía su rostro a la altura del mío y observaba lo que hacía.

-Antes del atentado contra mi casa –empecé a explicar buscando entre las muchísimas columnas de números–, y según el notario que llevaba al día el testamento de mi madre, Miranda recibió una cuantiosa cantidad de dinero que me dejó por herencia. Lo cual es muy raro, no entiendo de dónde surgió algo tan repentino y caro si no fuera por algún tipo de peligroso y peliagudo favor...

Y allí estaba, coincidía con la cantidad que me había sido tramitada, señalé la pantalla para que él lo viera.

-Aquí, esto es, oh, Dios...-pero mi entusiasmo disminuyó un tanto cuando me di cuenta que no sabía quién lo había hecho–, pero no sé cómo averiguar a quién pertenece la cuenta que la manda.

Me deshice poco a poco en la silla donde estaba sentada, con las manos sobre la boca intentando pensar sin mucho éxito.

-Tú no, pero yo sí, –las luces de la sala bajaron un tanto su intensidad en un acto de dramatismo mientras Tony Stark se acercaba a nosotros, seguido por Visión que camino un paso detrás de él–, que maravillosa entrada he hecho, no podéis negarlo, ¿la has grabado, Friday?

-Sí, señor –una voz extrañamente femenina y robotizada le respondió. Genial, otra voz más y esta vez venía del edificio.

-Bien, se la enseñaré a Pepper en cuanto la vea–me hizo una seña como para que me hiciese a un lado, me levanté de la silla para que él tomara asiento, entrelazó los dedos y los hizo crujir–, busquemos a ese fantasma.

Me puse al lado del Capitán, un tanto impresionada.

- ¿Siempre es tan... tan... diva? –le pregunté en un susurro, haciendo que sonriera de medio lado. Una sonrisa sexy que hizo que mi corazón tartamudease.

-Por supuesto –me sonrió acercándose al señor Stark, dejándome en el sitio donde me había colocado–, ¿qué tienes, Tony?

-Un tremendo problema de insomnio, habré cenado mucho pero que me gusta la comida italiana –siguió tecleando sin mirar a otra cosa que no fuese la pantalla–, y también tengo varias cuentas en varios paraísos fiscales... ¿Friday?

- ¿Sí, señor?

-Necesito que encuentres al propietario de estas cuentas, algo demasiado tedioso para mí ahora mismo –se giró hacia nosotros, con las piernas cruzadas y me miró– Señorita Knight, ¿cómo lo supo?

-Supongo que el deporte es muy positivo, me ayudó a reflexionar y... solo me acordé del momento en que leímos el testamento de mi madre y, bueno, como ve, lo relacioné todo.

-Y tanto, ¿qué tal va su dolor de cabeza? –se puso en pie y empezó a dar vueltas a mí alrededor, bajo la mirada del Capitán que mantenía los brazos cruzados sobre el pecho.

Miré, en cambio, al señor Stark y a su escrutinio.

-Bien, gracias.

-Siempre he tenido curiosidad sobre los dones psicológicos y psíquicos, no son muy fácil de encontrar, mirad a Wanda, por favor –se detuvo delante del ordenador y le echó una ojeada–, pero por lo que he hablado con ella, tú no eres exactamente igual...

Ángeles de Cristal (Capitán América)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora