Dakota se quedó perpleja en su sillón. No había sido consciente, pero había estado más de quince segundos sin pestañear. Abrió los ojos como platos y se recolocó en el asiento. Sin duda, el destino, el mundo y hasta el mismísimo demonio, esto no podía venir de nadie más, se habían puesto de acuerdo para que olvidar a Lucas le fuera un reto difícil. ¡Si hasta escalar el Everest le parecía más factible!
- Verá... No sé si me reconoce, pero soy la persona que llevó a juicio a Lucas Lewis, y como comprenderá no creo que esté dispuesto a hacerme un favor.
- ¡Cierto! Ya decía yo que me sonaba su cara. Mire, puedo hacer una cosa: llamo al señor Lewis sin decir su nombre, preguntándole si estaría dispuesto a alquilar el piso. Si su respuesta es afirmativa, puede poner el contrato a nombre de otra persona que cumpla todas las condiciones que el señor Lewis imponga. Todo esto en caso de que esté enamorada del loft, porque la verdad es que va a ser una tarea complicada.
- Sí, sí. Realmente ha sido como amor a primera vista y ahora que lo he visto y sé cómo está distribuido, no seré capaz de ver otros pisos sin compararlo.
- Pues no se hable más. Yo me encargo de todo. La llamo con la respuesta que sea.
- Genial. –Dakota se levanta colgándose el bolso al mismo tiempo. –Muchas gracias. Adiós.
- Adiós señora Moore.
A Dakota le sienta lo de señora como un chorro continuo de agua fría. ¿Tanta edad aparenta?
Sale del local y cruza la calle para poder coger el bus en dirección contraria. Ahora sí saca el móvil, pero no para escuchar música, si no para llamar a Jean mientras espera en la parada del autobús. Se le acumula el trabajo.
- Buenos días, querido. –le dice Dakota con una voz jovial
- Buenos días. Dichosos son los oídos que te escuchan.
- He estado de resaca. Tu fiesta fue brutal.
- Lo sé. Hablando de la fiesta... ¿Dónde estás?
- A un par de manzanas del Madison, que voy a coger el bus para volver a casa.
- Envíame la ubicación exacta. Voy a mandar a mi chofer a recogerte.
- Vale. ¿Vamos a tu casa?
- Sí. Te veo ahora querida.
Se aparta de la parada, cediendo su lugar a los que vienen detrás y hace lo que le indica Jean. Activa el ubicación del móvil y se la manda por iMessage. Diez minutos después el chofer de Jean la recoge, llevándola directa a la que casa que pisó, por última vez, con Lucas. La ama de llaves de la casa de Jean le indica que pase suba a su habitación en a segunda planta, así que obedece, subiendo las infinitas escaleras.
Cuando abre la puerta de la habitación y ve la situación en la que está Jean se queda bloqueada en la puerta. Está gimiendo de placer mientras una masajista asiática le pone en su lugar los músculos tensos.
- Buenas. ¿Interrumpo?
Jean levanta la cabeza, mirándola con ojos llenos de placer.
- Ve a cambiarte que está camilla es para ti. –dice señalando la otra camilla de masaje vacía que hay justo a su lado
Sin rechistar, porque, ¿quién iba a protestar con un regalo así?, se cambia el baño que hay dentro de la habitación, pero no sin antes coger papel higiénico, aplicarle jabón y darse en sus pates íntimas, como en los viejos tiempos. Iban a tocarla casi desnuda, no podía permitirse oler mal.
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SAME OLD LOVE
RomanceLa mañana en la que la que los caminos de Dakota Moore y Lucas Lewis se separaron era triste, fría y oscura, y al igual que el clima, sus caminos cambiaron de ser de rosas a ser de espinas. Sin embargo, a pesar del odio que uno al otro se profesan...