Capítulo 57

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El lunes entró al despacho como un lunes cualquiera. Aparcó Angelina en el parking privado del edificio, subió en el ascensor introduciendo la llave que se lo permitía hacer, compartiendo ascensor con algunos empleados a los que saludó con un simple "hola" y se dirigió, con un maletín negro y cabizbajo, hasta la su planta.

- Buenos días Claire. –dijo Lucas al llegar ante la mesa de su secretaria. –Pasa dentro de diez minutos para repasar la agenda

- Sí, señor. –contestó y se sentó en su silla, encendiendo el ordenador.

Las persianas del despacho se subieron automáticamente cuando el sol se asomó por el cielo. Lucas entró con desgana, aflojándose el nudo de la corbata, y se tiró como peso muerto a la silla de su despacho mientras se encendía su ordenador. La noche anterior no había dormido nada, una vez más. Y la razón tenía el nombre de una de sus exempleadas, una vez más. Si no tenía suficiente con pensarla, soñarla, imaginarla, extrañarla en su casa y hasta en el trabajo, Dakota le envía un email con la letra de una canción como símbolo de una posible reconciliación a pesar de sus diferencias. Nunca se había sentido tan... frustrado.

Cuando se encendió el ordenador, y aunque lo comprobó en cuanto se levantó, entró en su email para asegurarse de que Dakota no le había enviado ningún otro. ¿Le contestaría algún día? Quizás debía retirarse a la cima de la montaña de algún país de Europa para poder reflexionar y encontrarse a sí mismo. ¿Le iría bien como budista?

Se frotó la barba y pulsó el telefonillo para que Claire pudiera entrar y repasar la agenda del día. Pero descubrió algo particular cuando apoyó los codos en la mesa: una carpeta marrón de cartón sin ningún logo de su empresa. No le hizo falta ni leer la primera hoja. Ya sabía de quién era solo con el olor que desprendía las páginas al pasar.

- ¿Interrumpo, señor Lewis? –preguntó Claire, asomando la cabeza por la pequeña abertura de la puerta.

- Eh... Sí, dame diez minutos Claire. En seguida te llamo.

- Sin problema, señor.

- ¡Claire! –la llamó antes de que pudiera desaparecer.

- ¿Sí, señor? –volvió a asomarse por la puerta sosteniendo el iPad de la empresa en las manos.

- ¿Ha entrado alguien en mi despacho antes de que yo llegara?

- Su hermano, señor. Tenía que dejarle algo importante sobre la mesa.

- Vale, gracias. Ahora la llamo.

Claire desaparece por la puerta y él abre la carpeta. Dakota le ha dejado un post-it amarillo pegado en la primera página de los documentos, imitándole, y no puede evitar sonreír. «Cada estrella [...] indica la intensidad de sentimientos expresados. Es importante que [...] emita respuesta».

- Ay, Dakota, que fácil te parece todo. –dice en un tono casi inaudible

Cinco minutos después, Lucas terminó de leer el documento "jurídico" y puso la mano encima de su teléfono para llamar a Dakota. Con sus palabras le había recreado su vida juntos, con los puntos positivos y negativos, para que no tuviera la idea de un cuento de hadas. ¡Y para qué os iba a mentir! Lucas se moría por pasar por todas las fases que Dakota había llamado como "Las cinco fases de nuestro acuerdo sentimental": 1) nerviosismo por vivir juntos 2) tener la cena (y el baño) preparados para cuando llegaran de trabajar 3) peleas por las tareas domésticas 4)querer separarse 5) extrañar el sonido de la respiración del otro mientras duerme y reconciliarse.

Se la imaginaba sonriente, tocándose su melena rojiza mientras tecleaba sobre el ordenador y arrascándose el cuello cuando el nerviosismo aflorara en su cuerpo. Se la imaginaba moviendo las piernas debajo de la mesa, escuchando canciones melancólicas a la vez que redactaba, reprimiéndose alguna lágrima, e incluso gritándole al vecino por hacer más ruido del necesario y desconcentrarla.

Pero tenía que pensárselo. Todo. Una vez más. Salió del despacho con las manos en los bolsillos y entró en el ascensor para ir a la planta superior y poder hablar con su hermano. Tenía que encontrar más respuestas.


                 El martes llegó a casa agotado de trabajar, con los nervios rozando el techo del coche porque su ama de casa lo había llamado diciéndole que había llevado a Aloha al veterinario porque comenzó a hacer unos ruidos extraños al respirar. ¡Lo que le faltaba!

Abrazó a Aloha en cuanto puso un pie dentro de su salón mientras le contaban que el ruido al respirar era producto de un pequeño resfriado gatuno que se curaría haciéndole tomar un jarabe. Lucas lo soltó en el suelo, para no parecer un chico con demasiados sentimientos, y se fue directo a la habitación, donde se encontró con una gran caja envuelta con papel azul cielo.

- ¡¿Quién ha dejado esta caja aquí?! –preguntó Lucas mientras se acercaba de nuevo a la cocina con Aloha intentando morderle los calcetines, aunque realmente ya sabía de quién era esa caja.

- Una chica pelirroja que ha venido con tu hermano. –sentenció

Se dio la vuelta y entró en la habitación cerrando las puertas detrás de sí.

- Aloha, esta semana estamos recibiendo muchos regalos.

Aloha no le echaba cuenta. Corría ladrando por toda la habitación. Lucas se quitó la corbata y se desabrochó el primer botón de la camisa y lo tiró todo encima de la cama, dejando espacio para poder abrir la caja. Desató el lazo con el que venía cerrada con cierta emoción. No se esperaba más regalos de Dakota después de haberla ignorado en los dos anteriores intentos, pero ha de decir que le gustan. Le gusta que Dakota no se rinda y luche por él, aunque sea un poco egoísta de su parte no contestarle.

La caja contenía tres cajas de diferente color. Empezó por la verde, en la cual había fotos de ellos dos en su barco, sonriendo, besándose, de Dakota mirando el atardecer. Se quedó embobado. ¿Cómo podía trasmitir tanta felicidad y tranquilidad con su sonrisa? ¿Cómo podía enamorar con el brillo de los ojos? La cápsula azul fue la siguiente: "contigo aprendí por primera vez a confiar en mi misma", "contigo sentí por primera vez lo que es temer que alguien se separe de ti", "contigo escuché por primera vez música clásica", "contigo por primera vez las alturas no fueron amargas", "por primera vez contigo, no me importaba mi aspecto al despertar", "contigo... te quiero".

Las manos comenzaron a temblarle mientras sostenía la última nota. El remolino de sentimientos estaban provocándole eso que en los chicos estaba prohibido, es decir, llorar. La tercera cápsula tenía una pegatina en la parte superior en la que estaba escrito a mano: "No abrir a no ser que estés dispuesto a apostar por un "nosotros" para siempre". Mierda. Maldita Dakota. Siempre encontrando su debilidad.


                      El miércoles lo pasó de reunión e reunión fuera de la empresa, intentado conseguir más inversores, intentado conseguir que Lewis Enterprises volviera al lugar en el que estaba antes. No podía evitar pensar en la hora de llegar a casa para saber si había recibido algo más de Dakota. Pero no fue así. No tenía nada en casa. Tampoco en la oficina, a pesar de que hizo a Claire ir a su despacho y a la planta baja para preguntarle a la chica de la recepción mientras le gritaba por el teléfono. Nada.

- Lucas, ¿puedes venir a casa? –le preguntó su madre cuando descolgó la llamada al salir del ascensor

- ¿Qué ocurre? ¿Está papá bien?

- Sí. Estamos bien. Ven a casa. Alan también te está esperando.

- ¿Qué ocurre mamá? Odio que me dejes con la intriga. –cogió a Aloha y la metió con él de nuevo en el ascensor. Esa noche viajaría con él a casa de sus padres.

- Dakota está aquí.

Continuará... 

¡Buenas tardes! No me gritéis ni me peguéis por subir un capítulo tan corto, pero hoy es martes y, en teoría, no tocaba actualización. ¿Por qué? Como os dije, la historia de Lucas y Dakota está llegando a su fin, y como ya he acabado, ¡por fin!, los exámenes, he decidido que voy a subir dos capítulos semanales: uno más corto los martes y uno más extenso los viernes.

Espero que lo hayáis disfrutado.

DADLE A LA ESTRELLITA, PASAD LA NOVELA Y COMENTAD.

¡Nos leemos pronto!  

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