Capítulo 62

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A Lucas se le acaban las posibilidades. Solo le quedan dos lugares más a los que ir: la casa de Ethan y la casa de Jean.

Con los nervios apoderándose de él, marca el número de Alan y pone la llamada en manos libres mientras intenta esquivar el tráfico. La llamada se corta. Le ha colgado. Vuelve a insistir a pesar de que se repite el mismo procedimiento. A la tercera va la vencida, ¿no?

-Lucas, ¿te han dicho alguna vez que te pudras? -contsta Alan irritado al otro lado de la línea

-¿Has terminado la reunión?

-Sí, ahora mismo. ¿Por qué te crees que te he estado colgando la llamada?

-Vale. Necesito que me busques la dirección del tal Ethan. No encuentro a Dakota por ningún lado, y necesito hablar con ella urgentemente.

-¿Y cómo coño quieres que encuentre yo a ese tío?

-Haz que tus amistades en la policía valgan la pena. Dale alguna descripción física, tu lo has visto más veces que yo. Dile también que es bombero. Todo lo que sepas. Quiero la dirección dentro de 15 minutos. -y cuelga.

Conduce hacia el lado opuesto de la ciudad, donde vive Jean. Pero claro, no ha pensado en... Pega un frenazo con cuidado de no causar ningún accidente y se mete dentro un pequeño aparcamiento que hay al aire libre. Cuando detiene el vehículo, saca el teléfono y llama a Jean.

-¡Lucas! ¡Querido! ¿Qué tal estás?

-Jean, ¿estás en tu casa?

-No. Estoy en Dakota del Norte.

-¡Ah! Irónico -susurra Lucas. -¿Sabes dónde está Dakota?

-¿Dakota? ¡No! ¿Por qué? ¿Os habéis reconciliado ya? -con cada pregunta, aumenta el tono, hasta el punto de que a Lucas le es necesario apartarse el teléfono del oído.

-No, Jean. Eso quiero, pero ha desaparecido de Nueva York.

-¿Has probado con Ethan?

-No. Es el último recurso. ¿Sabes como se llama?

-Eh... No. Dakota me dio su nombre, pero no presté mucha atención al papel donde venía escrito porque se lo iba a dar a la organizadora de mi fiesta.

-Está bien. Gracias. Adiós Jean.

-Llámame cuando sepas algo.

-Lo haré. Adiós.

¡A la mierda todo! Se lleva las manos a la cabeza y echa la cabeza hacia atrás en un movimiento brusco, lo que provoca que rebote contra el cabezal del asiento del conductor. Vuelve a coger el móvil. Marca el número de Dakota. No da señal. Tira el móvil al asiento del copiloto. Cierra los ojos y se recuesta sobre su asiento.

Piensa Lucas, maldita sea. -se dice así mismo.

Y por primera vez en su vida, se siente un lumbreras. Como si fuera Edison jugando con sus fórmulas y cables, una idea se le viene a la cabeza en forma de bombilla, lo que le hace reaccionar inmediatamente poniendo el coche en marcha. Sin embargo, segundos más tardes la vida le da un vuelta de ciento ochenta grados.

El móvil suena, y Lucas pulsa el botón del manos libres mientras toma una curva.

-Lucas Lewis.

-Lucas, tengo la dirección. -le confirma su hermano.

-Pásamela. ¿A qué esperas?

-Lucas hay algo más... Me ha llamado Dakota...

-¡¿Te ha llamado?! ¿Dónde está?

-No, verás... No quiere verte. Nunca. Jamás.

-¡¿Qué?! ¿Pero qué tontería es esa? -dice incredulo

-¿Te ha dicho algo más?

-Si. Me ha dicho que has tenido diez oportunidades para lanzarte, y que ya es demasiado tarde.

-Envíame el número desde el que te ha llamado.

-Lo ha hecho desde una cabina.

-Pues localizame esa puta cabina, Alan. -y cuelga.

Loco. Se siente como un loco que ha sido acusado sin pruebas e internado por su familia. Como un adolescente que espera que le conteste la chica que le gusta por Whatsapp, tumbado en la cama. Sin embargo, él no está en una cama, sino aparcado, de nuevo, en una calle de Nueva York, esperando un mensaje de Alan que le solucione los problemas amorosos. Como un tonto. Un tonto que debería haber tenido el coraje de luchar por su relación y desechar cualquier idea o crítica de la sociedad.

Desde que acabó toda su historia con Bethany ha soñado por encontrar a una mujer ideal, una mujer que se pareciera a Bethany. Pero se encontró en el camino con Dakota, tan elocuente como alocada, tan femenina como bruta, tan risueña, tan positiva, tan trabajadora, tan llena de empatía y cariño por los demás. Una persona que deja el egoísmo a un lado. Y él le se lo ha pagado de esa manera tan... grosera.

Lucas cerró los ojos, echándose sobre el asiento, cerrando los ojos. Había pasado más de dos horas desde que empezó a buscar a Dakota, y ni siquiera ha tenido ganas de comer. Todo en lo que podía pensar era en ella, acostada en la cama de lado, con una postura fetal que mostraba que necesitaba a alguien que abrazar. Una Dakota tranquila, moviéndose por los mundos de Morfeo con el rostro relajado, y una pequeña sonrisa en la cara. Desnuda tras una noche loca. Y con él observándola, con cariño, pasando su dedo índice a lo largo de su piel, de su perfil, saboreando la textura de su piel, suave como la de un bebé y desprendiendo un olor digno de ser comido.

Se la imaginaba en casa, con su futuro bebé en brazos, haciéndole mimos y hablándole con una voz aguda, mientras él la observa apoyado en el marco de la puerta, y se acerca lentamente a ellos, y los abraza e inspira su olor. Así que por quinienta vez en ese día, coge el móvil y escribe en un mensaje: Quiero que sepas que sé lo que significa ese anillo. Por favor, déjame encontrarte. 

Continuará... 

Alguna vez tenía que frustrarse Lucas, ¿no?

¡Nos leemos pronto! Un besazo

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