Salí del taxi y entré en el portal.
Tenía los ojos rojos e hinchados de llorar, mi pelo estaba hecho un desastre a causa del vuelo en avión y el frío de NYC me llegaba hasta a los huesos.
Entre sorbidos de nariz subí como pude la maleta por las escaleras, aunque no con gran éxito por mi vista nublada y llorosa.
¿Cómo podía haber sido tan tonta?
Cogí las llaves del apartamento y, con el pulso tan agitado que parecía tocar unas maracas, abrí la puerta a trompicones.
No parecía haber nadie en casa así que tiré la maleta a un lado y me eché en el sofá como si fuese una estúpida estrella de mar.
«Dios Rachel, nunca aprenderás» pensé.
Me puse a recordar el fin de semana con Finn. Todo lo ocurrido hace apenas unas horas y noté como las lágrimas, calientes, caían otra vez por mis mejillas. Me sentí una inútil.
Estaba incorporándome en el sofá para poder quitarme el abrigo y la bufanda (porque no me había molestado en hacerlo) cuando oí como la puerta se abría y aparecía Santana.
-Berry -me dijo animadamente -, te has perdido una buena este fin de semana. Estábamos trabajando Kurt y yo cuando de pronto viene un hombre y me dice que si he sido yo quien ha dejado: ¡una gallina en su coche! ¿Te lo puedes creer? Bueno, ya te imaginarás la que le solté y es que luego además...
Entonces debió fijarse en mí. En mi pelo hecho un desastre, mi maquillaje estropeado, mis ojos rojos y mi expresión.
Nunca había visto a Santana tan seria hasta entonces por algo que no estuviese relacionado con Brittany.
Se quedó callada totalmente y me analizó durante unos segundos. Empezó a jugar con sus uñas, como cuando estaba nerviosa. Caminó hasta la otra parte del salón, cogió una silla, la puso delante mía y (una vez que se sentó) totalmente seria y preocupada me pregunto:
-¿Qué ha hecho ya Finnocencia?
Un día y medio antes, Ohio.
Bajé las escaleras medio dormida. Era media mañana y aún estaba en pijama. De hecho, estaba durmiendo hasta que el continuo sonido del timbre me despertó.
¿Quién carámbanos podía ser ahora?
Tenía hecho un moño e iba descalza. En Ohio hacía mucho calor. Culpa del maldito calentamiento global.
Mis padres no estaban en casa. Les había avisado de mi visita cuando ya tenían reservado para pasar todo el fin de semana en un balneario. Les dije que no se preocupasen por mi y que se fueran a pasarlo bien. Soy la hija perfecta.
Crucé el recibidor y me dirigí a abrir la puerta a la que seguían llamando. Cuando lo hice me encontré a, como no, Finn.
Llevaba una camisa de cuadros como ayer, pero esta era roja y tenía una camiseta blanca. También se había puesto unos vaqueros y unas zapatillas. Estaba tan guapo. Era tan guapo. Creo que se me cayó un poco la baba.
Me di cuenta de que él iba a decir algo cuando, de pronto, me recorrió con la mirada de arriba a abajo. Yo al principio no sabía por qué, pero entonces caí del guindo. Mi pijama, de pantalón corto y tirantes (calentamiento global), se me ajustaba mucho al cuerpo haciéndome parecer más sexy. Me sentí un poco incómoda porque, aunque yo el último año había empezado a vestir de una manera diferente, aún me sentía bastante extraña cuando la gente (sobretodo los chicos) me miraban así.
Santana me había regalado este pijama por mi cumpleaños, lo cuál, es un logro. Aunque creo que lo robó de la tienda que hay al lado de nuestro apartamento. El caso es que lo había metido en la maleta a toda prisa la noche antes de ir a Ohio.
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Finalmente Finn
FanfictionTe habrás preguntado qué pasaría con Finn y Rachel tras Sweet Dreams. ¿Y si yo tuviese la respuesta? Abril - Diciembre 2016