Cap 21: Protección

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Capítulo 21

Protección

 

     Llegué a la casa y dejé mis audífonos a un lado, entré a mi habitación y me despojé del uniforme, almorcé y me quedé viendo mis redes sociales mientras hacía un poco de oficio y escuchaba música.

     Nick no había llegado del colegio porque estaba en el entrenamiento de fútbol, Ruth estaba en sus clases de música, mis padres estaban trabajando y yo estaba escuchando Arctic Monkeys mientras comía maní y arreglaba mi habitación.

     A las cinco de la tarde, mientras veía una película recibí el mensaje de mamá que me avisaba que se iría con papá a la casa de los abuelos y que regresarían al día siguiente, me recomendó la casa y que no me enloqueciera en ese pequeño espacio de tiempo libre que teníamos.

     Nick llegó a las seis de la tarde y se quedó viendo conmigo el restante de película, era una película graciosa y lo estábamos disfrutando.

     Con un valor que no sé de dónde saqué le conté a Nick cómo habían pasado las cosas cuando llegué a la cafetería y la decisión que había tomado para poder cubrir y prolongar un poco más nuestra relación.

     —¡¡¿QUE HICISTE QUÉ, VALERIE!! —gritó Nick levantándose bruscamente de mi lado.

     —Nick, no te enojes, yo sólo...

     —¡¿Que no me enoje?! —interrumpió—. ¡Acabas de tirar todo a la basura!

     —Pero...

     —¡No, Valerie!, la idea era que te cubriera, no que se lo creyera.

     —Nick, no tenía opción, era la única. —dije levantándome molesta—. ¿Por qué no lo entiendes? ¿O qué querías que hiciera? ¿Dejar que todo se fuera al caño? Si eso es lo que quieres dime y nos ahorramos un montón de cosas.

     —No es eso, nena, es que ahora tendrás que amar a otro. —dijo sentándose frente a mí y tratando de tranquilizarse.

     —¡No es así como yo lo veo! —dije acercándome a su lugar—. Me veo contigo... para siempre y de verdad lo quiero y cuando yo quiero, me arriesgo a muchas cosas.

     —No sabes cuánto me duele verte besando a Edward o a otro que no sea yo, Valerie, eres mía, soy tuyo, ¿por qué compartirnos con el resto? Eres lo suficiente para mí y créeme que nunca me había sentido así con alguien.

     —Nick, no digas eso, no me estás compartiendo.

     —¿Entonces qué es?, ver a mi chica con otro y no poder hacer nada, ¿qué es?

     —Me haces sentir como una zorra —dije con lágrimas asomándose por mis ojos y nublándome un poco la vista.

     —Te prohíbo que vuelvas a referirte a ti misma de esa manera —dijo levantando mi barbilla para verme a los ojos, que por supuesto, no quería abrir—. Mírame, Valerie, te amo y haré lo posible para que estemos juntos.

     No pude hablar más, mi corazón se salía si hablaba, me sentía débil, impotente, zorra, dolida, confundida; sentía miles de cosas pero lo principal era miedo, miedo a alejarme de la persona a la que quiero.

     —Te amo. —dijo dándome un beso en la frente

     —Te... te amo, Nick, perdóname.

     —Shhh —me calló recostándome en su musculoso pecho mientras yo lloraba a moco tendido—. Todo esto pasará.

     Me quedé dormida y me acostó en mi cama. Me besó la frente y se dispuso a salir de la habitación pero lo sentí, lo llamé y se acercó.

     —¿Qué pasa, princesa?

     —Quédate a dormir conmigo

     —No creo, sabes que cuando estoy en una cama contigo, no es para dormir.

     «Exacto.»

     —Quédate —insistí—. Por mí.

     Se quedó pensativo y después de un momento asintió. Fue hasta su habitación y trajo su pijama, que era simplemente una pantaloneta. Se quitó la ropa y se metió en la cama conmigo. Lo abracé como a un osito. Su musculoso y estructurado cuerpo era perfecto.

     —Estás caliente, perfecto para este frío.

     —Dicen que es mejor si te quitas la ropa —dijo sonriendo.

     —Sí, eso haré —me levanté pero me detuvo—. ¿Qué pasa?

     —Si haces eso, no terminarás dormida

     No hice caso a sus palabras y me levanté con una sonrisa. En realidad necesitaba cambiarme, tenía la ropa del día y me sentía incómoda. Me quité toda la ropa mientras Nick me miraba y sólo me dejé las bragas. Me dispuse a meterme en la cama.

     —También estás caliente —dijo

     —Sí, pero no como tú.

     Sonrió.

     Me besaba y susurraba que me amaba y era suya. Cada beso y caricia suya era gloria para mi cuerpo. Durante esos minutos me olvidé de todos mis problemas, desánimos y sufrimientos. Sentía mi cuerpo arder bajo el de él y sentía un amor que nunca había sentido por alguien. Nick lo era todo para mí. Cada vez que sentía su toque, sus besos, su cuerpo; era diferente. No es nada monótono. Sus brazos encajaban perfectamente con las partes menos expuestas de mi cuerpo y yo sentía cosas que no sabía explicar. Entraba en mí y mi piel dejaba caer gotas de sudor que se mezclaban con las de él.

     Después de un descanso, me quedé acostada sobre su pecho, admirando la parte inferior de su cuerpo.

     —Gracias por perdonarme —musité

     —No hay nada que perdonar.

     Nos quedamos unos minutos callados y puse escuchar sus ronquidos. Admirarlo era una felicidad para mí, lo besé y me acomodé bien para dormir. Antes de hacerlo, lo analicé, se veía tan hermoso, despelucado, sexy, perfecto. Era el padre de mis hijos, definitivamente.

El padre de mis hijos, el padre de mis hijos, el padre de mis hijos.

     Por alguna razón esa frase me rondaba en la cabeza. Después de pensarlo bien caí en cuenta y me levanté de golpe.

     —¡Maldición! —exclamé—. ¡No usamos protección!

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N/A: ¡Siempre hay que protegerse! Mi frase favorita es: sin gorrito no hay fiesta. Recuérdenla siempre.

Mi Hermanastro, el cuarto de los deseos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora