CAPÍTULO 58

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 Me agité alarmada, buscando alguna salida. No tardé en darme cuenta de que me encontraba en el suelo, con el cuerpo de Thomas encima de el mío. Al parecer, se había puesto delante de mí al procesar en el último segundo, como yo, lo que iba a pasar.

 Apoyé las manos en el suelo, y me levanté rápidamente. Miré a un lado y otro agitada; no era capaz de procesar absolutamente nada de lo que estaba pasando. Gente corriendo por todas partes, huyendo...Sonidos de disparos, gritos, sollozos. El castillo en llamas al fondo, como símbolo de la locura que era todo aquello. Veía terroristas por todas partes, disparando con sus armas.

 Y cuerpos. Gran cantidad de personas en el suelo, personas que ya no se levantarían más. Me tapé la boca con las manos, incapaz de dejar de  sollozar.

-¡Bri!-Thomas me zarandeó de los hombros.-¡Tenemos que irnos! ¡Vamos al aeropuerto; tenemos que salir de aquí! ¡Bri!-me zarandeó con un poco más de dureza, pero yo no era capaz de mirar a ningún sitio que a un punto fijo, a una persona concreta que yacía en el suelo, inmóvil. Thomas me movió la cara, obligando a mis ojos a clavarse en lo suyos.-¡Tenemos que  irnos ya!

 Él no lo vio; no podía, estaba a sus espaldas. Pero yo sí. Moví a Thomas a otro lado y le di una patada en el estómago a un musulmán que venía hacia nosotros. El hombre se dobló del dolor y soltó el arma. Yo aproveché para correr y arrebatársela. Lo apunté con la pistola, y él retrocedió, y se perdió entre la multitud.

-¡Muy bien, Bri!-gritó Thomas, elevando su voz por encima del jaleo.-¡Vamos!

 Echamos a correr, dejando atrás los cuerpos. El cuerpo de Sophie, la niña que el día anterior le había pedido un autógrafo a Thomas junto con su hermano, era en el que me había estado fijando hasta el ataque del terrorista. Atrás quedó, junto con un montón más, de los que ya no podrían volver a levantarse.

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El camino hasta el aeropuerto fue una auténtica Odisea. Nos cruzamos con un par de personas más; Thomas consiguió una pistola para él, pero nada de lo que no saliéramos sanos y salvos. Cuando cruzamos la gran puerta del aeropuerto, una idea se me vino a la cabeza: quizá sí que lo consiguiéramos, quizás si podría ver a Bruno una vez más, darle un beso a mis padres, abrazarme a Dylan, bromear con el resto de mis amigos. Poder imaginar otra vez un futuro con Thomas.

 Pero en cuanto entré, todas mis esperanzas se desvanecieron; el aeropuerto era un caos. Multitud de gente corría, niños pequeños chillaban, había gritos y humo por todas partes. Aunque en menor cantidad, algunos terroristas se habían situado allí, y el sonido de los disparos se multiplicaba por momentos.

 Simplemente, la situación me pudo. Me quedé quieta, paralizada, inmóvil como una estatua. Dejándome empujar por personas y personas. Me cayeron al suelo y el choque de mi mejilla sucia y con moratones, con el suelo frío y pisoteado, fue como un beso de buenas noches. Al incorporarme, me di cuenta de que no veía a Thomas por ningún lado, y el miedo subió por mi garganta. "No", me obligué a pensar a mí misma. "Thomas está bien, sólo no se habrá dado cuenta que no le seguías". Pero el miedo seguía apretando mi garganta y me di cuenta de que necesitaba encontrarlo cuanto antes. No podía perderlo; a él no. Porfavor, supliqué a quién fuera que pudiera escucharme.

 Miré a un lado y a otro, desesperada. Había gente que corría por todas partes; un vuelo acababa de salir y otro iba por el mismo camino. Estaba mareada, no conseguía reaccionar, así que lo único que salió de mí fue aferrarme con fuerza a mi bolso, y gritar:

-¡Thomas! ¡Thomas!-empecé a llorar.-¡Thomas!

De repente unas manos me cogieron. Miré a mi lado asustada, y un hombre completamente vestido de negro me apuntaba a la cabeza con una pistola. No sabía qué hacer, así que tragué saliva y me preparé para mi final.

Sin venir a cuento, el hombre se desplomó en el suelo. Me asusté, pero cuando Thomas me abrazó, entendí que él había sido el que le había pegado en la cabeza al asesino, salvándome la vida.

-¡Bri! ¿Estás bien?-me preguntó con la voz entrecortada.-¡No te encontraba! ¡Oh, Dios mío, he pasado tanto miedo!

-Thomas, ¿qué hacemos?-dije con lágrimas.-Hay un montón de gente muerta, herida...Tengo miedo, Thomas. Hace dos días pensaba que nada podría salir mal y ahora...

-¡No pienses en eso, Bri!-exclamó Thomas, y tiró de mi brazo mientras echaba a correr para que lo siguiera.-¡Hay que alcanzar ese vuelo, o nos quedaremos en este infierno! ¡Vamos, Bri, corre!

 Le hice caso y enseguida nos dirigimos a la pista de despegue. Un vuelo, en el que parecía no caber ni una sola persona más, estaba cerrando sus puertas. No lo conseguiríamos, a este paso no.

-¡ALTO!-grité, mientras Thomas disparaba detrás de mí.-¡PORFAVOR, ESPEREN!

-¡Os pisan los talones!-exclamó una azafata, desesperada.-¡Si os esperamos, toda la gente de aquí morirá!

-¡Porfavor, no despeguen todavía!-la desesperación en la voz de Thomas se podía cortar con un cuchillo.-¡Déjenos entrar!

 Un hombre bajó rápidamente del avión. Llevaba un chaleco de guarda y llevaba dos pistolas en sus manos, que se movían a una velocidad sorprendente. Otras dos más asomaban de sus bolsillos. Contuve un grito de sorpresa al comprobar que era el guarda de seguridad Rowell, con el que siempre me encontraba en los aeopuertos.

-¡AGACHAOS!-nos gritó. Thomas y yo obedecimos, y él apuntó detrás de nosotros. Escuché el silbido de las balas encima de mi cabeza y los gritos de varios hombres a mis espaldas. Sonaban cerca.

 Me incorporé y comencé a apuntarlos; eran cinco, y por las puertas en ese mismo momento asomaban otros dos. Rowell cogió del brazo a Thomas y lo empujó a las escaleras para subir al avión.

-¡Montad vosotros, yo me quedo aquí para cubriros las espaldas!-nos dijo. Tanto Thomas en lo alto de las escaleras como yo lo miramos, incrédulos.

-¡Sí se queda aquí morirá!-gritó Thomas.-¡Venga con nosotros, vamos!-dijo señalando la peurta por la que todavía estaba la azafata, aterrorizada.

-¡Si no se queda alguien para contenerlos, subirán al avión! ¡Muchas personas morirán! ¡Hay niños ahí dentro!-exclamó el oficial Rowell, sin dejar de  disparar.

-¡No puedo dejarlo aquí!-exclamé yo, desesperada. Ya me había costado bastante dejar a todas aquellas personas que ni siquiera conocía atrás; no pensaba dejar a aquel hombre allí.-¡Porfavor!-sollocé al tiempo que disparaba una de mis últimas balas.

-¡Tengo una hija pequeña!-exclamó, por encima del estruendo.-¡Se llama Melody! ¡Sólo me tiene a mí, y me hice guarda de seguridad para crear un mundo con un poco más de seguridad para ella! ¡Le estaría fallando a ella y a mí mismo si me fuera! ¡Porfavor, marcharos!

 Me quedé mirándolo. Tragué saliva, debía tomar una decisión. Vi a Thomas esperándome en la puerta del avión y aquello fue lo que me decidió.

-¡Tenga!-grité, quitándome apresuradamente el colgante que mi mejor amiga me había legado.-¡Cuando vea a su hija, dele esto de mi parte!

 Rowell sonrió, lo tomó con mucho cuidado y se lo guardó con mucho cuidado en el bolsillo.

-¡Venga, pequeña buscaproblemas! ¡Sube a ese avión!

 Se volvió hacia los terroristas y comenzó a dispararles. Retrocedió un poco y volvió a apuntar. Mientras, yo subí enjugándome las lágrimas hasta el avión, donde Thomas me metió de un tirón y después entró él.

 Los demás recuerdos están borrosos. Sólo recuerdo una imagen antes de quedarme dormida en el hombro de Thomas: tres helicópteros con la bandera de Francia llegando hasta allí; uno de ellos parándose en el aeropuerto mientras los otros dos seguían en dirección al parque.

 No sabía cómo podría dormirme. Me concentré en inspirar y expirar el ambiente cargado del avión, al que también olía como Thomas, y poco a poco me venció el sueño.

 Soñé con toda aquella destrucción. No conseguía sacarla de mi cabeza. Y mi mejor amiga también apareció en mis pesadillas.

Nunca digas sí a la primera (Thomas Brodie Sangster)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora