CAPÍTULO 52

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Hola, chicos. Siento no estar subiendo como antes, pero es que estoy empezando a escribir la segunda parte de una novela de los Gemeliers, por si a alguien le interesa, y por eso tengo que dividir mi tiempo en dos novelas. Aún así, no os preocupéis, yo voy a subir capítulos a esta todo lo que pueda y, para compensaros, este capítulo es el doble de largo de lo habitual.

Por si a alguna le interesa, la novela que estoy escribiendo ahora se llama "Después de todo, ¿valió la pena? jdom", y es la segunda parte de una ya terminada, "Entre tú y yo ni centímetros, jdom". Las dos están en mi perfil, por si a alguien le gustan los Gemeliers y quiere pasarse a leerla, o aunque no sea fan de estos dos chicos, que quiera leerla, pues siempre os lo agradezco.

Espero que os esté gustando la novela y gracias por leerla. Un besazo muy fuerte.

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Me mordí las uñas con impaciencia, y con tanta fuerza que me arranqué unos pellejitos que me había hecho del estrés. ¡Maldito Dylan, todo es culpa suya!

-¿Estás bien, Bri?-me preguntó Thomas.

-Sí, sólo me he hecho daño de morderme las uñas-le respondí con una sonrisa.

-No te las muerdas, es malo-me riñó él.

¡Malo es que Dylan no me haya llamado para tu sorpresa de cumpleaños y que los nervios me estén comiendo por dentro! Quería decirle eso, pero no podía, así que me encogí de hombros.

-¿Qué nos queda por ver?-pregunté mientras Thomas me cogía de la mano y me llevaba lejos de la jaula de los monos.

-La zona de los hipopótamos y los elefantes no nos hemos acercado siquiera-dijo él.-Podemos ir allí y después buscar un sitio para comer.

-¡NO!-grité, y Thomas me miró como si estuviera loca. Mierda.-Es que les dije a los demás que comeríamos con ellos en el internado.

-Está bien-sonrió.-Pues mejor que nos demos prisa, porque me ruge la tripa.

-Siempre igual. ¿Cómo puedes comer tanto y seguir delgado?-me asombré. Era increíble.

-Ey, que yo estoy muy bueno-dijo Thomas sacando bíceps con su brazo derecho y  haciéndome reír.-Tú tampoco te puedes quejar de eso.

-Pero porque voy a correr todos los días con Kaya y Hennie, que si no estaríamos súper obesas las tres-refunfuñé.

-Tienen que ser entonces unas zapatillas de correr mágicas-rió Thomas, y se pasó la mano por su pelo, que se le alborotó.

"¿Qué hago primero, lo mato o me lo como a besos?", le pregunté a mi cerebro. Como no me envió ninguna respuesta (vaya sorpresa) decidí hacer las dos cosas; le di un golpe suave en el brazo y después me puse de puntillas y le di un beso suave.

En ese momento sonó mi teléfono, y vi el mensaje de Dylan: "Todo listo, ya estamos todos. Venid en cuanto podáis".

-¡Ala, mira!-exclamó Thomas, señalando con el dedo.-¡Es enorme!

Corrió hacia la jaula de los elefantes y, como me seguía teniendo agarrada de la mano, me arrastró con él.

-Es precioso-me dijo.-¡Y qué grande! Seguro que si me montara en él sería el rey del mundo.

-Para el carro, rey del mundo-me reí, mientras le tendía a través de los barrotes un cacahuete al elefante .-Además, es una elefanta.

-¿Cómo lo sabes?-preguntó Thomas sorprendido, y alargó la mano para coger otro cacahuete y ofrecérselo a la elefanta, que se estaba hartando a frutos secos.

Nunca digas sí a la primera (Thomas Brodie Sangster)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora