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Estaba solo a unos metros de ella. Él permanecía inmóvil. Le daba la espalda. Las ondas negras le caían sobre la nuca y vestía el traje oscuro de los harpianos de Uluar.  Su ala izquierda y lo que le quedaba de la derecha caían a ambos lados de su cuerpo. La luna alumbraba lo suficiente para reflejar la oscuridad de sus plumas.

Quizá eran sus alas oscuras lo que quería mostrar a Michelle. La razón, Michelle lo intuía. Hacía casi cinco años de aquello, y sin embargo, lo recordaba como si fuera un sueño olvidado. No pudo evitarlo, sus ojos amarillos de cazadora se detuvieron en el ala derecha del harpiano. Había intentado pensar que con el tiempo le crecería de nuevo, pero el hecho que no lo hiciera le removía la conciencia continuamente. Sus plumas se habían oscurecido perdiendo todo tono plateado que recordara, pero el mal que le hizo en el momento en que se la cortara, era insubsanable. La respuesta de su cuerpo ante la imagen de las alas del príncipe, fue inesperada. Había visualizado en su mente cientos de veces cómo tenía que ser un encuentro entre cazadora y harpiano. Pero en ningún pensamiento pudo suponer la magnitud de esos sentimientos que estaba experimentado. Avanzó dos pasos, desviando la vista hacia otro lugar, y se detuvo a esperar que fuera él el que se moviera. El olor de sus alas le penetró en la nariz. Sintió como algo se aceleraba dentro de ella, y no era la sangre de cazadora la que sintió latir. Sea como sea, su cuerpo estaba preparado para luchar contra los harpianos, pero carecía de armadura que no pudiera atravesar Arise.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Michelle duramente.

No, nada tenía que ver aquello con las veces que lo había soñado. Arise estaba a solo unos metros de ella, sin embargo, lo sintió a kilómetros de distancia. Michelle se irguió, su pecho sobresalió por la abertura de su abrigo y rezó para que él no escuchara sus latidos. Ella era una cazadora y él un príncipe harpiano. Lo lógico era iniciar una lucha entre híbrido y coloso. Pero ninguno se movía de su lugar. Debían de tener cuidado en sus movimientos. El uno ya no estaba acostumbrado a la presencia del otro y habrían perdido la practica del control. Un solo movimiento de Arise, podría sacar las cadenas de Michelle por instinto. Ambos lo sabían, sus olores los delataban. Todo había cambiado en aquellos cinco años.

Michelle tomó aire. Arise se giró lentamente y ella pudo apreciar el perfil de su rostro. Al notar su mirada, Michelle se vio obligada a mirarlo fijamente, tratando de no mostrar expresión en su rostro. Se encontró con los ojos verdes del harpiano.

—La he conservado viva estos últimos años —dijo él—. Esa es la razón por la que has encontrado a una cazadora entre las tres razas.

“Lo se”. Solo podía haber una razón por la que Halia estuviera viva en una isla como aquella.

—Ahora ya no te necesita —le respondió ella decidida.

No sabía qué iba a conseguir  con una actitud dura frente a Arise, no concebía comportarse de otro modo. No con un hijo de Uluar. Tenía que apartar de su mente todo lo que enturbiaba sus planes. Estaba decidida a hacerlo, no había vuelta atrás. Había cambiado de directriz, apartado del resto de cazadores, desobedecido a Edmund, pactado con los teriántropos. Nada, ni siquiera Arise, podía enturbiarlo.

—¡Vete! Uluar va a necesitarte —dijo manteniéndole la mirada.

—No te equivoques Michelle —escuchar su nombre en la voz de Arise, era otro sentimiento que no recordaba.— No debes…

—Acercarme a la isla del norte —le cortó ella— Puedes decirle a tu padre que estoy aquí. Y que ni Paris ni el mar podrán protegerlo de mí.

—Paris…. —Arise se giró al completo, hasta ponerse frente a la cazadora— No puedes confiar en ella.

Michelle sonrió.

—Has aprendido pronto a subestimarme, grata lección la de Uluar —aquella respuesta de Michelle pareció surgir efecto en el rostro del harpiano. Michelle sintió como algo en su interior se levantaba.

Cazadores de Titanes: La cuarta razaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora