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Halia había permanecido sentada junto a un árbol todo el tiempo. Ulises se había dormido a su lado. La noche era silenciosa, había podido escucharlo todo con claridad. No quería juzgar a Michelle por más que su mente la obligara a hacerlo. Se puso en pie y dio unos pasos. Ulises en seguida se despertó y la siguió.

Oyó el aleteo propio de harpiano. Miró al cielo. Pudo ver a través del animal. Un ángel de una sola ala y mitad de la otra, ganaba altura con rapidez. Sobrevoló a Halia en dirección al norte. El claro de luna pudo reflejar sus plumas.

Halia dio un paso atrás y sonrió. Que mataran todo lo que ella amara en la vida, si el reflejo de las alas de Arise no se hubiese tornado gris. Tomó aire, tenía que buscar a su maestra. Era difícil si tenía en cuenta que Michelle carecía de olor para ella. Pero llevaba consigo las plumas de Arise, y ese olor sí que lo reconocía. Trató de concentrarse todo lo que pudo, y echó a correr.

Fue tan solo unos segundos, tenía que haber corrido bastante rápido. Halia se acercó a ella esperando que Ulises llegara para poder mirarla. Supuso que el inconveniente de la velocidad y los ojos de Ulises, era una de las cosas a las que se refería Michelle, con lo de buscar otro animal de caza. El jadeo del perro llegó a los pocos segundos.

Michelle tenía una mano puesta en el tronco de un árbol. En seguida se giró hacia Halia. Halia observó el tronco, era un árbol grueso, cuando Michelle retiró su mano, había dejado su huella en él.

Miró a Michelle, no emitía ningún sonido, no la había oído llorar, sin embargo su rostro reflejaba tristeza. Halia la podía entender en cierta medida, había escuchado su conversación con Arise, y aunque no fueran exactamente las que oyó, las palabras de Michelle que Halia quería escuchar, le transmitieron el dolor que podría provocar a quien las estaba diciendo. Por otro lado, estaba Paris y su pacto con Uluar, y dos ejércitos contra los que Halia se había prometido ayudar.

—De eso ni hablar —le dijo Michelle y Halia se sobresaltó— Somos pocos, y yo seré una insensata. Pero tu tienes que vivir Halia.

A veces Michelle podía oírla.

—Es parte de la sangre de cazador. —le explicó Michelle poniendo sus palmas bocarriba— A veces sabemos los que quiere otro cazador sin necesidad de palabras.

“A sangre de cazador” dijo para sí Halia uniendo sus manos con las de Michelle. Cerró los ojos.

Era de noche y estaba en un jardín rodeado de muros. Reconoció a Arise, una mujer joven que recordaba a Michelle hablaba con él. Ambos miraron un seto justo en medio del jardín. Tenía forma circular y estaba repletos de flores rosas. Halia reconoció su olor.

—Michelle, Gabrielle venid aquí —las llamó la mujer.

Una mano seguida de una cabeza asomó tras el seto. El color de sus ojos y su pelo era inconfundible. La niña observó a la mujer y al harpiano y se decidió a dejarse ver al completo. Tendría unos cuatro años y llevaba un pantalón negro y una camisa de color marrón, parecida al color de la ropa de Michelle, pero este en vez de tornar rojizo, era más bien un brillo metalizado que se acercaba al naranja. Algo sobresalía tras sus hombros y caía a cada lado de su cuerpo hasta rozar el suelo. No era humana sino harpiana. Y su mirada se dirigió fascinada hacia las alas de Arise.

—Vamos Gabrielle —la animó la mujer—. No podemos perder tiempo, ¡Michelle!

Arise se acercó a la niña alada y se inclinó hacia ella.

—¿Sabes volar? —le preguntó y ella asintió— Haremos una carrera ¿vale?

La niña sonrió. La mujer sin embargo se acercó al seto.

Cazadores de Titanes: La cuarta razaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora