Capítulo 3

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Sentí un portazo a pocos metros de la puerta del sótano y después varios pasos bajando las escaleras

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Sentí un portazo a pocos metros de la puerta del sótano y después varios pasos bajando las escaleras

Mierda.

Oí como metían una llave en la cerradura de la puerta, intenté levantarme, pero la cabeza me dolía como si un chimpancé hubiera estado tocando los platillos dentro de esta. Giraron el pomo de la puerta y un chico de pelo rosa apareció por ella. Me miró con una sonrisa malévola.

—Soy Taeyang, un ayudante por así decirlo, de Zico. Él te está esperando preciosa. Por cierto, se te ha levantando la falda —dijo guiñándome un ojo.

Él seguía mirándome y yo seguía sentada en el suelo. Entonces reaccioné y miré para abajo, el tal Taeyang tenía razón, mi falda dejaba ver ahora mis bragas de encaje de color negro.
Me levanté corriendo, tambaleándome un poco debido a que me dolía todo el cuerpo, y me arreglé la falda

Taeyang, sin esperar reacción de mi parte me agarró del brazo y me guió a una sala de paredes blancas y una silla en medio, me llevó hacia la silla, me sentó y me ató de manos y pies, obviamente le costó lo suyo ya que yo no me iba a dejar tan fácilmente. Luego desapareció por la puerta sin decir nada.

Después de unos cinco minutos oí como la puerta se abría.

Zico...

Intenté desatarme pero fue inútil, las cuerdas estaban demasiado apretadas hasta el punto de hacerme daño. La puerta se abrió completamente dejando ver su silueta. Se acercó lentamente hacia mí y se agachó a mi altura.

—Buenos días gatita, ¿has dormido bien? ¿El colchón y las sábanas de seda estaban a tu gusto pequeña? —preguntó con un muy notable sarcasmo.

—Que te jodan.

La sonrisa burlona y sarcástica de Zico se ensanchó.

—Parece que la gatita hoy está arisca, habrá que darle una lección entonces.

Apartó su mirada de mí y se acercó a una mesa de metal con ruedas que había en una esquina de la habitación, no alcanzaba a ver lo que había en ella, pero de todos modos no tenía demasiadas ganas de averiguarlo. Zico se dio la vuelta dejando ver un objeto puntiagudo y brillante de plata en sus manos mientras lo limpiaba con un peñuelo de tela. Se acercó a mí dejando ver ese objeto, un cuchillo.

—¿Qué vas a hacerme? —pregunté intentando que mi voz no me traicionara en estos momentos.

—Nada que te duela demasiado. Bueno, puede que sí, pero nos vamos a divertir mucho, al menos yo.

Se acercó a mí con el cuchillo en sus manos. Me levantó un poco la camiseta y puso el cuchillo en mi vientre.

—No lo hagas por favor —pedí con un leve temblor en mi voz—. Haré lo que me pid...

Un dolor punzante hizo que un gran grito de desesperación se oyera por toda la habitación.
Zico siguió haciendo rajas en mi vientre, unas mas profundas y otras menos.

I'm in love with a killer ︴ZicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora