6. La fiesta.

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Me reúno con mi pequeña en frente a su colegio, vamos caminando al restaurante más cercano y cuando estamos a dos cuadras me muestra la nueva peluquería a la cual vendrá con Paty esta tarde

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Me reúno con mi pequeña en frente a su colegio, vamos caminando al restaurante más cercano y cuando estamos a dos cuadras me muestra la nueva peluquería a la cual vendrá con Paty esta tarde.

—¡Wow!, es un salón grande. ¿Seguro que te alcanzará el dinero que te di? Parece un lugar elegante, de esos a donde van las señoras de los políticos. —Ella ríe ante mi comentario y cuando pasamos por enfrente podemos ver por las vitrinas que el local está lleno.

—Dicen que la dueña estudió en el exterior y que tenía un salón muy importante en otro país. Parece que ésta es una sucursal. Es especialista en colores y dicen que es genial cuando uno quiere hacerse un cambio de look. Lástima que aún no me dejas teñirme el cabello. —Se queja levantando las cejas en una mueca de enfado y recriminación. Yo río ante aquello.

—Tienes el color de cabello más hermoso del mundo, ¿sabes cuantas personas se lo tiñen para tenerlo como tú? —digo tomando un mechón rojizo entre mis dedos.

—Es cierto, no tengo nada que decir al respecto —asiente. Su cabello es bello y brillante como el de su madre. Sé que en realidad no quiere teñírselo, es el recuerdo más tangible que tiene de ella y adora su color.

—Ya verás que cuando te vea esa estilista querrá que le vendas tu cabello para esas extensiones tan caras que se hacen ahora y por las cuales las mujeres pagan un dineral. —Ella ríe y sacude su cabello como si de una publicidad de cremas para el pelo se tratara.

Una vez que llegamos al restaurante, buscamos un sitio en alguna esquina, alejados de las personas y de los ruidos para poder sumergirnos en mi historia con calma. Hacemos el pedido y mientras esperamos que llegue nuestra comida, me pongo a leer.

 Hacemos el pedido y mientras esperamos que llegue nuestra comida, me pongo a leer

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El resto de la semana fue un ir y venir. Había días en los cuales Carolina se mostraba cercana, me sonreía e incluso nos sentamos juntos en el comedor un par de veces, junto a JuanPi y su amiga Leila, pero juntos al fin. No volvimos a hablar de nada demasiado íntimo o personal, pero de alguna forma sentía que me encaminaba, que avanzábamos. Sabía que llegar a ella no iba a ser fácil, lo pude deducir desde el inicio, pero eso era lo que más me impulsaba a seguir, la conquista era lo mío. Me hacía sentir poderoso y eso alimentaba mi ego.

Lo que me queda de ti © (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora