23. El principio del fin

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Taís y sus amigas decidieron viajar unos días a una ciudad cercana

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Taís y sus amigas decidieron viajar unos días a una ciudad cercana. Creo que esas mujeres estaban haciendo de todo para animarla, y en ocasiones lo lograban, en otras, es un poco más complicado. Pero lo cierto es que les estoy infinitamente agradecido. No tengo idea de cómo agradecer cada gesto tan hermoso que tienen con ella.

La estaba esperando, en cualquier momento debería llegar, pues me había dicho que ya habían salido y que llegaba en unos minutos. Preparé una cena porque seguro estaría hambrienta y agotada.

Al principio no estuve seguro de dejarla ir, me preocupaba que no se cuidara lo suficiente. Pero me aseguró que las chicas la cuidarían y que no harían nada alocado, solo descansar y cambiar un poco de aires. Lo pensé y terminé aceptando, nunca le decía que no a Taís, además, esas personas eran adultas, suponía que la cuidarían.

La oigo llegar. Viene sonriendo y conversando con alguien entonces voy a la sala para observar de quien se trata. Por un instante pensé que Nika la había ayudado a subir, pero no era ella, era Rodrigo. Es probable que Taís le hubiera avisado de su llegada y por eso él estaba ahí, esperándola también. Estos dos eran inseparables. Me alegro de haber cocinado un poco más de la cuenta.

Luego de los saludos nos sentamos a la mesa y comemos. Ella nos cuenta del lugar al que fueron, era un hotel spa, y en realidad no salieron de allí, solo se dejaron mimar por esos días.

—Esos lugares son carísimos —exclama Rodrigo y yo asiento.

—Lo pagó Nika. —Se encoge de hombros y responde con naturalidad.

—Como que la peluquería da plata, ¿eh? —añade Rodrigo con un tinte divertido y reímos.

—Sus clientes son personas de mucho dinero —agrega Taís.

Luego de cenar dejo a los chicos solos y voy a mi estudio a terminar un trabajo que tengo pendiente. La hora se me pasa sin pensarlo y, un largo rato después, oigo a Taís entrar junto a mí.

—Papo, estoy agotada, pero quiero un capítulo hoy, ¿puedes leerlo o estás muy ocupado?

—Ven aquí —sonrío y le hago señas para que se siente—. Necesito algo de distracción.

Ella se mueve con cierta dificultad y logra sentarse, alza la pierna enferma sobre el escritorio y se acomoda. Me levanto para pasarle una almohada y de paso traer el cuaderno, que había quedado en el librero. Y comienzo...

 Y comienzo

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Lo que me queda de ti © (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora