10. Huyendo.

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Espero con ansias la llegada de Taís para que me comente cómo le fue en su clase de hoy, sé que estaba entusiasmada con eso.

—¿Cómo te fue con la clase de maquillaje? —le pregunto al verla entrar.

—¡Súper bien! Esta mujer es fantástica. Me enseñó un montón de trucos que no te voy a explicar porque sé que no te interesan, pero además, no sé, es como si... —Queda pensativa, como si buscara las palabras exactas—. ¿Sabes, papo? Si mamá viviera, me gustaría que fuera como ella —dice bajando la vista y mirando sus dedos, aquello había salido desde el centro de su corazón y estaba conmovida. Camino hasta ella y la abrazo, sus lágrimas se derraman tímidamente por su rostro.

—Estoy seguro que si tu mamá viviera, sería incluso mejor que ella. Pero cuéntame más —le digo con cariño, intento levantarle el ánimo.

—No sé, no es que haya pasado nada en especial, solo... tiene mucha luz, está siempre sonriendo y me hizo sentir muy bien. Me hizo sentir linda —sonríe.

—Eres linda, Taís —añado mirándola con dulzura.

—Las chicas no siempre nos sentimos lindas. A veces, tenemos problemas de autoestima —dice encogiéndose de hombros.

—¿Tú los tienes? —pregunto asombrado y con preocupación, ella asiente con timidez.

—No sé cómo explicarlo, solo, me hizo sentir perfecta, hermosa, importante. Tiene palabras para todo, es de esa gente que te genera confianza, tanta que sabes que puedes contarle lo que desees —añade con mirada soñadora.

—Me alegra, pero, nunca está demás cuidar lo que uno dice. No exponerse demasiado, Taís. No confiar demasiado. Solo me preocupo por ti, no quiero que nadie te lastime, pero si esa mujer te hace sentir bien, ya me cae bien. —Ella sonríe y me besa en la mejilla, me dice que irá a bañarse y luego con cena en mano, pasamos al estudio.

 —Ella sonríe y me besa en la mejilla, me dice que irá a bañarse y luego con cena en mano, pasamos al estudio

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Las siguientes dos semanas fueron simplemente perfectas. Carolina y yo éramos inseparables. Me cercioraba que comiera pero no le controlaba ni las comidas, ni las raciones, ni mucho menos la atosigaba con preguntas respecto a sus atracones o posibles vómitos. No podía hacer mucho al respecto y no era un iluso. Sabía que los trastornos alimenticios eran un problema grave y debían ser tratados por profesionales.

Lo que me queda de ti © (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora