11. Beso.

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Taís y yo estamos lavando los platos luego de la cena, ella ha puesto una música en su celular y se menea de un lado al otro bailándola mientras terminamos de arreglar la cocina

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Taís y yo estamos lavando los platos luego de la cena, ella ha puesto una música en su celular y se menea de un lado al otro bailándola mientras terminamos de arreglar la cocina.

—Mañana saldré con Rodri —dice emocionada.

—Bien, ¿irán al cine? —pregunto y ella asiente.

—No tengo ensayo así que me buscará luego de la clase de maquillaje e iremos al cine y a cenar. Así que vendré directo para nuestro encuentro —añade guiñándome un ojo.

—Me alegra —sonrío, espero que sea un buen chico.

—¿Sabes? Le pregunté a Lina, mi profe de jazz, si no le gustaría salir contigo. Obvio que le hablé mucho de ti. Le dije que eras guapo, inteligente, y unas cosas más. Ella está interesada —dice riendo con picardía.

—Pensé que ya aclaramos eso, Taís —respondo un poco fastidiado.

—Bueno, solo piénsalo... Ahora mejor lee —agrega tratando de que deje pasar el tema y no me enoje, me regala una de esas sonrisas a la cual no me puedo negar. 

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La siguiente cita no intentó escabullirse, de hecho, que hiciera eso hubiera sido ya el colmo. Los días antes de la fecha de la cita me dediqué a hacerla sentir lo mejor que podía, a ganarme su confianza para que supiera que podía contar conmigo, ser ella misma. No necesitaba esconderse tras ninguna máscara, yo podía ver lo que ella era en realidad y eso me gustaba.

JuanPi se empezó a alejar de mí, pues yo siempre estaba con ella, me decía que había cambiado, que era otra persona. Pero yo no lo veía, pensaba que seguía siendo el mismo chico de siempre, solo que él no me entendía más. Nos quedamos unidos, ella y yo en aquella burbuja. Estábamos siempre juntos, no necesitábamos de nadie más, nuestro mundo era perfecto. Conversábamos de todo, música, libros, deportes. No había nada que no pudiera hablar con ella. Nos encontramos contándonos secretos, sueños, temores, imaginando un futuro en el cual seguiríamos juntos.

La verdad era que ella me gustaba, y mucho. Toda ella me llamaba de una forma más profunda que una simple amistad. Estaba hipnotizado con su belleza, con su sonrisa cantarina, su mirada esmeralda y sus ojitos pícaros. Esa mezcla de niña mujer era perfecta, por un lado parecía inocente, pero no lo era, se notaba apasionada y arriesgada en ciertas conversaciones.

Lo que me queda de ti © (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora