Cuando llego a casa encuentro un ramo de flores en la entrada. Rodrigo y Taís están sentados en el sofá viendo una película. Apenas me ven sonríen y el chico se levanta.
—Debo irme, amor... Te llamaré mañana. —Se despide besándola en los labios.
—¿Ya te vas? —pregunto saludándolos. Él siempre se queda a cenar con nosotros.
—Sí... es que mi madre me ha pedido que fuera con ella a un sitio. No quiero ir pero no puedo decirle que no. —Se encoje de hombros—. Solo estaba esperando a que llegaras.
Hacía semanas que le había dicho a Rodri que me tuteara, el que me hablara de «señor» me hacía sentir demasiado viejo.
—Bueno, entonces no te retraso más —sonrío y voy a la cocina a preparar algo y dejarlos despedirse como a todos los novios adolescentes les encanta, por media hora o más.
Cuando oigo la puerta cerrarse voy a sentarme al lado de Taís.
—¿Todo bien? —pregunto intentando que todo sonara natural, ella asiente. Sus ojos ya no brillan como antes.
—¿Me lees qué pasó con tu historia? Siento que la hayamos dejado de lado. —Se disculpa.
—No lo sientas, me has ayudado mucho a ver las cosas de otra forma, creo que esta terapia de alguna forma está dando resultado. Tu y yo saldremos de esto renovados... ya lo verás. —Ella sonríe y me abraza. Un rato después traigo el libro para leer.
Aquella mañana de sábado la fui a buscar. Estaba entusiasmado por nuestro fin de semana y el festejo de nuestro aniversario. Le había comprado un libro de regalo, sabía que le encantaría porque lo estaba buscando desde hacía mucho. Además llevaba una película para que viéramos juntos.
Se suponía que nos encontraríamos en una esquina un poco retirada de su casa, allí la recogería para que fuéramos a ese sitio que quedaba a una hora de allí, una casa de campo que era de su familia.
La visualicé allí esperándome, se encontraba con Alelí que ya estaba con su novio quien también debía buscarla allí. Apenas me vio sonrió entusiasmada. Estaba vestida con un pantalón negro y una blusa suelta del mismo color. Traía una camperita rosa atada a la cintura y una mochila enorme y muy cargada de color negro con estrellas blancas colgaba de su hombro. Sus cabellos rubios estaban sujetos en una coleta alta. Me saludó con la mano mientras yo estacionaba en frente, justo atrás del auto del novio de Alelí. Ellos también me saludaron y luego los vi despedirse. Entonces ella vino corriendo hacia mi vehículo.
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Lo que me queda de ti © (#1)
General Fiction*** PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL - JULIO 2019 *** Dicen que nada pasa por casualidad, que cada persona llega a nuestra vida con un objetivo y nos trae un aprendizaje. Algunas se quedan por mucho tiempo a nuestro lado, otras, solo un poco y lueg...