19. Te amo

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Las cosas no parecen mejorar y estoy preocupado, a Taís le sigue doliendo mucho el tobillo y el médico nos ha mandado a hacer algunos estudios. Tiene que caminar con muletas porque le es imposible posar el pie en el suelo. Acabamos de salir de la clínica de hacerse unas radiografías y una resonancia magnética, tenemos un par de horas libres para retirar los resultados y llevárselos de nuevo al doctor. Decido invitarla a comer algo para distraerla.

—¿Has traído el cuaderno? —me pregunta cuando ya estamos terminando nuestro almuerzo, aún queda una hora hasta el turno con el médico pero nos vamos a quedar aquí en el restaurante porque ella no puede caminar mucho.

—Sí... —asiento. Ella siempre precavida y teniendo en cuenta que probablemente deberíamos esperar en el médico, me pidió que lo trajera para poder leerlo en algún tiempo que nos quede. Llevamos muchos días sin continuar con la historia.

—Bien... Leamos, así me entretengo y no pienso en nada más —sonríe y yo abro el cuaderno en la página donde lo habíamos dejado.

 Leamos, así me entretengo y no pienso en nada más —sonríe y yo abro el cuaderno en la página donde lo habíamos dejado

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Durante el camino de regreso no hablamos, ambos íbamos pensando en todo lo que probablemente iba a suceder. Para lo único que hablé fue para preguntarle si se cuidaba a lo que ella respondió que no, así que me detuve en la farmacia para comprar protección. Ella me esperó en la camioneta.

Cuando llegamos al lugar nos dirigimos de la mano a la habitación. No sabía en qué pensaba ella, pero yo estaba muerto de ansiedad, nervios y... emoción. Quería hacerle sentir las cosas más bellas esa noche, quería comportarme como un hombre de verdad, respetar sus tiempos, buscar su máximo placer y hacerla olvidar de cualquiera de las experiencias que vivió antes de mí.

Cerramos la puerta y reímos nerviosos, nos quedamos allí parados, mirándonos el uno al otro sin saber cuál era el siguiente paso para dar. La abracé y empecé a besarla. La química de nuestra piel, siempre intensa y abrumadora, hizo el resto. Los besos se tornaron densos, calientes y la ropa comenzó a estorbar.

La luz de la mesa de noche estaba prendida y ella me pidió que la apagara.

—No quiero... no me gusta mi cuerpo —repitió y yo solo negué.

Lo que me queda de ti © (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora