Dulce Tortura

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DULCE TORTURA

Él... tan perfecto... mi niño de ensueño... Él. El dueño de mis fantasías más extrañas... el amo de mis pensamientos y el gobernante de mi corazón.

Ama torturarme, ama saber que me derrito en sus brazos... le fascina, lo sé. Disfruta viéndome suplicar, disfruta viéndome enamorada y sumisa. Tal vez es su más grande anhelo.

Cuando me tiene en sus brazos, completamente a su merced... soy tan vulnerable, sé cómo le deleita... lo siento... tal vez porque sabe que soy totalmente para él, y que eso nada lo cambiaría, pero soy consciente de que cualquiera que sea el motivo... Lo que cautiva su mente y alma, es la tortura que me aplica cada día.

Ha encontrado numerosas maneras de dejarme con el deseo impregnado en mí ser, pero esta tarde... sé que siente un placer perverso al hacerlo. Después de haberme martirizado con días enteros sin poder probar sus dulces labios.

Me acercó con terneza a su regazo, estábamos en una poblada vereda, ¡Qué lugar más público! Fue el momento en que mi carcelero, comenzó la dulce agonía... su aliento extremadamente tibio contra mi oído, una sensación más que satisfactoria comenzó a recorrer toda mi médula, mas, de inmediato comencé a querer y buscar más de esa experiencia... Pareció brindármela gustoso, pero solo era otro de sus juegos... En el instante en que decidí que sus labios eran mi meta, para saciar todo esa sed de amor... Me los negó. Vi su sonrisa, macabra y divertida... De inmediato caí en cuenta de que no podía mover mis piernas, y él me tenía atrapada por la cintura... Amarrada a él como estaba, el continuó su tarea, nuevamente... introdujo su aliento en mi oído derecho, sentí luego sus dientes, se empeñaba en darme una diminuta probada de lo que sabía que no me daría. Sé que le encantaba saber cómo estaba por dentro, cuán profundo había llegado tal castigo.

Los minutos pasaban, pero yo los percibí como eternas horas... Entonces llegó a la cúspide de mi calvario, "Vete, es hora" me quedé estática, a tiempo que él sonreía con malicia... Pero aun así, aquella sonrisa era preciosa. "¿Enserio?" tuve que preguntar "Sí, ya es tarde" realmente no sabía si reír del chiste o llorar de la frustración. "Está bien" acepté con ira mal disimulada.

Me pegué a su boca para darle al menos un casto beso en la comisura de los labios, a manera de despedida... Pero tuvo la osadía de esquivarme "¿Enserio?" volví a preguntar, no me respondió, me dio un simple beso en la mejilla, "Adiós" me dejó marchar...

Ya en casa me puse a reír, pensando en cómo se estaría divirtiendo recordando cómo me tenía hace pocos instantes...

Probablemente cosas y días como este son los que me hacen amarlo más. Su dulce tortura, mi agonía, mi martirio... pero a la vez... mi Rey y mi amor eterno.

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JakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora