Capitulo 18.

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Me asusta un ruidoso aporreo en la puerta.

—¡DESPIERTA, BELLA DURMIENTE!—exclama armoniosamente Blaine desde el otro lado.Ni siquiera me acuerdo de cuando volví a quedarme dormido después del sueño. El sol entra por una rendija entre las cortinas, concentrándose en la moqueta color café justo debajo de la ventana. Me levanto y, después de quitarme de la cara el pelo alborotado,voy a abrir la puerta antes de que despierte a todo el motel.Me mira embobado cuando abro.

—Joder —dice repasándome con la mirada—, ¿qué coño intentas hacerme?

Me miro, tratando de sacudirme la pereza del todo, y me doy cuenta de quellevo puestos los pantaloncitos blancos de algodón y la camiseta...Dios mío, ¿en qué momento me quité la camiseta? Cruzo Los brazos e intento no mirarlo a los ojos cuando entra sin más.—Iba a decirte que te vistieras —continúa, sonriendo mientras entra en la habitación con las bolsas y la guitarra—, pero la verdad es que si quieres puedes ir tal y como estás.Meneo la cabeza, ocultando la sonrisa que asoma a mi cara.Se deja caer en la silla que hay al lado de la ventana y deja sus cosas en el suelo. Lleva unos pantalones cargo cortos color café que le llegan justo por debajo de la rodilla, una camiseta gris oscura lisa y esas zapatillas de deporte bajas, negras, con calcetines de esos que no se ven o sin calcetines. Me fijo en el tatuaje del tobillo: parece una especiede dibujo celta circular, justo sobre el hueso. Y está claro que tiene piernas de corredor, las pantorrillas desarrolladas y los músculos marcados.—Espera que me prepare —pido mientras voy hacia la bolsa, que está en el mueble alargado donde descansa el televisor en el otro extremo.

—¿Cuánto vas a tardar? —pregunta,y capto un dejo de interrogación en suvoz. Al recordar lo que dijo en casa de su padre, pienso primero lo que voy acontestar y sopeso mis opciones: ¿mi media hora de siempre o el me-pongo lo-primero-que-pille-y-listo? Él me ayuda a resolver el dilema:

—Tienes dos minutos.

—¿Dos minutos? —repito.

Él asiente, risueño.—Ya me has oído: dos minutos. —Levanta dos dedos y los mueve—.Accediste a hacer lo que yo dijera,¿recuerdas?

—Ya, pero pensé que sería alguna locura del tipo hacer un calvo desde un coche en marcha o comer bichos.Enarca una ceja y mete la barbilla como si acabara de darle dos ideas.—Con el tiempo le enseñarás el culo a alguien desde un coche y te comerás un bicho, todo se andará.

«¿Qué coño acabo de hacer?»Echo la cabeza hacia atrás en señal de oposición y vergüenza y me llevo las manos a las caderas.—Si te crees que voy a... —Me doycuenta de que su sonrisa ahora es algo más del tipo colegial pícaro, me miro ycaigo en que los brazos ya no me cubre los pezones. Suelto un bufido y me quedo con la boca abierta—. ¡Blaine! Él baja la cabeza fingiendo estar avergonzado, pero lo único que consigue con esa forma de mirarme con los párpados caídos es parecer más zorro aún.«Es que es un bombonazo...»

—Eh, que eres tú el que prefiere quejarse de las reglas básicas a quitar de mi vista tu delantera: debería advertirte de que mis ojos tienen vida propia.

—Sí, y apuesto a que no es lo único tuyo que tiene vida propia. —Sonrío y cojo la bolsa para, a continuación, entrar descalzo en el cuarto de baño y cerrar la puerta.Cuando me miro en el espejo veo que mi sonrisa es como una de esas fotos de estudio cursis de los ochenta.Vale, dos minutos. Me pongo una camiseta y unos vaqueros corriendo, dando saltitos para que me pasen. Cremallera. Botón. Me Cepillo los dientes a fondo. Un poco de Listerine. Enjuague. Gárgaras. Lo Escupo. Me desenredo el pelo y lo peino de una manera despeinado. Okay...un poco de fijador...¡POM! ¡POM! ¡POM!

—¡Tus dos minutos han terminado!

Me pongo el fijador de todas formas. Sé que Blaine está sonriendo al otro lado de la puerta, y cuando la abro un segundo más tarde compruebo que tenía razón: está con los dos brazos levantados por encima de la cabeza,apoyados en la jamba. Al tener los brazos en alto, la camiseta se le hasubido, dejando a la vista parte de la marcada tableta de chocolate. Una fina línea de vello le baja desde el ombligo y se pierde bajo los pantalones cortos.

—¿Lo ves? Mírate. —Silba mientras me impide el paso, pero está claro que de nosotros dos no es a mí a quien miro—. Lo sencillo es sexy. Lo empujo, aprovechando la oportunidad perfecta para ponerle las manos en el pecho, y me deja pasar.

—No sabía que intentaba estar sexy para ti —afirmo de espaldas mientras meto en la bolsa la ropa con la que he dormido.

—Vaya, pero míralo —continúa—:sencillo, sexy y desorganizado. Me siento orgulloso.

Ni siquiera me he dado cuenta: he metido la ropa en la bolsa sin tan siquiera pensar en doblarla. Así que lo de mi manía del orden no es clínico;sólo soy de los que creen que lo son por ser metódicos en algunas cosas. Así y todo, doblar la ropa y tratar de ser cuidadoso es algo que he hecho desde que tenía unos once años.

Nadie como tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora