Capitulo 22

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  Me odio por haber dejado que se fuera,pero tenía que ser así. No puedo hacer esto. No puedo dejarme caer en el mundo que es Blaine Anderson, aunque mi corazón y mis deseos me digan que lo haga. No es sólo que tenga miedo de que vuelvan a hacerme daño —todo el mundo pasa por esa etapa, y puede que yo ni siquiera haya salido de ella aún del todo—, es que es mucho más.No me conozco.No sé lo que quiero ni cómo me siento ni cómo debería sentirme, y tampoco creo que lo haya sabido nunca.Sería un egoísta si dejara entrar en mi vida a Blaine. ¿Y si se enamora o quiere algo de mí que no pueda darle?¿Y si añado un corazón roto a la muerte de su padre? No quiero tener su dolor sobre mi conciencia.Me vuelvo de repente y miro de nuevo la puerta, recordando el aspecto que tenía Blaine justo antes de cruzarla. Puede que esto ni siquiera sea nada.Menudo creído estoy hecho, pensar tan siquiera que pueda enamorarse de mí.Puede que sólo quiera un amigo con derecho a roce o un rollo de un día.Mi cerebro bulle con un sinfín de pensamientos caóticos, de los cuales tengo la sensación de que ninguno es bueno y sé que todos son posibles. Voy al espejo y me miro, miro a los ojos aun chico que me da que conozco, pero con el que nunca me he llevado bien. Me siento al margen de mí mismo, de todo.«¡Mierda!»Aprieto los dientes y estrello las manos contra el mueble del televisor.Luego cojo unos pantalones cortos de algodón negros y me voy a la ducha. Paso una eternidad debajo del agua, no porque me sienta sucio, sino porque estoy hecho una mierda. Sólo puedo pensar en Blaine. Y en Sebastian. Y en por qué siento esta extraña e irritante necesidad de pensar en los dos a la vez.Después de que el agua caliente me quite la primera capa de piel, salgo,cojo la toalla y me seco desnudo el pelo delante del espejo. Después me dirijo ala habitación para vestirme, porque no he cogido boxers limpios. Por último me peino el pelo medio seco y dejo que termine de secarse al aire, apartándomelo de la cara.Oigo que Blaine está tocando la guitarra de nuevo al otro lado de la pared. El televisor sigue berreando y me cabrea, así que me acerco y lo apago para poder oír mejor la música.Me quedo quieto unos segundos,escuchando las notas que atraviesan la pared y se cuelan dolorosamente en mis oídos. No es una melodía triste, pero por algún motivo me resulta doloroso escucharla. Al cabo, cojo la llave de mi habitación, me pongo los zapatos y salgo. Después de pasarme la lengua nerviosamente por los labios secos,respiro hondo, trago saliva y levanto la mano para llamar con suavidad a su puerta.La guitarra para y unos segundos después la puerta se abre.Él también se ha duchado. Aún tiene el pelo negro mojado, algunos mechones un poco despeinados por delante, sobre la frente. Me mira, sin camiseta y con nada más que unos cargo cortos negros. Intento no mirarle los abdominales morenos ni las venas que le recorren los brazos y que en cierto modo parecen más pronunciadas ahora que se le ve el resto de la piel.«Ay, Dios... ¿Y si me voy?...»No, he venido a hablar con él y eso es lo que voy a hacer.Por primera vez le veo el tatuaje del costado izquierdo y me entran ganas de preguntarle por él, pero lo dejo para más tarde.Me sonríe con dulzura. 

—Empezó hace un año y medio —digo sin preámbulos—, una semana antes de que acabara el instituto... Mi novio murió en un accidente de coche.

 Su dulce sonrisa se borra y sus ojos se ablandan, dejándome ver una compasión que demuestra que lo siente por mí, y en su justa medida, sin que parezca falso o exagerado.Abre del todo la puerta y entro. Lo primero que hace antes incluso de queme siente en el extremo de la cama es ponerse una camiseta. Quizá no quiera que me dé la impresión de que intenta distraerme o flirtear, sobre todo cuando he venido a contarle algo que a todas luces es doloroso. Lo respeto más si cabe por eso. Ese gesto pequeño,aparentemente insignificante, dice mucho de él, y, aunque puede que sea una lástima que haya ocultado ese cuerpo, me parece bien. No es a eso a lo que he venido.Creo...En sus ojos verdes hay una especie de tristeza auténtica, mezclada con un aire meditabundo. Apaga la tele y se sienta a mi lado, igual que hizo en mi cama, y me mira, esperando pacientemente a que continúe. 

Nadie como tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora