Me tumbo de inmediato y clavo la vista en el negro cielo. Probablemente
pudiera contar todas esas estrellas si lo intentara, solamente como distracción,
pero tengo a mi lado una distracción mucho mayor de lo que podrían serlo todas las estrellas del universo.
Debo parar esto, y pronto.
-Es que soy una compañía muy buena -bromeo, risueño-. Y vi ese culito
tuyo meneándose en la cama la otra noche, así que, sí, comprendo que tiendas más a pensar en mi cabeza entre tus piernas que en cualquier otra cosa.
Sólo intento que cambie de humor, que vuelva a estar alegre, aunque eso
signifique que me dé un cachete y me acuse de romper la promesa de como si
nunca hubiera pasado.
Y me da, justo después de levantarse y apoyarse como yo en los codos.
Se ríe.
-¡Qué asqueroso!
Me río con ganas; echaría la cabeza hacia atrás si no la tuviera apoyada en el suelo.
Luego se me acerca más, apoyado en un codo mientras me mira. Noto la
suavidad de su pelo en el brazo.
-¿Por qué no quisiste besarme? -pregunta, y me sorprende-. Cuando me
lo hiciste anoche no me besaste, ¿por qué?
-Sí que te besé.
-No fue un beso propiamente dicho -puntualiza.
Y está tan cerca de mis labios que me entran ganas de besarlo ahora, pero no
lo hago.
-No sé cómo me siento al respecto... No me gusta cómo me siento, pero no
estoy seguro de cómo debería sentirme.
-Pues no deberías sentirte mal, hasta ahí llego -digo, siendo todo lo vago
que puedo.
-Pero ¿por qué? -insiste, y su expresión empieza a endurecerse.
Me doy por vencido y digo:
-Porque besar es algo muy íntimo.
Kurt ladea la cabeza.
-Así que no me vas a besar por el mismo motivo por el que no me vas a
follar, ¿es eso?
Se me pone dura en el acto. Espero de verdad que no se dé cuenta.
-Sí -respondo, y antes de que pueda decir nada más se me sienta encima a
horcajadas.
Mierda, si no sabía que se me ha puesto dura como una roca, está claro que
ahora ya lo sabe. Tiene las rodillas desnudas apoyadas en ambos lados de la manta y se echa hacia adelante, los brazos sosteniendo el peso de su cuerpo, y me da algo cuando roza mis labios con los suyos. Me mira a los ojos y me suelta:
-No intentaré hacer que te acuestes conmigo, pero quiero que me beses.
Sólo un beso.
-¿Por qué? -inquiero.
Es necesario, y mucho, que se me quite de encima. Mierda..., no ayuda
mucho que ahora mismo tenga la polla entre los cachetes de su culo. « Si se
mueve hacia atrás unos centímetros...»
-Porque quiero saber lo que se siente -me susurra en la boca.
Subo las manos por sus piernas y las dejo en la cintura, donde la rodeo con los
dedos. Huele tan puñeteramente bien... Tenerlo así es genial, y eso que sólo está
sentado encima. Ni siquiera atisbo a entender cómo sería sentirlo dentro de mí; la idea me vuelve loco.
Entonces lo noto apoyarse en mí a través de la ropa, las menudas caderas
moviéndose con suavidad, sólo una vez, para convencerme, y luego para y se
queda donde está. La tengo a punto de estallar, y es doloroso. Sus ojos estudian
mi cara y mis labios, y lo único que me apetece es arrancarle la ropa y metérsela.
El se inclina y apoya sus labios en los míos, deslizando la cálida lengua en
mi reacia boca. Mi lengua se mueve contra la suya despacio, saboreándola
primero, sintiendo su humedad tibia cuando empieza a enredarse con la mía.
Respiramos hondo en la boca del otro e, incapaz de resistirme a el o negarle ese
beso que me pide, le cojo la cara entre las manos y la aprieto con fuerza contra
mí, fundiendo mis labios con los suyos con voracidad. Kurt gime en mi boca,
y lo beso con más intensidad, pasándole un brazo por la espalda y acercando a
mí el resto de su cuerpo.
Y entonces el beso se interrumpe. Nuestros labios descansan juntos un largo instante hasta que el se aparta y me mira con una expresión enigmática que no he visto nunca, una que le hace a mi corazón algo que nunca he sentido antes.
Luego se demuda y la expresión se desvanece en la negrura, sustituida por
algo confuso y herido, pero el intenta ocultarlo sonriéndome.
-Con un beso así probablemente no tengas que acostarte nunca conmigo -
asegura con una sonrisa juguetona como para ocultar algo más profundo.
No puedo evitar reírme; es un poco ridículo, pero dejaré que crea lo que
quiera.
Se aparta y se tumba de nuevo a mi lado, descansando la cabeza en sus
manos entrelazadas.
-Son bonitas, ¿no?
Miro las estrellas con el, pero en realidad no las veo; sólo puedo pensar en el y en ese beso.
-Sí, son bonitas.
« Como tú...»
-¿Blaine?
-¿Sí?
Mantenemos la vista fija en el cielo.
-Quería darte las gracias.
-¿Por qué?
Tras una pausa, Kurt contesta:
-Por todo: por hacerme meter tu ropa en la bolsa de cualquier manera en
lugar de doblarla y por bajar la música en el coche para que no me despertara o
por cantar canciones de pasas. -Ladea la cabeza y yo hago lo mismo. Entonces
me mira a los ojos y añade-: Y por hacerme sentir vivo.
Una sonrisa me alegra la cara, aparto la mirada y replico:
-Bueno, todo el mundo necesita que alguien lo ayude a volver a sentirse vivo
de vez en cuando.
-No -niega el con gravedad, y la miro de nuevo-, no he dicho « volver» , Blaine; por hacerme sentir vivo por primera vez.
Mi corazón reacciona al oír sus palabras, y no puedo responder. Pero
tampoco puedo dejar de mirarlo. La razón me dice otra vez a gritos que pare esto antes de que sea demasiado tarde, pero no puedo. Soy demasiado egoísta.
Kurt sonríe con dulzura y yo sonrío a mi vez. Después los dos miramos
nuevamente las estrellas. La calurosa noche de julio es perfecta, con una ligera
brisa que recorre el vasto espacio y ni una sola nube en el cielo. Hay miles de
grillos y ranas y algunos chotacabras cantando en la noche. Siempre me ha
gustado escuchar a esos pájaros.
El silencio se ve roto de pronto por la voz estridente de Kurt, y el sale de
la manta más de prisa que un gato de una bañera.
-¡Una serpiente! -señala con una mano mientras se tapa la boca con la
otra-. ¡Blaine! ¡Está ahí! ¡Mátala!
Pego un salto cuando veo algo negro que se desliza por el extremo de la
manta. Retrocedo de prisa para mantenerme a distancia y luego me dispongo a darle un pisotón.
-¡No-no-no-no! -chilla Kurt, moviendo las manos-. ¡No la mates!
Lo miro confuso.
-Pero si acabas de pedirme que la mate.
-No lo decía literalmente.
Sigue flipando, la espalda ligeramente arqueada como para proteger el resto
de su cuerpo de la serpiente, lo cual es para partirse.
Levanto las manos con las palmas hacia arriba.
-Entonces, ¿quieres que haga como que la mato? -me río y sacudo la
cabeza, es muy gracioso.
-No, es sólo que... ya no voy a poder dormir ahí. -Me coge del brazo-.Vámonos, anda.
Tiembla como una hoja, e intenta no reírse y llorar a la vez.
-Vale -accedo, y me agacho para coger la manta ahora que la serpiente
ya no está. La sacudo con una mano, puesto que Kurt me agarra el otro brazo
como si le fuera la vida en ello. Le doy la mano y echamos a andar en dirección
al coche.
-Odio las serpientes, Blaine.
-Ya lo veo.
Hago un gran esfuerzo para no reírme.
Mientras cruzamos el campo, empieza a tirar de mí un poco, cogiendo ritmo.
Suelta un grito cuando un pie casi descalzo pisa un inofensivo montículo de tierra blanda, y veo que podría desmayarse antes de que lleguemos al coche.
-Ven aquí -le digo deteniéndolo en mitad de la carrera.
Lo sitúo detrás y lo ayudo a subir a mi espalda, me rodea la cintura con las piernas y yo le agarro los muslos.

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Nadie como tú.
Roman d'amourKurt tiene veinte años. Ahora que ha acabado sus estudios, está a punto de entrar en una nueva etapa de su vida. Le espera un trabajo, la ciudad y compartir piso con su mejor amiga Rachel. A veces duda de que esto sea lo que realmente quiere hacer...