Capítulo 48 "Yo sé exactamente quién eres"

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Capítulo 48 "Yo sé exactamente quién eres"

Corremos por dónde Eric nos indicó, la calle está desierta, así que seguimos corriendo, rumbo a la entrada de la arboleada, pero un grito nos hace bajar la velocidad, giro el rostro solo para ver al hombre rapado que reconozco como uno de los líderes, lo veo levantar el arma y apuntarnos.

-¡Nos apunta! – grito y Cuatro nos hace girar a la esquina justo cuando el disparo suena cortando el aire. Un quejido de Tris nos hace mirarla.

-¿estás bien? – pregunta Cuatro tomándola de la cintura y mirándola, ella asiente frenéticamente y cuando estamos por retomar camino, un grupo de osados con armas en alto giran de la calle paralela a la que veníamos para quedar frente a nosotros.

-Suelten sus armas – la voz a nuestras espaldas pertenece al rapado que nos apunta aún con su pistola. Lo hacemos y los soltados se apresuran a ponernos esposas de cinta, sujetas con un arnés. Después nos arrastran hasta una de las casas grises, me sorprendo que al entrar esté lleno de computadoras y Eruditos, entre ellos Jeanine y mi padre. Un escalofrío me recorre, Eric no está aquí para mantener a mi padre a raya. La sonrisa cruel en su rostro me confirma que él lo sabe. Jeanine se gira cuando mi padre alza las cejas en nuestra dirección.

Dirige sus fríos ojos azules hacia Cuatro, luego a Tris y luego a mí.

-Tobías Eaton – murmura dándole una apreciativa mirada, Cuatro solo mantiene fija la suya. – Y tú, Beatrice – mira ahora en dirección de mi amiga, ella respira rápidamente con mechones de su cabello sueltos de la coleta – creí que lo que percibía en ti era inteligencia – Cuatro mira a Tris y luego a Jeanine.

-Quizá usted no sea tan lista como cree – Jeanine lo mira y antes de que pueda contestar, Tris habla.

-¿Por qué ataca a esta gente inocente? – pregunta y Jeanine vuelve a enfocar en ella su atención, hace una mueca de no entender.

-¿Gente inocente? – Pregunta con incredulidad – Si no se detiene a Abnegación, destruirá el sistema de facciones – Tris la mira y niega suavemente con la cabeza – Puede decirse lo mismo de... ustedes – mira a Tris de pies a cabeza. – Alguien tiene que detenerlos. Si no, se perderá la paz – me mira y parece algo enternecida. – ¿Elizabeth? –

-La paz ya está perdida – respondo – ustedes la destruyeron... la están destruyendo – ella sacude su cabeza, su corto cabello rubio moviéndose con elegancia.

-La naturaleza humana la destruyó, quienes vemos eso, estamos llamados a proteger a los demás – Niego con la cabeza y miro a mi padre, él me mira fijamente y niega cuando nuestros ojos se encuentran- restauraremos la paz – miro de nuevo a Jeanine – pero esta vez...será duradera – una risita molesta me hace mirar a Tris.

-¿Y qué si se equivoca? – Jeanine la mira frunciendo levemente los labios y se acerca un paso sin despegar la fría mirada de ella, luego simplemente mira a Cuatro y lo estudia, él la mira frunciendo el ceño, se gira hacia el hombre rapado.

-Tráelo con nosotros – murmura y luego se gira con Tris, la mira y presiona sus dedos en el brazo de mi amiga y ella se queja, cuando la rubia retira los dedos, los veo llenos de sangre, Tris está herida y yo apenas lo estoy notando. – Está herida – murmura mirando sus dedos – cualquier resultado sería incierto – la mira y luego a mí y luego a Cuatro – pueden deshacerse de ella – abro mis ojos lo más que puedo y forcejeo cuando los hombres que me tienen sujeta tiran de mí lejos de Tris, veo como Cuatro logra zafarse y con una mano toma la chaqueta azul de Jeanine, la jala, pero los soldados reaccionan rápido y lo separan de la líder antes de que pueda lastimarla, lo golpean con fuerza hasta dejarlo hincado, Jeanine lo mira con rabia mientras se acomoda su chaqueta, luego, el hombre rapado golpea con fuerza la mandíbula de Cuatro, dejándolo desorientado, Tris y yo nos removemos cuando vemos el hilo de sangre cayendo de la comisura de sus labios – Elizabeth – me llama y yo la miro, sus ojos azules se entrecierran – tu padre se encargará de ti, también vienes con nosotros – le hace una seña con los dedos a los hombres que me sujetan.

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