Acepto... más o menos

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Nathaniel se sintió abrumado al sentir a Alya rondando tras de él. A pesar de no decirle absolutamente nada, sentía su mirada. La chica estaba esperando con ansias el cambio de opinión del chico. Nathaniel no aceptaría, eso estaba claro. No obstante se sorprendió que después del recreo se encontrase con su folder... el folder amarillo que le había dado a Alya con los dibujos. Y una nota: 'Si no aceptas mejor te lo regreso todo.' Le pareció extraño. <<¿Qué intentas con esto, Alya?>> se preguntó sin entender nada de nada.

Las clases pasaron rápido a comparación de días pasados, y por primera vez en varias semanas prestó una mínima de atención a lo que las maestras decían de sus materias... aunque si le preguntaran qué aprendió él respondería que nada.  Igualmente Chloé se había ausentado (algo bastante extraño) y así las clases estuvieron sumamente tranquilas. Al sonar el timbre de la salida, sus compañeros salieron corriendo y alegres. El lunes había terminado y consigo las ganas de regresar a casa. A decir verdad no le agradaba mucho estar solo en casa, a pesar de que su padre le dijo que debiese quedarse con la señora Tournon, como si fuese un pequeño de siete años de nuevo, Nathaniel prefería estar en la soledad y seguridad de su cuarto, junto con sus lápices y cuadernos de dibujos, al igual que con sus pinturas y algunos cuadros.

Él era un 'Artista'... pero los artistas también necesitan de variedad, por eso Nathaniel se había emocionado tanto por lo que le había pedido Alya. Le entristeció un tanto que le regresase los dibujos, sin contar con toda la emoción que había mostrado al tenerlos entre los dedos y poder admirarlos. <<Que lástima>> pensó con algo de decepción al bajar las escaleras del salón. Se había perdido en sus pensamientos, entonces sus compañeros salieron antes que él.

No se esperó encontrarse con la morocha en la entrada de la escuela. Nathaniel la divisó desde lejos. Estaba algo ansiosa, se notaba por su manera de moverse. No obstante el pelirrojo estaba a punto de pasar de largo hasta que la chica le paró del hombro. Y con un intento de voz suave dijo:

—Nathaniel —comenzó. El pelirrojo, al no querer ser grosero, volteó encontrándose con una sonrisa—. Por favor, Nathaniel, eres maravilloso en esto del dibujo, no le podría pedir a nadie más que hiciera esto. Aparte sería sencillo para ti, ya que, bueno, es nuestro compañero y...

—Alya —le interrumpió con algo de pena. Se alejó unos pasos de la morocha que lo miraba confundido. Desvió la mirada mostrando lo apenado que estaba—. Alya, me gustó mucho haber hecho los otros dibujos para ti, no obstante tengo mis razones para no aceptar lo que me estás...

—Pero, Nathaniel —Puso una mirada suplicante.

—Pidiendo —terminó la frase—. Debería ya irme —dijo antes de hacerlo.

Comenzó a bajar los escalones de la entrada, y al llegar al final de éstas:

— ¿Esa es la chica? —Y comenzó a escucharse unas carcajadas algo roncas. La voz de la anciana sonó juguetona, se estaba burlando de Nath. Quien al escucharla se sonrojó. Algo sorprendido fue con la señora Tournon.

— ¿Qué hace aquí?

La señora Tournon, con ropas simples (no se me ocurre nada, lo siento), estaba parada a un lado de las escaleras de la escuela de Nathaniel. El pelirrojo no supo si sonreírle o no, ni le había saludado.

—Vengo a por ti pequeño, tengo que estar contigo así que... —La mujer hizo un gesto con una dulce sonrisa—. Vamos por algo de comer, ¿no te parece?

Nathaniel se sintió como un niño pequeño. Estaba algo rojo por la vergüenza e internamente esperó que nadie lo viese. No era como si de verdad fuese invisible. Afortunadamente nadie le prestó atención, y lo confirmó al voltear, en un intento disimulado, a su alrededor.

Todo gracias a Alya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora