Los rayos del sol le daban aquel brillo dorado al río Sena mientras avanzaba la tarde. Turistas casuales iban en pequeñas embarcaciones mientras una voz cansada les indicaba qué tenían a la izquierda y qué a la derecha. Ellos, emocionados, tomaban fotos a lo que serían monumentos reconocidos, o tan sólo por tener fotos de la grandiosa ciudad de París.
En uno de esos botes, la guía y el capitán de éste, no podían estar más aburridos en su trabajo. Las fotos y la monótona voz de la señorita guía pararon en el momento en que se escuchó un grito, que se acercó más y más junto con el punto rojo que caía del cielo. El grito se silenció al aterrizar en la cubierta del barco. Puntos negros en un fondo rojo era lo que se veía, delineado por curvas femeninas.
Tanto la chica que había caído en uno de los pasillos de madera, como algunos pasajeros mismos, que sintieron el golpe como propio, emitieron un sonoro '¡ouch!'.
—No puedo creerlo, señoras y señores, la persona que acaba de abordar el barco es la maravillosa, y muy reconocida, superheroína Ladybug —anunció emocionada la guía después de haber salido de su estupor.
Lo siguiente que la chica en el traje de mariquita supo fue que bastantes turistas comenzaron a tomarle fotos, mientras ella estaba tendida en el suelo. Casi todo el tiempo podía ser la chica menos reconocida, pero ese traje y antifaz la hacían alguien súper famosa, cosa que no le molestaba en lo absoluto.
—Hora de volver al trabajo.
De un salto se puso de pie, sacó su yoyo, lazándolo hasta el próximo puente, a unos cuantos metros ya. Sin embargo, algo captó su atención. Debajo de uno de los bancos sobresalía un pedazo de cuerda. <<Perfecto>> pensó de inmediato al tomar el objeto y jalar de su yoyo.
—Lamento la interrupción. ¡Qué disfruten de París! —exclamó la chica mariquita antes de salir de ahí con rapidez.
Asombro y emoción pintaron los rostros de las personas en el bote. Y ahora la súper heroína, Ladybug, tenía que volver a la acción.
La policía había empezado a despejar las calles cercanas. Y ambos héroes de París habían logrado acorralar a la chica akumizada en la Biblioteca Nacional; o algo así. El pasillo de madera estaba comenzando a ser destruido por unas pinzas gigantes. Un punto negro se movía ágilmente, esquivando la destrucción que la persona akumizada ocasionaba.
— ¿Qué pasó? ¿El ratón ha atrapado al gato? —preguntó la chica al llegar a un lado de su compañero.
—Qué graciosa —el sarcasmo marcaba sus palabras, mientras que sonreía falsamente reforzando su comentario—. Venga, Mariquita, tráenos buena suerte en vez de irte volando.
—Ja ja. ¿Ahora quién es el "gracioso"? —La chica con coletas rodó sus ojos antes de ser empujada sin previo aviso a un lado.
—Debes de prestar mayor atención —Le gritó el superhéroe felino desde el otro lado mientras que la pinza se desprendía de la madera que había destrozado.
—No tienes que recordármelo. ¿Acabamos con esto de una vez?
Ambos enmascarados fueron interrumpidos por el chico que tenía las pinzas. Un par de orbes cafés que los miraban con fiereza le acompañaba a su expresión furibunda.
—Ningún crustáceo debe de ser ignorado. ¡Nunca más!
Ambas héroes no pudieron evitar intercambiar una mirada para nada sorprendida.
—Haz los honores, mariquita —Junto a su comentario no pudo ir otra cosa más que una inclinación y la chica le sonrió, alegre por las payasadas de su compañero.
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Todo gracias a Alya.
FanfictionAlya le pide un favor a Nathaniel, hacerle unos dibujos de cosas varias para un regalo. No obstante, lo último que le pide que dibuje es nada más y nada menos que a uno de sus compañeros de clase, Adrien Agreste, el súper modelo. Nathaniel se niega...