¿Quieres venir?

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Nathaniel no podía contener la alegría y el alivio que le otorgaba la expresión de total sorpresa que la señora Mendeleiv tenía en el rostro, o aún mejor, la de sus compañeros que aplaudían con ánimo. La presentación había concluido y la aceptación de sus compañeros fue lo que les dio la calificación más alta, evitando, por supuesto, que la señora Mendeleiv le pudiera decir algo.

El día anterior, por más sorprendente que pudiera parecer, Nathaniel se había puesto a estudiar como nunca en su vida. Y a pesar de lo mucho que digan que en una noche uno no puede aprenderse la Biblia entera, lo cual no es negable. Pero de lo que sí es verdadero es que el pelirrojo se acordó de lo necesario para poder realizar la presentación siendo un buen compañero con Adrien, y no un estorbo. Como lo pudo haber pensado antes.

—Rêveur, me sorprende que la realización de su proyecto, pues haya sido realizada.

La señora Mendeleiv no era alguien que andase por ahí felicitando a los alumnos. Muchas veces para ella la llamada nueva generación estaba peor que perdida cada vez. Y eso, la molestaba mucho. Nathaniel era un ejemplo de eso. El chico era distraído y siempre muy ensimismado dibujando o durmiendo en su clase; prestando atención solamente a un mundo de ilusiones y fantasías. Y ahora no era momento para la maestra de ciencias de admitir que se sentía sorprendida por ver que podía no estar tan perdido el chico. <<Tal vez tenga una oportunidad en la vida.>> se dijo mientras escribía la calificación en la lista y el siguiente equipo pasaba al frente.

Nathaniel, junto con Adrien, juntaron sus cosas. Todas aquellas cosas que hicieron en el garage del pelirrojo unos días antes, y que en aquel momento estaba regadas por todos lados (aunque eso no pareció importarle a la maestra). Nathaniel, al sentarse, se volteó de inmediato a Adrien. El chico rubio aún tenía una cara de cansancio espantosa, sin embargo no pudo sentirse más que complacido al ser dejado de lado. Porque sí. De alguna manera Nathaniel, con aquel "discurso" que se acabó echando encima para hacer la exposición aún más larga de lo que habían planeado (y adaptándose más a lo que la señora Mendeleiv pedía), se había ganado a su público. Él había salvado la situación y había sido el que recibía casi todo el crédito (hay que recordar que aquel trabajo había sido de dos). Y Adrien no pudo sentirse mejor cuando vio la sonrisa del chico.

<<Ya no parece aterrado.>> Oh, ¿cuantas veces había visto al pelirrojo pasar al frente, encogido de miedo y con la voz temblando, casi haciendo el ridículo frente a sus compañeros? Muchas a lo largo de los meses en que había asistido al colegio. Y siempre le miraba atento. Al principio lo hacía por prestar atención al tema y no al chico. Pero luego, cuando aquel pelirrojo le demostró que para él Adrien no era alguien interesante (de cierta manera). Bueno, la atención cambio de personaje.

—Eso ha salido genial —comentó el rubio con nuna gran sonrisa.

— ¿Verdad?

Y a pesar de guardar silencio el resto de la clase, mientras las exposiciones de sus compañeros terminaban, en serio que les llenaba una sensación de satisfacción bastante grande.

<*<*<*

Entonces las clases pasaron veloces hasta llegar exactamente a la salida. El timbre sonó y todos se alegraron de poder salir de ahí. Aunque Adrien no se apuró. Menos lo hizo Nathaniel, por querer terminar un dibujo más; la felicidad le había llevado a la inspiración.

Adrien subió los escalones que los separaban y se sentó en el asiento de al lado del pelirrojo. Aquel que en un inicio había estado vacío, y ahora, a diario, era ocupado por Marinette. Y a pesar de darle tiempo de terminar lo que sea que estuviese trazando en aquella hoja, a Adrien le entró la curiosidad de saber qué era. No pasó mucho para que intentase ver por arriba del hombro del chico. ¡Oh, como el día se estaba llenando de sorpresas!

Todo gracias a Alya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora