Vuelta de 180º

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— ¡Claro, estaría encantado! —respondió de inmediato. ¡Le estaba volviendo a invitar, y no había tardado tanto! ¿Cómo no estaría feliz?

La alegría de Adrien se le pegó al pelirrojo casi de inmediato. Y, aunque, aún escuchara un poco del murmullo que producían sus  compañeros a lo lejos, no le importaría salir de ahí acompañado por él... <<Espera, ¡¿qué?!>> Y ahí la realidad le golpeó. ¡Había INVITADO a ADRIEN a su CASA! ¡Y se saltarían las clases! ¡¿Y estaba FELIZ por eso?! Ahí la felicidad de Nathaniel dio un vuelco.

Sin embargo pronto se vio siendo agarrado de la muñeca con mucha energía. Adrien había parecido despertar y estaba listo para salir de ahí, con tal de que fuera con el pelirrojo. ¿Qué importaban las clases?

—Pues, ¿qué estamos esperando? —dijo animadísimo.

—E-espera —intentó detenerle antes de saliera corriendo de ahí y que le arrastrara con él. Como hacía unos minutos atrás.

Adrien, por esta vez, le hizo caso. Volteando a verlo, esperando que se explicara.

—B-bueno. No nos podemos ir y dejar aquí nuestras cosas —<<En primer lugar, no me toques.>> le hubiese gustado decir.

Ya no le podía decir que era una broma, eso no era para nada creíble. Nathaniel nunca bromeaba, o no muy frecuentemente, con sus compañeros, mucho menos frente al rubio. Eso sería extraño. No obstante se obtuvo la misma respuesta que deseaba, Adrien le soltó y fue con rapidez por sus mochilas, porque Nathaniel tenía razón.

<<Estoy muy despistado.>> Se avergonzó el rubio, dejando la guitarra en el sofá para ponerse su mochila y pasarle la suya a Nathaniel.

—Gra-gracias —Los colores, sin saber el porque, se le subieron al rostro.

Adrien le sonrió gustoso. Y volvió por su guitarra. La verdad, ya era tiempo de volvérsela a llevar, que si la dejaba ahí las cuerdas empezarían a desgastarse (la verdad no estoy segura de ese dato, aparenten que es verdad). No obstante la voz de Nathaniel le volvió a detener.

— ¿No tienes algún estuche? Sería más cómodo para ti si no la cargaras así —Lo dijo como una alternativa. <<No es como si me preocupara eso realmente, pero mejor tengo unos pasos de ventaja.>> pensó. Y con esa misma intención lo dijo. Adrien no tenía ni idea.

El rubio le vio la lógica a lo dicho. Asintiendo y sonriendo de manera, un poco, avergonzada se detuvo a voltear por todos lados, en busca de la funda. Porque sí la había traído, y dejaos ahí, hacía unas semanas, pero... ¿Ahora donde estaba? No se acordaba. Adrien le ido la espalda a Nathaniel, y éste aprovechó para esbozar una gran sonrisa, porque, al parecer esa excusa le daría más que suficiente ventaja.

El pelirrojo se puso atento. Esperando ya no escuchar sonido alguno. Esa era la última clase antes del receso, no obstante, en serio que no tenía gana alguna para meterse al salón de nuevo.

—Bueno, me adelanto un poco. Te espero afuera —le dijo, en realidad sin esperar respuesta alguna.

— ¿Eh? Ah, sí —dijo, realmente sin prestar tanta atención.

Nathaniel rodó los ojos y se fue yendo. Tenía igual que tener más tiempo porque la posibilidad de no saber cómo regresar por la última parte del recorrido. <<Rayos.>>

Mientras tanto Adrien había dejado sus cosas amontonadas en el sofá. ¿Dónde había dejado esa funda?

—Vaya, ¿y ahora él te da órdenes? —Una voz burlesca apareció.

Plagg, el pequeño kwami gatuno de Adrien había salido de su mochila, para hablar con el rubio. No obstante Adrien no pareció tan entusiasmado con su presencia.

Todo gracias a Alya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora