Déjame sorprenderte esta noche

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Adrien podía ser un bocazas  solamente cuando se trataba de Nathaniel. Las cosas se habían volteado, y de estar triste por un muy posible rechazo se sintió emocionado; ahora tendría una cita con Nathaniel. Pudo haber gritado de felicidad en aquel momento, pero por supuesto que no lo hizo, no era un tonto, pero sí alguien que siempre acababa hablando de más cuando le escuchaban.

—Mañana, paso por ti a las 8 a tu casa, ¿de acuerdo? —le dijo, al pasar a un lado de Nathaniel, antes de que los dos regresasen a su casa. El chico al escucharlo se detuvo un momento, y asintió, para separarse pasando el umbral de la puerta principal.

Aunque a unos dos pasos estaba Alya, ¿qué había sido eso? No se había quedado a ver, porque se notaría y así no se atreverían a hacer nada de nada los chicos, pero tal vez se había perdido de algo importante. <<¡Diablos!>> exclamó en su cabeza. Mañana ha verla que hacía para averiguar cómo había terminado todo. Alegremente se despidió de su amiga y también partió a su casa.

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El chico rubio se metió al asiento trasero de su limosina. Estaba bien, ahora todo parecía estar bien, mucho mejor. Adrien dejó su mochila a un lado y volteó a ver el paisaje, mientras lo llevaban a su mansión (más bien a la de su padre).

—Adrien —le llamó Nathalie, la asistente de su padre quien se tomaba su tiempo de decirle todo lo que tenían planeado para él—. He notado que has faltado estas últimas semanas a tus clases de chino y de esgrima, tu padre no piensa que sea adecuado que lo haga sí tú mismo las habías pedido.

<<Como pedí venir a la escuela, oh no espera, a él no le importa, porque no me dejó ir hasta que me escapé por tercera vez.>> se quejó en su mente. ¿Por qué le tenían que opacar el día con eso? No había hablado mucho con Nathalie últimamente, prefería evitarla o simplemente se perdía entre toda la palabrería que en realidad venía de su padre. Entonces por fin se habia dado cuenta que se mantenía encerrado en su cuarto antes de ir a sus clases, o se iba a tomar un café con Nathaniel, o se iba con Chloé a planear algo. Ya su horario no era el de antes, y se alegraba que Hawk Moth también había parecido cambiar de opinión acerca de atacar a la ciudad, sin rastros de akumas que la intentasen destruir tenía más  tiempo para hacer lo que se le diese en gana.

—Ya no quiero ir. Cancélalas, no las creo necesarias por más tiempo —le dijo, con un tono monótono, no era necesario que mostrase como verdaderamente se sentía.

La secretaria de cabello azulado se quedó callada, como todos los demás en el automóvil, mientras tecleaba algo en su celular. Estaba acatando la orden del hijo de su jefe, aunque posiblemente Gabriel Agreste la acabe regañando por hacerlo, no tenía que cancelar las clases sino tan sólo hablar con su hijo para que volviera a asistir a ellas. Ya se imaginaba la voz de su jefe, junto con su mirada glacial, sin embargo lo hizo. Porque Adrien era igual a su padre en aquel aspecto, era demasiado frío  y atemorizante cuando quería. Qué tontería sería tener miedo a un adolescente por sobre su propio jefe.

La limosina llegó a la entrada de la mansión y se estacionó. Adrien agarró sus cosas y agradeció al chofer con una ligera sonrisa. Ahora que tenía, prácticamente todas las tarde libres (incluyendo esa misma), podría hacer lo que quisiera sin tener que hacerlo a escondidas. Genial. Aunque igual su padre se tardaría siglos en averiguar que estaba con Nathaniel (si llegaba a aceptarlo por completo).

Adrien subió las escaleras y se dirigió a su habitación, donde Plagg se había quedado (negándose a ir a la escuela con él por una semana). Adrien dejó sus cosas en el sofá y cerró la puerta. Se fue a su escritorio para encender su computadora. Ahora tenía que planear una estupenda velada.

Todo gracias a Alya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora