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—¿Y cómo llevas lo de vivir con tu hermano? —pregunta Liam.

Lo miro sobre mi hombro. Esta desnudo sobre su cama, su cabello oscuro completamente desordenado por mis dedos, su cuerpo cubierto por una fina capa de sudor gracias a nuestro anterior encuentro.

Apago la colilla del cigarrillo que había estado fumando y me doy vuelta para quedar frente a él, pero aun sentada en el alfeizar de la ventana.

—No muy bien. Tiene un estricto horario sobre mis llegadas —sacudo la cabeza—. ¿Quién demonios le impone un toque de queda a alguien como yo? Por Dios, ni mis padres lo hacían

Liam ríe. Su risa ronca resuena por toda la habitación.

—No te imagino cumpliendo un toque de queda

—Eso es porque no lo hago —enciendo otro cigarrillo—. Hoy ni siquiera voy a llegar a casa. Puede meterse su toque de queda por el culo

Él vuelve a reír.

—Han pasado dos semanas desde que mamá me obligo a vivir con él y se siente como una eternidad —continúo—. Rosa. Mi habitación es rosa ¿Puedes creerlo?

—Lo único rosa en ti debe ser esa linda mariposa monarca tatuada en tu muslo interior —ronronea Liam.

Sonrío, dándole una calada a mi cigarrillo.

—También está buscándome un empleo

—¿Crees que le den trabajo a una ex convicta?

—No soy una ex convicta —aclaro—. Solo pasé unas horas en la estación de policía y los cargos fueron retirados

—Me enteré que Steve también estuvo contigo cuando te arrestaron

Sus ojos me estudian, midiendo mi reacción. Estos se ven más oscuro de lo normal, lo que significa que sabe algo más y no esta diciéndome.

Río brevemente.

—¿De qué más te enteraste, Liam?

Sus cejas se alzan y luego suspira.

—Te acuestas con Steve —afirma.

Le doy una última calada a mi cigarrillo y me deshago de él.

Pienso en la noche de mi arresto y como de bien lo estaba pasando con Steve antes de que en mi nebulosa fantasía inducida por la droga decidí que quería ser follada en un edificio abandonado, y él, tan drogado como yo, aceptó. Nunca se nos ocurrió que el edificio podría tener cámaras de seguridad aun activas y un guardia al pendiente de ellas. Ni siquiera pude llegar al orgasmo cuando ya nos habían detenido.

—Sí, me acuesto con él. ¿Y qué? —pregunto caminando hacia el tocador—. Tú no eres un santo Liam, y yo tampoco lo soy. Me acuesto con quien yo quiera y eso te incluye, tú te acuestas con quien quieras y eso me incluye. Fin de la discusión

—Llevamos siete meses en esto. Pensé que conmigo era suficiente —se queja.

Río sin poder evitarlo.

—No seas hipócrita cariño —lo miro nuevamente sobre mi hombro—. ¿No fue hace tres semanas que te acostaste con esta chica, Cassia?

Él mira a otro lado.

—No me lo recuerdes

—Oh, claro que te lo recuerdo —obtengo lo que necesito de mi bolso y me doy la vuelta para verlo de nuevo—. Por lo menos yo tengo sexo con desconocidos de vez en cuando y nada más, pero tu Liam —sacudo la cabeza—, ¿Quitarle la virginidad a una quinceañera?

Un divertido problemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora