Capítulo 8: Todo sea por los tomates.

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–¿Qué haces aquí? –demando mientras junto mis dos cejas.

–Hola para ti también –saluda irónico mientras se da media vuelta con un tono relajado y me mira con esos ojos que tanto me gustan ¡Dios si no fuera porque se vería extremadamente raro, podría mirar esos ojos todo el santo y bendito día!

Él lleva una polera gris de mangas largas que deja ver muy bien sus fuertes brazos y su pecho bien trabajado. De pantalones lleva unos jeans oscuros, y como olvidar sus zapatillas negras. Tengo que admitir que se ve como recién salido de una revista de supermodelos, claro quitándole el hecho de que lleva uno de los delantales de cocina de mamá, aunque ese es el toque que lo hace ver tierno ¿cómo es la palabra entre sexy y tierno? Bueno ahora mismo no la encuentro, si saben me avisan.

–Sam no seas grosera con nuestros invitados –espeta mi mamá alejándome del indiscreto análisis que le estaba haciendo a Alex.

–¡Pero si él no es un invitado, se invitó solo! –aseguro a mi mamá mientras apunto al acusado.

Mi madre gira sus ojos –Sam cállate y anda comprar tomates para hacer la ensalada.

–¿Ahora? –pregunto con la flojera ya circulando por mis venas.

–No, mañana –responde mi madre. Creo que el sarcasmo lo he sacado de ella.

–No comamos tomate y ya –responde la flojera por mí.

–No te pregunté –dictamina dándome una fulminante mirada, de esas en las que significa que la conversación ya no puede seguir porque si no se saca su zapato y te lo lanza a la cabeza.

Créanme que ya lo ha hecho, cuando era niña aparte de recibir pelotazos en la cabeza también recibía zapatos y mi madre tenía una puntería que ni les cuento.

–Yo te acompaño –ofrece Alex sacándome de los recuerdos de mi dulce infancia.

–No, estoy bien sola –declino su petición sin ni siquiera mirarlo.

–Samanta –dice mí no muy querida madre en este momento ¿Notaron que dijo mi nombre entero? Bueno eso significa que el espécimen rancio tendrá que acompañarme.

–Bien –digo con los dientes apretados–. Acompáñame.

Mi madre me pasa el dinero, y de un momento a otro ya estoy caminando en compañía de Alex por el vecindario en dirección a la frutería de "Doña Rosita". Tengo que añadir que estoy caminado con pasos relativamente largos y fuertes, el hecho de que me manden a comprar en compañía de Alex me irrita, y bueno además porque nunca me ha gustado que me manden a comprar.

–¿Y dónde queda? –pregunta Alex de lo más normal.

–No me hables –le pido sin mirarlo mientras sigo caminando rápido, ya falta poco para llegar al negocio.

–¿Por qué? –cuestiona mientras me sujeta el brazo haciéndome parar en seco.

Me detengo y le digo todo lo que ha estado rondando por mi cabeza los últimos días, prácticamente exploto el discurso en su cara –No te hagas el tonto, hoy en el colegio ni un hola me dijiste ¿y esperas que te hable? Y además, llego a mi casa y te encuentro jugando a la cocinita con mi mamá muy relajadamente como si fuéramos los mejores amigos del mundo, que por cierto no lo somos y aparte aún no me respondes por qué sabes donde vivo. Y a propósito cómo diablos dejaste que mi mamá te deje entrar ¿que buscas Alex? ¿Cuál es tu objetivo? No soy ninguna estúpida como para que no me haya dado cuenta de que te paras en las esquinas como un maldito acosador, o me observas desde los arboles como si fueras Tarzán, así que no me vengas con un ridículo ¿¡por qué!? Cuando sabes perfectamente porque me porto como me porto, y porque reacciono como reacciono. Cualquier persona normal respondería así. –vomito todo lo que tenía que decirle y al terminar mi pecho sube y baja por la conmoción que me toma hablarle así.

¿Quisieras aferrarte a mí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora