Capítulo 19: El invaluable valor de la amistad.

12.6K 484 58
                                    


Camino paso a paso.... Con lentos y desganados pasos, arrójenme a un lago, tírenme de un barranco, den mi cuerpo de alimento a las palomas, pero no me digan que lo que leí es verdad, díganme que es solo una broma pesada, una muy tonta prueba de amistad o algo así.

Pero es obvio que no es ni una prueba ni una broma, es real.

Fui tan tonta, tan ridículamente estúpida, deje que se me acercara, creí que él era diferente, que sobresalía del montón, que se acercó a mí por cómo era, porque le caí bien.

Queda claro que no, que me utilizó, me utilizó para obtener más información.

Tenía muy claro desde el principio que chicas como yo no estamos destinadas para chico como él, era demasiado perfecto como para ser verdad, demasiado idilico como para haber sido una dulce realidad.

Es cruel pensar así pero es la cruda punzante y transparente verdad.

Me estremezco con el viento y con su compañera la lluvia, pero eso no importa, no es como si le prestara más atención al clima con una situación así.

Aunque debí haber traído chaqueta... Debería llamar un taxi... O a Matías, Emi no puede, tenía una reunión familiar o algo así.

Me succiono la nariz para que no se note que estuve llorando, trago pesado, respiro profundo, trato de calmarme y llamo a Matías.

–¿Mati? –digo con la voz un poco quebradiza.

–¡Sam! Qué bueno que llamas oye quieres ver una...

Lo interrumpo –¿Matías puedes venir a buscarme por favor?

El cambia en un dos por tres el tono de voz por uno más serio –¿Sam que sucede estuviste llorando?

–Solo quiero que vengas a buscarme, estoy como a una calle de la casa de Carlos.

–¿De Carlos? ¿El famoso Carlos?

–Sí –Suspiro.

–¿Y qué haces con él? ¿Qué ocurre? –pregunta con preocupación.

–Solo ven rápido –digo casi rompiendo de nuevo en llanto.

–Voy saliendo –dice para luego cortar la llamada.

Miro la pantalla de mi celular y me refriego la frente tratando de asimilar y hacer caber las piezas de lo que acaba de suceder.

¿Cómo no lo vi venir?

Odio llorar, no es lo mío.

Siento pasos apresurados a mi espalda.

–¿Sam estas bien? ¿Por qué te fuiste?

Me giro para encontrarme con la mismísima cara de ¿Carlos?

–¿Me seguiste? –pregunto.

Asiente –Estaba preocupado.

Me seco las lágrimas –Tenias razón, es un impostor ¿contento? –le digo asqueada.

–¿Qué sucedió? –inquiere preocupado tocando mi hombro.

–Él no es quien dice ser –admito mirando hacia abajo.

Carlos me levanta la cara suavemente con una mano debajo de mi barbilla –No llores, exígele saber los motivos. Pregúntale quién lo envió. Debes ser fuerte en esto Sam –finaliza y me abraza.

Derrotada me dejo abrazar y unas monstruosas ganas de llorar me atacan –¿Cómo sabes que alguien lo envió?

–Es obvio cariño –explica sobándome la espalda–. ¿Crees que decidió acercarte a ti por voluntad propia? –Carlos se aleja un poquito para mirarme a la cara–. Él no te merece.

¿Quisieras aferrarte a mí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora