Alex
–Diablos Sam no me cortes, deja tu celular a un lado.
Ella no responde pero me hace caso.
No debí demorarme tanto, no creí que les tomara tan poco tiempo en poner manos en el asunto.
¡Por qué hoy decidió mandar hombres a su casa!
Acelero el motor del auto al tope y espero que sea suficiente.
–Samanta ¿Dónde te escondes? –masculla una voz lejana al celular.
–Revisa debajo de la cama –sugiere una segunda voz.
Golpeo el manubrio en desesperación ¿que esto no puede ir más rápido?
–¿Ya revisaste esa montaña de peluches?
El miedo cubre cada milímetro de mi cuerpo, Sam está ahí. Me desordeno el pelo con aprensión, y una sensación de inutilidad se acomoda en mi pecho ¡Yo debería estar con ella! si le sucede algo...
–Aquí estabas –dice la voz de uno de los hombres.
Horrorizado aprieto el manubrio con las manos blancas y sudorosas, el puto auto no anda más rápido.
Escucho gritos... son los gritos de Sam. Golpeo el manubrio de nuevo. Ella no debería estar pasando por esto.
Un hombre grita y suena un golpe, escucho como Sam se queja.
–Te vas a comportar bien perra.
Sí que te golpeen duele, escuchar como golpean a una persona que quieres sin poder hacer algo es una de las impotencias más grandes que una persona pueda soportar, y en mi caso he experimentado muchas.
–¿Qué tal si le damos una pequeña lección?
De pronto me siento helado, y gotas de sudor frío comienzan a bañarme. Nunca había tenido tanto miedo...
–No suena mal...
–No por favor no –ruega Sam entre llantos.
Se escuchan un par de golpes más y los pasos acelerados de alguien.
Giro la cuadra y veo una camioneta negra estacionada afuera de la casa de Sam, detengo el auto abruptamente, y salgo acelerado, subo las escaleras y al entrar en la habitación no veo a nadie ¿Dónde está?
Con los instintos acentuados me giro y lanzo un puñetazo al imbécil que se me estaba acercando por la espalda. Saco un cuadro que está colgado en la pared y lo rompo contra su cabeza. Cae al instante.
–¡Sam! –grito mientras sobre el imbécil y avanzo por el pasillo.
Escucho el sonido de una camioneta encendiéndose, asustado devuelvo mis pasos, pero no alcanzo a dar más de dos cuando alguien me detiene por el brazo.
–Cálmate soy yo –habla la voz de Jerry–, deja que el imbécil escape.
–¿Dónde está? –pregunto serio, sin importarme la conmoción de el hecho que este aquí ahora.
–Ella está bien, bueno si shock postraumático es estar bien, está en el cuarto de sus padres.
Lo ignoro y me dirijo hacia ella. Jerry me sigue de cerca.
Está sentada sobre la cama, tiene la mirada ida y los ojos enrojecidos por tanto llorar. Cuando me ve, solo me observa, tiene en el lado izquierdo de la frente un resto de sangre que me hace perder la cordura y abalanzarme hacia ella. Comienza a sollozar en mi pecho.
–Schh estas bien, todo irá bien –la tomo de los hombros– ¿Te hicieron algo? ¿Te tocaron?
Ella niega, y apunta hacia su herida frente –Es lo único –explica tratando de apaciguar las lágrimas.
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¿Quisieras aferrarte a mí?
RomanceEscribí esta historia a los 14 años, por lo tanto sí, está bañada en cliché, salseo y humor. . ¿Te gustan las historias con giros inesperados? Ya sabes, al estilo "sales de tu casa y te encuentras a un delfín disfrazado de Homero Simpson caminando...