Luego de estar siglos sentada en la vereda, veo llegar dos grandes buses que nos llevaran directo hacia la ciudad capital donde como siempre se celebran los nacionales de cualquier deporte.
Son las 6:30 de la tarde y estamos demorando más de lo que deberíamos en salir. Esos señores que manejan los buses al parecer no saben leer un reloj, ya que debían estar aquí hace una hora.
Me apresuro en tomar mi maleta y con Mati y Emi a mi lado corremos a buscar los mejores asientos ¡hay que pasar bien las eternas cuatro horas que nos tomara llegar!
Nos ubicamos en los puestos de al frente porque créanlo o no, los de adelante suelen estar más vacíos. Yo me posiciono en un asiento más adelante que Emi y Mati, los cuales se sientan juntos dejándome a mi solita con un asiento vacío al lado. Antes lo dejamos a la suerte para ver quien se sienta con quien y yo esta vez soy la desafortunada. Los asientos de atrás están en su mayoría ocupados, entre ellos van Vanesa, Marcos, Carlos y las mascotas y si, ellos también practican algún deporte. La verdad es que son bien tontos porque atrás están los baños y apostaría mis audífonos a que como en dos horas se van a estar quejando por el olor.
Alex se sienta atrás también, lo bueno sobre él es que al llegar se acercó a saludarme y para mi sorpresa también saludo a Mati y a Emi ¿fue raro? Si, fue raro. Al parecer en verdad se está esforzando por eso de ser mi amigo y para serlo obviamente tiene que llevarse bien con los míos, por el contrario creo que tiene bien claro que yo nunca, jamás, ni en mil años, lunas y estrellas podría llevarme bien con Vanesa, no me malentiendan, no la odio ni nada, solo la aborrezco yquiero que arda en el infierno. Una cosa poca.
–Sam eres toda una afortunada al poder colarte también este año –dice Emi. Yo me siento sobre mis rodillas y miro hacia atrás para poder conversar con ellos.
–¿No te dijeron nada por faltar hoy? –pregunta Matías.
–No, mi mamá hizo una nota y quedo todo resuelto.
–¡Genial! ¿Y te dejo ir a la fiesta? –pregunta Emi con emoción.
–Creo que no le mencioné lo de la fiesta este año –musito rascándome la cabeza–, pero no tiene porqué saber –pongo una sonrisa picarona.
–Que rebelde –dice Emi.
–Igual se va a enterar –digo–, además todos los años la hacen y no debería sorprenderle si voy, lo más seguro es que tu mamá le cuente.
Emi asiente y Mati se pone sus audífonos desconectándose por completo de la conversación.
Todos los años en los nacionales se hace una fiesta para dar como por acabada las actividades, resulta que estas fiestas son lo mejor porque las organizan alumnos del colegio anfitrión por lo que ni profesores ni padres pueden asistir. Es pura clandestinidad la cosa.
Luego de dar por terminada la conversación me siento mirando hacia al frente, pongo mis audífonos y miro por la ventana, mis ojitos se cierran lentamente cayendo en un sueño no tan cómodo porque después de todo sigo en un asiento de bus.
Pasan alrededor de dos horas cuando siento que alguien mueve mi hombro levemente, abro mis ojos de a poquito acostumbrándome a la luz y puedo ver la silueta de un hombre que me mira con ojos sonrientes.
Abro mis ojos completamente y me asusto al ver que Alex se ha cambiado al asiento de a mi lado.
–¿Qué haces aquí? –pregunto restregándome los ojos.
–Atrás estaba comenzando a oler mal, entonces vine a ofrecerte algo de mi compañía –dice haciendo una media sonrisa y levantando sus hombros.
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¿Quisieras aferrarte a mí?
RomantizmEscribí esta historia a los 14 años, por lo tanto sí, está bañada en cliché, salseo y humor. . ¿Te gustan las historias con giros inesperados? Ya sabes, al estilo "sales de tu casa y te encuentras a un delfín disfrazado de Homero Simpson caminando...