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Este es el momento donde me encuentro completamente incomodo sin saber qué responderle a Daya. Me detuve y mire el piso, sin que ninguna respuesta saliera de mi boca.

—¿Tyler? – murmuro Daya.

— si... es verdad, como lo oíste en tu casa... – respondí. Temí y no sabia de que. Sentí su mano en mi espalda y escuche una pequeña risa.

—También me gusta estar contigo, vamos, sigamos caminado. – la mire y ella me miró con su bonita sonrisa.

«No otra vez, no» Maldicion, lo que menos quería era que todo sucediera nuevamente... como sucedió hace unos años cuando me enamore por primera vez «Bien, me tengo que relajar»

Llegamos y nos sentamos en un lugar que no estuviera tan húmedo por el frío. La densa niebla que estaba cayendo había sedado por completo, unos pequeños rayos de sol se comenzaban a asomar.
Daya me estaba hablando, pero no le ponía atención, solo ponía atención a cada acción de ella, a cada sonrisa que me dedicaba, sus muecas, a sus ojos, sus labios. Un rayo del sol alumbraba a Daya, eso la hacía radiar más.

—¿Que opinas, Tyler? – preguntó. Daya me saco de mis diversos pensamientos. Daya me estaba mostrando una pintura en acuarela, o eso creo, en este instante ni siquiera se en que estaba pidiendo mi opinión. —¿Tyler? ¿Estás bien?.

—Todo está bien – sonreí. –Bien, ¿que me decías?. –Daya me mostró una cálida sonrisa y volvió a mostrarme la pintura.

—Pedía tu opinión para esto...–dijo refiriéndose al dibujo. – Aun no me convence totalmente. –Tome su pintura, estaba hecha en una hoja blanca mediana, eran colores suaves pero honestamente no sabía que era, soy un ignorante en esto de arte.

—No quiero ser grosero, pero no se si has vistos los dibujos que te muestran los psicólogos...esto es algo igual,creo. – ella me miró y se comenzó a reír por mi comentario.

—Si...si admito que tienes razón, eso fue una opinión graciosa, pero honesta. – dijo Daya riendo.

—No sé que es, pero esta bonito. – sonreí . Ella me dio suave golpe en mi hombro. Paro de reír y ya más calmada saco algo de su bolso.

—Tyler, te quería dar esto, lo había hecho hace un tiempo. — Daya me pasó una hoja esta vez no era una pintura, era un retrato mío. Quede algo sorprendido al verlo.

—Esto es mejor que mi rostro – rei. –¿Porque lo hiciste? – pregunté.

—No lo sé – respondió. Daya bajo la vista y comenzó a jugar con las hojas secas que habían en el piso. – Tenía tu rostro grabado en mi cabeza. – declaró.

No supe que responder a eso. ella no sabe cuántas veces al día aparece su bello rostro en mi cabeza, y tampoco sabe que cada vez que aparece, sonrío. —Gracias... – no sabía qué decir, eso fue lo único que salió de mi boca.

Daya alzó la vista y sonrío algo tímida. Nos quedamos mirando fijamente, estábamos sentados tan cerca del uno al otro frente a frente. Inconscientemente mi cuerpo se abalanzaba hacia ella lentamente, Daya permanecía inmóvil aún mirándome. Los centímetros que nos separaban cada vez se iban restando hasta al punto en el que podía sentir su respiración, mi corazón latía rápido que parecía que en cualquier momento se salía de mi cuerpo.
Nuestras frentes estaban apegadas, nuestras narices también, nuestros labios solo los separaban unos escasos centímetros.
«Solo tengo una vida para poder hacer esto. No sé como pensé en acabar con mi vida sin haberla conocido... No sé cómo pensaba dejar este mundo sin antes poder abrazarla... No sabes cuánto te agradesco que me hayas salvado, Daya»

Trees|| Tyler Joseph. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora