Capítulo 11.

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Él:

Cuándo nos detuvimos en el semáforo y la veía cantar no pude mas que contemplarla, analizarla, estudiarla, ver cómo movía con pasión los labios...la iba a extrañar, maldita sea, mucho, no iba a ser capaz de estar sin ella; cualquiera pensaría que es demasiado pronto para decir algo así, pero ¿Acaso necesito estar al lado de la persona que amo mas que a nada en el mundo una eternidad para quererla de verdad? No, porque cuando se ama realmente, sin ser conscientes nos enamoramos al instante, quizá la persona resulte irritante al principio, pero sin saberlo, lo que es irritante es que amemos a alguien que no es como ese ser perfecto que un día idealizamos, pero qué importa, lo amamos y punto. Ahora mientras salto al vacío y el viento recorre mi cara sé que no voy a caer, pero...cuándo Laura no esté, ¿Qué será de mi? Sin ella caeré y nada amortiguara el golpe, porque sin ella nada tendría sentido, porque justo ahora, es lo único que le ha dado respuesta al motivo de vivir después de tanto, Laura es la respuesta a cualquier pregunta, sin ella, sería un interrogante: ¿Para qué vivir sin la razón que antes me mantenía en pie?

La dejé en su casa, en todo el camino no paró de hablar sobre lo maravilloso que había sido saltar y rebotar y la adrenalina que sintió y más siendo de noche y pues no entendí mas porque me fue sencillo perderme en su sonrisa. Se despidió con un beso, dulce, tierno, cariñoso, amoroso, exquisito, tantas cosas esplendidas: Compartir con ella y pasar el tiempo a su lado era como tomar el paraíso, a la mejor de las nirvanas*, tomar todo el darma acumulado del mundo, junto con los cielos de todas las religiones, combinarlos y probarlos, eso era Laura, eso era mi tiempo con ella, eso era el tiempo juntos, eso eramos combinados: Perfección, porque si bien eramos un desastre, podíamos disfrutar a plenitud de los defectos del otro.

Al llegar a mi casa sentí la presencia de otra persona, me extrañó mucho.

-Leo...-llamé asumiendo que era él, porque quién mas podía estar metido en mi casa; me introduje un poco más, llegué al cuarto: Sara.-¿Qué mierdas?-se giró semidesnuda, fácil, tal cuál era, sencilla de alcanzar, tan fácil como desabrochar el sostén medio puesto que tenía listo para ser arrancado.

-¿No me extrañas? Yo te he pensado mucho...hace mucho que no me llamas.

-Sera porque no quiero verte, largo.-le contesté tan frío como me fue posible.-¿Cómo entraste?

-Lo importante es que estoy aquí.-me senté en la cama dándole la espalda, comenzó a acercarse y a sobar mi espalda para luego besar mi cuello.

-¿Qué haces?-me preguntó cuando vio que estaba enviando un mensaje:

Contacto: Laura 

Oye, ¿Puedo pasar a tu casa?

Si...no hay nadie, ven.

Laura.

-Irme.-me puse de pie rápidamente.-Y tú deberías hacer lo mismo, no es de una niña de casa quedarse sola en casas ajenas.-me alejé, pero me giré un momento para decir algo necesario.-Y por favor vístete que estás en Bogotá, aquí hace frío.-luego de un guiño me marché. 

El camino a la casa de Laura se hizo eterno; lo que me separaba de ella siempre se me hacía exageradamente largo e insoportable, pero estando con ella, me daba cuenta de que la espera siempre valía la pena.

Golpeé tres veces y ella abrió, estaba en pijama, lucia dulce, tierna, frágil, daban ganas de comérsela a besos.

-Pasa.-se sonrojó al notar su vestimenta, era simplemente hermosa. Entré y me senté en el sofá.-Entonces...¿Te empecé a hacer falta tan rápido?

-De ti nunca tengo suficiente angelito, lo sabes.-me acerqué y besé su nariz.-¿Y tus papás?

-Se fueron de viaje con Estaban y con Hulk, me hace falta.

-¿Tu hermano?-se rió un poco.

-Amo a Esteban, pero el no se me echa encima y no le puedo coger la arrugada cara, Hulk me hace mucha falta.-era increíble la forma en la que amaba al perro.-Entonces...oye, no quiero ser grosera, pero estoy muy cansada.

-No dije que fuéramos a hacer algo desgastante, podemos dormir y ya, ¿Te parece?-se rió dulcemente y me guió a su habitación, era un encanto. Nos acostamos en la cama grande.

-Oye, será...-paró de hablar y negó con la cabeza.

-Dime. Creo que no me puedo enterar de nada peor.-sabía a qué me refería.

-Es que...¿Me puedes prestar tu camisa?-lo dijo muy rápido, como para que yo no le entendiera o algo así, no podía negarme, haría todo por ella, desde prestarle una camisa hasta darle mi paracaídas sí alguna vez tenemos que saltar al vacío. Todo valía la pena por ese ser perfecto y adorable.

Ella:

-Mejor deja así...-no sabía porque estaba tan nerviosa...

-Pero si te queda preciosa.-dijo Felipe al tiempo que la colocaba sobre mis hombros; su voz hizo que me erizara por completo, estaba a su merced, era suya, sólo suya. Una sonrisa bobalicona invadió mi cara al poder ponerme su camisa y dormir con ella; se quitó los zapatos, el pantalón, se metió debajo de las cobijas luciendo ese cuerpo que me enloquecía y que hacía vibrar cada hormona de mi ser; me invitó a acompañarlo, con la camisa suya puesta para dormir me acosté junto a él, me rodeó con su brazo, no había nada mejor que estar con él, así; la cercanía de nuestros cuerpos, sentir su protección, y poder perderme en el sueño más hermoso de todos.

A la mañana siguiente el teléfono me despertó temprano; era mi mamá.

-Hola ma...-le dije con voz dormilona y con cuidado de no despertar a Felipe.

-Laura, hola...era para avisarte que llegamos mañana, ¿Vale?

-¿Por qué no se quedan un poquito mas? Yo sé que Esteban quiere descansar, pobre.-pero no me preocupaba Esteban, sólo quería estar mas tiempo con Felipe.

-No se, el tiene que entrenar, además Hulk está volviéndome loca.-Mi madre nunca quisó que tuviéramos perro, o alguna mascota en realidad, pero a lo mejor se le ablandó el corazón luego de que yo me enfermara.

-Dale mami...quédense un poquito más.

-Voy a ver, yo te aviso...Cállate.-oí que le dijo a alguien que estaba con ella.-Te voy a pasar a Esteban que me está volviendo loca.

-Hola campeón.-salí del cuarto para que Felipe no fuera a despertarse.

-Hola Lala, ¿Cómo estás?-hablé un rato con Esteban y me contó un montón de cosas chistosas.-Lau, ¿Me puedes llamar hoy a las cuatro? necesito pedirte un favor.

-Voy a ver...está pendiente amor, pásame a mi papá.

-Hola.-me dijo en tono melancólico, algo estaba pasando.

-¿Qué tienes?

-¿Ya...es definitivo?-sabía muy bien a que se refería; mi padre no quería que detuviera el tratamiento, tenía esperanza, decía que eso era lo último que había que perder pero había llegado a la conclusión conmigo misma de que cuando amas lo último que puedes perder es todo si esa persona no está mas.-Escúchame Laura...¿Estás segura?-yo no había perdido todo porque ahora él estaba conmigo, ahora lo tenía todo y valía la pena luchar, porque aunque estaba muriendo estaba empezando a vivir a su lado, valía la pena vivir un poquito más, siempre y cuando fuera al lado suyo, siempre y cuando fuera él la razón, el motivo y la recompensa de cada cosa que hiciera, valía la pena tener más días de vida sólo para tener más días junto a él, junto a lo que amaba, junto a su ser y junto a la felcidad que me brindaba.

-No...voy a seguir papá, tenía razón, aún hay cosas para luchar...-miré la puerta de mi habitación y sonreí al imaginar a la persona que estaba dentro, sobre mi cama, perfecto.-Aún hay muchas personas por las cuáles seguir.-y colgué.

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*Nirvana: Cielo o paraíso de la religión budista.





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