Capítulo 19.

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Él:

En la sala de espera los minutos eran eternos, le haría unos exámenes, sus padres aún no llegaban, yo tenía que irme, un recado importante me esperaba, pero no la dejaría sola.

Media hora pasaba desde que me enviaron a la sala de espera y me habían separado de su frágil cuerpo, sentía frío tal vez, o  a lo mejor experimentaba mucho calor, fuertes dolores, o el simple hecho de no sentir su cuerpo y ¡Ah! Resultaba desesperante no saber nada, ni cómo estaba, ni cómo ayudarla. Eric venía solo corriendo por el pasillo, se veía fatal, nunca lo había visto así, estaba pálido, cansado, ido, parecía que había acabado de ver un fantasma.

-¿Cómo esta?-entre exhaustivos respiros me preguntó.

-Le están haciendo unos exámenes, pero tengo que irme, avísame cualquier cosa, por favor.-Eric asintió, luego para mi sorpresa me dio un abrazo, al principio no supe cómo responder pero opté por darle unas palmadas en la espalda, hubiera resultado normal si no hubiera agregado un comentario al final:

-No la dejes, promete que vas a volver.-No le respondí, no era necesario, era obvio que volvería, no tardaría, pues estar lejos de ella me mataba, y más en un momento así.

En la puerta del hospital estaba un poco desorientado, ese sector de la ciudad no me resultaba tan familiar, así que planteé las posibilidades hasta tomar la decisión correcta de hacía dónde dirigirme, y rápido, finalmente la derecha fue la dirección escogida. Caminaba tan rápido como podía, sin embargo prestaba atención a los detalles para no pasar por alto mi destino, al cual llegué a los diez minutos, la vitrina me cautivó en seguida, lo que mostraba no, pero algo situado ahí captó toda mi atención: Era perfecto, estaba hecho para su dedo, tenia el grosor perfecto, oro, con una piedra preciosa en el centro, era como ella: Delicada, sencilla, cautivadora, dulce, simplemente perfecta.

Caminaba con mi compra y el celular me despertó de una conversación sin importancia que sostenía con mi cabeza.

-Felipe, ya despertó.-no respondí nada, simplemente colgué  y eché a correr tan rápido como pude. Al llegar al hospital me ardía un poco el cuello por lo rápido que corrí, Eric me miró sorprendido al ver lo rápido que llegué, aún no me había repuesto del todo de cargar a Laura hasta el hospital y mi carrera de hace poco no ayudó por lo que estaba totalmente mojado.

Con la mirada le pregunté a Eric si uno de los doctores que estaba ahí parado era el que atendía a mi ángel, luego de que éste asintiera me acerqué:

-Doctor, ¿En qué habitación está?

-¿Quiñones?-Asentí.

-2010-sin más fui hasta la habitación y recién abría los ojos, al verme intentó sentarse sobre la cama rápidamente pero el dolor en su cabeza-supe porque se llevó la mano a ésta de inmediato-no se lo permitió, se rió quizá burlándose por su torpeza.

-Ayúdame-caí en cuenta que me había quedado en la puerta como idiota viéndola; me acerqué y ayudé a sentarla, tomé una silla cercana y me senté a su lado.

-¿Cómo estás?

.Mejor, me dieron analgésicos para el dolor.

-Oh.-no sabía qué pasaba conmigo, a lo mejor eran nervios.

-¿Por qué tan sudado?

-Te cargué hasta aquí.-no podía decirle a dónde había ido, las cosas caerían por su propio peso.-Laura...tenemos que hablar.

-Estaba por decirte lo mismo.-Eso me asustó, lo que yo le diría no sería exactamente malo. Presa del miedo, mi boca no pidio permiso a mi cerebro para hablar.

-¿Puedo empezar?-con una sonrisa asintió y me miró expectante, yo clavé mi mirada en la suya y en sus ojos vi cierta...¿Tristeza?, eso no podía ser, no mientras estuviera conmigo, no permitiría que la alas de mi ángel se quebraran, debía curar cada pluma que no estuviera en su lugar.-Sabes que te amo ¿Cierto?-asintió-Cada minuto pienso en ti, si me preguntaras en una escala del uno al diez qué tanto te pienso cada día, diría que nueve porque...para llegar diez necesito que el día tenga más horas...Eres todo para mi, cada respiración, cada paso, cada día que despierto y sigo vivo es porque sé que valdrá la pena desde que tu estás en mi vida...La primera vez que te vi, recuerdo que me dije a mi mismo: "Moléstala, no la verás otra vez, ¿Qué pierdes?" y no sabes cuánto agradezco hoy que esas palabras no se hayan cumplido; apenas llevamos un año, y si sé que eres la mujer de mi vida es porque en poco tiempo te has vuelto indispensable para mi, no te dejaría por nada del mundo, no habría poder humano, ni sobrenatural que logre separarnos, eso te lo juro, nunca pensé que mi vida se convertiría en esto, jamás pensé que la realidad de mi día a día fuera más hermoso que un sueño gracias a ti. Quiero despertar cada día junto a ti, quiero que estás palabras que te acabo de decir sean la melodía con la que empieces el día...-Me puse sobre una rodilla, inclinado ante su camilla dije las palabras que jamás creí decirle a alguien:-¿Te quieres casar conmigo?

Ella:

Me llevé las manos y me tapé la boca de la impresión, lágrimas salieron sin poder evitarlas, quería decirle que si una y mil veces, quería decirle tantas cosas, quería abrazarlo y pedirle que me hiciera suya en esa camilla, pero la emoción no  me permitía por lo que solo pude estirar mi mano y asentir,  él me colocó el anillo en el dedo anular, era hermoso, perfecto para mi, justo para mi dedo, hecho para nosotros, se paró y me besó, luego me abrazó fuerte y esparció besos tiernos por toda mi cara, sentir sus labios sobre mis mejillas, en mi frente, en mis párpados y finalmente ne  mis labios, para luego tener sus manos sosteniendo mi cara mirándome fijamente, haciéndome una promesa en aquel contacto visual que podría durar para siempre, me corrí un poco en la cama hacía donde estaba el suero, y él se acomodó a mi lado, yo me acurruqué en su pecho, quedé mirando hacía la puerta, él me rodeaba con sus brazos y miraba para el techo, me sentía cansada, con sueño, mis ojos se cerraban de a poco, vi a mi padre en la puerta, él entró en silencio, sólo yo me percaté de su presencia, al verme con Felipe me dijo te amo solo con el movimiento de sus labios, salió de la habitación y cerró tras él.

El pecho de Felipe, ahora mi Felipe, subía y bajaba periódicamente, lo que significaba que estaba dormido. Era tan perfecto, tenerlo ahí era...mejor que un sueño, saber que estaría conmigo siempre era estar viviendo la mejor de las ilusiones; y pensar que le pediría que dejáramos todo aquí, y pensar que cortaría la fuente de la felicidad en mi vida, y pensar que renunciaría al ser tan maravilloso que Dios había puesto en mi camino, y pensar que me negaría a compartir los minutos que me quedaban a su lado, que de seguro se convertirían en décadas si él me brindaba su amor, porque tener su amor presente en mi vida me daría la fuerza necesaria y me motivaría lo siguiente para seguir con ella, si él estaba aquí, estaba dispuesta a volverme inmortal con tal de que su amor y su permanencia a mi lado también lo fueran, sólo lo necesitaba a él, ¿Para qué doctores? ¿para qué medicamentos? ¿Para qué dulces? ¿Para qué comida? ¿Para qué aire? ¿Para qué agua? ¿Para qué morir? Si lo único que necesito es vivir, lo único que quiero es vivir con él en mi día a día, y morir con él en mi último respiro, en mi último pensamiento, en mi último sentir, y por ahora que deseaba dormir, la última persona que me abrazara lo suficiente como para hacerme saber que aunque la vida muestre su peor lado, su sonrisa me dirá que ésta, aún tiene algo que dar.

Cuando me levanté seguía acostada sobre él, ya estaba bastante obscuro, pero su aroma me reconfortaba y me demostraba que no estaba sola.

-¿Cielo?-me dijo.

-¿Si?

-Vamos a casarnos.-con tono de voz bajo, dulcemente y mientras acariciaba mi cabello me corroboró que el sueño más dulce que había tenido era lo único que deseaba que fuese: Mi realidad.

Mi Único Acierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora