Efectos secundarios

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Carlisle Cullen, padre de Edward Cullen, el que le contaría de mi visita al hospital.

Me senté en una de las camillas de emergencias, donde el ambiente era poco convencional y me hacía sentir más enferma de lo que ya estaba. Toda mi vista se iluminó al ver cómo una figura cruzaba la puerta de la sala, iluminando mi panorama.

-Charlie, Reneé.-Saludó Carlisle con una amable sonrisa que se borró al tornarse a mi con preocupación.-Bella ¿Qué ha pasado?-Preguntó sosteniendo un lapicero y un formulario.

Miré como los ojos de Renee y Charlie se clavaron en mí esperando una respuesta.

Me coloqué firme.

-He comido chocolates.-Admití con orgullo.-Ya se qué no debía, pero fue algo inevitable.-Murmuré al ver las expresiones de todos, mordiendo mi labio inferior.

-Bella, nosotros no te compramos chocolates, ¿Por qué los compras si sabes que no puedes?-Preguntó Reneé.

-De hecho... No los compré. Me los regalaron-No quería dar una conferencia de mi vida personal-Después les cuento.-Murmuré hacia mis padres, sonrojándome con Carlisle.

Me hizo una serie de preguntas, de los síntomas, que había sentido en las últimas horas. Me examinó físicamente. Al escuchar mi pecho, su expresión se tornó seria. Sus labios formaban una línea recta mientras anotaba unas cosas.

-¿Qué pasa Carlisle?-Preguntó Charlie con preocupación.

-Creo que Bella tendrá que quedarse por hoy.-Dijo con voz seria mientras me miraba de reojo.

-¡No! Por favor, no me quiero quedar, ya me siento bien.-Grité exasperada.- Prometo que...-Fue entonces cuando me faltaba aire en el pecho y aun se me revolvía el estómago de la náuseas.

Mis padres alzaron sus brazos instintivamente y yo respiré de nuevo.

-Por esa razón no puedes irte.-Replicó Carlisle.

-Nosotros podemos cuidarla bien doctor Cullen.-Dijo mi madre en tono de súplica. Ella sabía el odio tan masivo que le tenía a los hospitales y ella siempre había preferido quedarse cuidándome en casa...Cuando fuera posible.

-No podemos arriesgarla de esa forma. Aunque haya sido una simple indigestión, esto te ha influenciado en todo el cuerpo. Se te dificulta el paso de aire por las vías respiratorias, las náuseas... Aquí estaremos pendientes de ti las 24 horas.-Inquirió Carlisle con intenciones fallidas de darme ánimos.

-¿Es necesario que se quede?-Insistió mi padre.

-No queremos que nada malo le pase a Bella y aquí estará sana y salva.-Respondió con seguridad.

-Bueno Bella, ya oíste al Doc. Te quedarás aquí sólo por ésta noche. Tu madre y yo iremos en busca de tus cosas y ya regresamos. No cometas nada estúpido.-Inquirió Charlie.

-¿Sólo por ésta noche Carlisle? Promételo.-Le dije.

-Te lo prometo-Dijo, agarrando delicadamente una de mis mejillas. Sus dedos fríos me hicieron estremecer. Había olvidado lo frío que eran sus manos.

Una enfermera de expresión amable me ayudó a cambiarme y preparó mi habitación. Habitación número 26. Era tal cual y cómo las recortaba, blancas, pequeñas y me producían miedo y escalofríos. Un recuerdo de mi primer ataque volvió a mi mente, estuve hospitalizadas unos días y fue lo peor para mi, ahora tenía que vivir en un Hospital casi siempre, no precisamente por mi corazón, sino por mi mala suerte.

-Bueno aquí está todo, si necesitas algo, toca éste botón chica.-Dijo la enfermera amablemente.

-Gracias-Respondí sin ganas, ya sabía la función de cada botón en la cama. Me senté en la cama y quedé viendo al piso, mientras esperaba a que algo pasara.

Mi Última VoluntadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora