Escalas

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Como de costumbre, en los vuelos desde New York, generalmente, por problemas climáticos o de tráfico aéreo, los vuelos se retrasan unas cuantas horas. Edward recorrió todas las tiendas del "Duty free" más de cinco veces. Estaba agotada de ese día que se extendía cada vez más. La voz de la anunciadora de los vuelos y los retrasos se reproducía en mi mente, una y otra vez cada que cerraba mis ojos. El frío era incómodo. Llovía a cantaros del otro lado de las grandes ventanas que daban el paisaje gris de los concurrentes despegues y aterrizajes.

Edward me retaba una y otra vez a jugar ajedrez –Un juego que había adquirido después de pasar por tercera vez por la tienda de regalos- y por supuesto, siempre me ganaba.

-Tenemos tareas que hacer al llegar a Forks.-Dijo fingiendo concentración en el tablero. Yo sabía que no era así porque estaba a punto de darme el jaque mate más fácil de todos.

-¿Tareas?-Pregunté mientras movía mi última pieza, un inocente peón.

-Si, aunque no son las mismas. Las tuyas son escolares, las mías son un poco más... personales.-Sentenció con un ágil movimiento de piezas. –Jaque mate.

-Es quinta vez que me ganas. Refuté. -¿Qué clase de asuntos personales debes resolver tú?-Inquirí alzando una ceja.

-¿No recuerdas? Tengo unos asuntos pendientes con el noviecito de Stanley. Para que aprenda la lección y no vuelva a meterse contigo. –Habló con furia, apretando los dientes.

-No quiero que mates a nadie Edward, de verdad. Aprecio mucho tus intenciones de hacerme sentir bien, pero preferiría que no corriera sangre por los pasillos de colegio.

-Jamás dije que le haría daño. Será sólo una simple amenaza.-Habló con voz macabra y me dio una media sonrisa.-Te parecerá divertido.

-Bueno, si tú lo dices.-Entorné los ojos.

Pasaron unos minutos y empecé a sentirme soñolienta.

-Pasajeros del vuelo número 8872, con destino a Phoenix, por favor embarcar por la puerta doce.-Dijo la anunciadora por altavoz.

Suspiré de alivio y Edward me tomó entre brazos para ayudar a levantarme.

Llegamos a Forks, con un clima poco común, aunque era de noche, no hacía tanto frío. Alice nos hablaba de que había preparado un almuerzo para el día siguiente de manera de celebración y que ya había informado a mis padres, me tomó de sorpresa cuando dijo que Charlie había accedido sin ningún "pero". Por supuesto, Charlie ya había tomado cariño de la pequeña Vampiro. Sólo escuché esa primera parte de la conversación y ya me estaba cayendo a pedazos. Los ojos se cerraban y se abrían lentamente.

-Ya estamos por llegar, tranquila. –Me susurró Edward al oído. Estaba sentado en la parte trasera del auto conmigo. Jasper acompañaba a Alice adelante sin decir una sola palabra.

Después de tener unos minutos de silencio, mi mente estaba llena de una negrura.

Escuché unas cuantas gotas golpeando al piso. Edward me levantó entre sus brazos y me llevó debajo del arco de la puerta de mi casa mientras iba en busca de mis cosas.

Con mucho esfuerzo me erguí y toqué la puerta. De un salto, se incorporó a mi lado. Una gota caía por su mejilla, su mirada se posaba en mí con nostalgia. A simple vista podría suponerse que estaba llorando.

Quité ese pensamiento de mi mente, así como hice con la gota de su perfecta piel.

-¡Bella, hija!-Gritó con satisfacción mi madre.

-Hola.-Alcancé a decir con pocas fuerzas.

-Disculpe, pero si no le molesta, Bella está muy cansada. Hemos hecho todo en un sólo día y apenas puede mantenerse en pie.-Sugirió Edward sosteniéndome.

Mi Última VoluntadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora