7. Zorros

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Siempre quise saber cómo sabría que habría superado a Álvaro. Era una duda que tenía muchísimas ganas de resolver, pues cada día me cuestionaba más y más esa pregunta. ¿Dejaría de soñar con él? ¿Lo vería y me darían ganas de reírme? ¿Me enamoraría de otra persona?

Sea como sea, al despertarme esta mañana no tuve la menor idea de que estaba cerca de perder todo rastro de amor que mantuve dentro de mi cuerpo. No estoy muy segura de si fue por la foto de perfil que acaba de poner con su nueva novia (la cual, es con la misma con la que me puso los cuernos) o por la rabia que me causó leer el mensaje de una de mis amigas:

"Los dos zorros acaban de preguntarme dónde estás. Dicen que ambos tienen pertenencias suyas en tu casa." 

Agarro la bandeja con el desayuno y me siento en la primera mesa que encuentro vacía, sin importarme que el grupo de chicas me miren mal. Agarro la magdalena pero soy incapaz de masticar sin sentirme furiosa. Antes de darme cuenta, me vibra el móvil que guardo en el bolsillo delantero del pantalón y tiro la pequeña magdalena de chocolate a la bandeja, llamando la atención de nuevo de las estudiantes de la mesa. 

- ¿Te ocurre algo?

Observo la manzana de la bandeja y me pregunto si podría lanzarla a los aires y golpear a mi corazón.

Una chica de pelo negro como el alma de mi ex novio me mira preocupada, casi asustada.

- No.

Ella no parece creerme, pero asiente y vuelve a retomar la conversación que tenía con sus amigas.

Saco el móvil del bolsillo antes de que vuelva a vibrar. Es un mensaje directo proveniente de twitter. Calum Hood.

Necesito tu nombre. 

Voy a reclamar a los del avión porque me prometieron que no compartiría asientos.Y obviamente no fue así.

No vas a meterte en problemas. Tan solo te nombraré como testigo de su falta de profesionalidad.

¿Cómo te llamas?

Ahora mismo no sé si reír o llorar. 

Me digo a mí misma que tengo que respirar si no quiero lanzar la manzana a la primera persona que vea. Me levanto de la mesa, coloco la bandeja llena de comida en la salida, llamando la atención de las chicas de la mesa en la que me encontraba al no haber comido nada, y salgo de ahí.

Es increíble que tenga tantos nervios encima a las 7 y media de la mañana. Ni siquiera puedo imaginarme cómo voy a sobrevivir a seis horas de clase rodeada de estudiantes escandalosos y sin preocupaciones amorosas. 

Echo a correr, dejando detrás el comedor de la residencia. Subo las escaleras sin tomar respiro y me encierro en mi habitación. Aquí, a pesar de ser tan pequeña, puedo sentirme protegida. No tengo que fingir ser alguien que no soy. Y ahora mismo soy una chica con ganas de patear la entrepierna de su ex novio, arrojar el par de vaqueros que tanto extraña a su antigua amiga e insultar a Calum Hood por ser tan tiquismiquis. 

¿Tan difícil es entregar tu corazón a un chico sin que te lo devuelva roto?

¿Tan complicado es regalar tus secretos a una amiga sin que te haga daño?

¿Tan irreal sería pedir una vida universitaria normal, sin tener que tratar con mi pasado?

Y por último, ¿tan malo fue compartir fila de asiento conmigo en el avión?

Me pongo en pie, lanzando los zapatos al aire. Me dejo caer sobre la cama y callo el grito que tanto necesito soltar contra la almohada, asegurándome que nadie piense que me están asesinando en mi habitación. De pequeña solían castigarme por gritar cada dos por tres, pero es sorprendente lo mucho que me alivia esta simple acción.

Saco el teléfono, busco el número de Álvaro y le mando un mensaje:

Si lo que quieres es que te devuelva tus calzoncillos, vete al vertedero del barrio. Búscalos entre la basura y hazme un favor: quédate ahí.

Antes de poder pensar, lo bloqueo para no leer jamás su respuesta.

Pienso en mandarle el mismo mensaje a su nueva novia, pero me niego a gastar saldo con esa traidora. No se merece ni mis mensajes, ni mis insultos. ¿Qué tiene en mi casa? ¿Acaso cree que voy a perder el sueño con sus estupideces?

Escucho la alarma de mi teléfono sonar. La puse anoche para evitar llegar tarde a las clases. Me pongo en pie, respirando tan hondo que tengo que toser, y cojo mis cosas. 

Antes de abandonar la habitación, releo el mensaje que escribí a Calum y se lo envío.

Te diré mi nombre cuando me expliques por qué los tíos sois tan idiotas.




¡He vuelto!

Espero que os guste, es el comienzo de una bonita historia.

Me he inspirado bastante, y tengo varias escenas desordenadas para esta historia.

Solo es labor vuestra que las escriba o no. 

¿Queréis que la continúe?

Aleave. 


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