23. Sesión de besos

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Llevo diez minutos en el baño de su habitación.

Me encuentro rara.

No sé si son ganas de vomitar o es algo psicológico, pero no puedo mantenerme con la cabeza clara. No paro de pensar en el abrazo que acaba de darme Calum y en el beso que me ha dado en la frente. 

Estoy confusa. 

Muy confusa.

- ¿Estás bien?- pregunta su voz al otro lado de la puerta.

- ¡Sí, sí, tranquilo!

Me siento sobre el váter y respiro hondo. Necesito aclarar mis sentimientos, pero es complicado en este lugar. No puedo dedicarme a meditar porque él está al otro lado de la puerta y puede que esté pensando que tengo diarrea o me estoy drogando en su baño.

Pero es que no puedo parar de pensar en todo lo que sentí en ese abrazo y su beso.

Estoy asustada. Al sentir sus labios sobre mi frente, exploté por dentro. Fue como si hubiese apretado un botón y volaran miles de sentimientos y emociones. Puede que sea ansiedad o simple cansancio. No lo sé. Me duele el estómago.

- ¿Quieres que vaya a comprar algo, Ama?

Ama.

Mierda.

Me acaba de llamar por un diminutivo.

- No, no, ya salgo.- respondo con la voz agitada.

Me levanto y me acerco al lavamanos, mojándome las mejillas para despertarme. Tengo las mejillas sonrojadas y la frente sudada. Rápidamente, aprovecho y me peino con la mano el cabello y enjuago mi boca. 

¿Por qué me estoy enjuagando la boca?

¿Qué narices está pasando por mi cabeza?

Respiro hondo, muy hondo, y salgo.

Calum está sentado en el suelo, leyendo una revista de adolescentes. Al verme salir del baño, sonríe y hace un gesto a su lado, indicando que me siente junto a él.

- Pensé que te había tragad el váter.- se ríe.

Sonrío incómoda y me siento sobre el suelo.

Está leyendo revistas de adolescentes, justo las páginas dedicadas a su grupo de música. Nunca pensé que un cantante espiara los artículos de su banda. Principalmente, porque no siempre son artículos positivos.

- ¿Qué estás haciendo?

- Comprobando que me siguen viendo como el más sexy de la banda.- contesta.

- ¿Qué?

Con una carcajada, cierra la revista y la tira contra la pared, asustándome.

- ¡Son bromas, Ama! Es que estás más blanca que la pared, quería despertarte.

Mi cabeza comienza a trabajar en cuestión de milésimas de segundos. Necesito una escusa perfecta para que no se preocupe por mí, pero que sea creíble.

Justo en ese instante, suena un timbre.

Calum, con el ceño fruncido, se levanta y corre hacia la ventana, observando el patio.

- Ahora vengo.

Asiento y lo veo desaparecer.

Tengo el corazón acelerado, las mejillas calientes y una sonrisa extraña. Hay decenas de pensamientos en mi cabeza, cada uno tratando de darme una respuesta al porqué de mis emociones. 

En un principio, pensé que me había alterado tanto con su beso y su abrazo porque hace muchísimo tiempo que no obtengo cariño. Mi madre siempre fue la encargada de llenarme de besos cuando estaba en casa, pero ahora no está a mi lado. Si no era mi madre, era Álvaro. Pero, claro, él ya no está ni en mi vida.

Suspiro y me acuesto sobre la alfombra, observando el silencio el techo.

No creo que esa respuesta sea la adecuada.

Tal vez, solo tal vez, me gustó mucho su cariño y por eso me emocioné.

No tiene que significar nada malo, simplemente agradecí ese gesto de cariño y protección. Tiene sentido. Puede que sea eso, que me resultó agradable. No pasa nada. También puede resultarme agradable un abrazo de un desconocido. No significa nada.

¿Verdad?

Cierro los ojos y visualizo la imagen de un desconocido dándome un abrazo y un beso en la frente. Casi sin poder evitarlo, arrugo la nariz y siento la incomodidad correr por mis venas. Está claro: no sentiría nada agradable con un gesto como el suyo de alguien desconocido.

- Bueno, Amanda.- murmuro, hablándome a mí misma.- No te preocupes, no te comas la cabeza, para de pensar en él.

En ese instante, escucho unos pasos y abro los ojos. Antes de poder percibir su figura, noto un peso sobre mi cuerpo y un calor por mis extremidades. Asustada, grito y doy una patada a lo primero que siento.

- ¡Cuidado!

Entre carcajadas, Calum acerca su cabeza a la mía. Está a menos de diez centímetros. Puedo sentir su aliento contra mi cara. Huelo su aliento, su piel y noto su calor.

- ¿Qué estas haciendo encima de mí?

Me gusta como se arruga su cara cuando ríe. Sus ojos se achinan muchísimo y casi los deja cerrados. 

- Lo siento.- comenta sin dejar de reír.- Me resbalé con la revista.

Se levanta y alarga la mano, ayudándome a ponerme en pie. Con su peculiar sonrisa, mira su mano mientras sigue sujetándome la mía. Sonrojándome, la aparto y finjo estar ocupada tocándome los pendientes.

- ¿Quién era?

- El chico de las pizzas.

- ¿Encargaste pizza?

- Claro, Amanda. ¿Crees que te invitaría a mi casa sin intención de comer?- me revuelve el cabello y sonríe por décima vez en el minuto.- ¿Vamos?

Trago saliva y me aparto, peinándome con la mano.

- ¿A dónde?

- A la cocina, ¿a dónde si no? ¿Quieres quedarte en la cama y tener una sesión de besos?- vuelve a reír.- Venga vamos, que se enfría.

Sale de la habitación.

Demonios.

¿Por qué narices se me ha acelerado tanto el corazón ante su propuesta de tener una sesión de besos y quedarme en su cama?

¿Qué me pasa?



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Con mucho amor,

Aleave


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