24. Me gustan tus pechos, Ama

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- ¿Más?

Niego con la cabeza y agarro el trozo de pizza.

En mi opinión, comer pizza me sale caro. No me gusta ni la mitad de los ingredientes que ponen, así que acabo tirando la mitad al plato y me como poca cosa. 

Nos sentamos en el sofá y enciende el televisor.

- ¿Qué quieres ver?

- Me da igual.

- ¿Te da igual?

Asiento y muerdo la pizza.

Está deliciosa, pero tengo muchas ganas de quitar los champiñones y las piñas. Sería mucho más deliciosa con jamón y queso, solo eso.

Calum suspira, mastica un trozo demasiado grande de comida  y se acuesta en el sofá, estirando sus piernas a centímetros de mis rodillas. Más le vale que no le huelan los calcetines. Es decir, no es que me importe, a todos los huele. Pero, no sé, sería muy poco romántico.

Espera.

¿Pero por qué tiene que ser romántico?

Es solo Calum.

Vuelvo a morder la comida, callando mis pensamientos.

- Es gracioso cuando veo programas que hablan de mí.- comenta pasando canales.- Una vez hablaron de que yo era el más sexy.

- ¿Tanto te gusta que digan que eres el más sexy?

- Para nada, pero quiero que me lo digas tú, es eso.

Se echa a reír y yo tengo que coger aire para no atragantarme.

Noto un champiñón bajando con suma lentitud por mi garganta, amenazándome con provocarme un ataque de tos aquí mismo. Tragando saliva, consigo salir del peligro y vuelvo a enfocarme en mi pizza. Me alegro de haber cogido un solo trozo, porque tengo las maños grasientas y apestando a piña.

Calum tira el mando a la alfombra y me mira mientras sigue masticando.

- ¿Y bien?- pregunta.

- ¿Qué?

- ¿Me vas a decir que soy sexy?

- ¿Acaso serás más feliz si te lo digo?

Con una sonrisa de niño pequeño, asiente. Tiene un trozo de piña entre las paletas.

- Calum, la vida no es tan sencilla.

- ¡Venga, Amanda, dímelo!

Niego y me concentro en el último trozo.

- Venga, venga, alimenta mi ego de hombre.

- Te diré que eres sexy cuando realmente lo crea.

Cierra su boca, callando el posible comentario que iba a decirme, y abre los ojos. Está asimilando lo que acabo de decirle y tarda varios segundos en recobrar la sonrisa y volver a comer. 

Pasamos los siguientes minutos en silencio observando el televisor. Es una película romántica de las que te hacen llorar como una magdalena. De no ser porque estoy tensa, estaría llorando.

- Pues, la verdad, yo creo que eres sexy.- susurra al rato.

Tengo que hacer grandes esfuerzos por no sonreír. Sintiendo las mejillas calientes, asiento y me hago la dura, aunque en el fondo esté feliz por su piropo.

- ¿Algo más?

- Me gustan tus pechos, Ama.

Aprieto mis manos contra el cojín, ocultando las ganas que tengo de lanzarle el cojín a la cara y pedirle que deje de avergonzarme de esta forma. En silencio, me escurro en el sofá hasta acabar casi acostada del todo y lo ignoro. 

Sin embargo, mis mejillas están demasiado rojas.

Él, con su sonrisa de siempre, me mira durante un rato.

- Y a ti te encantó mi nude, seguro.- se ríe.

- ¡Calum, cállate!

Vuelve a reírse como un niño pequeño.

- Vale, vale, lo siento.


Abro los ojos y me asusto porque no recuerdo dónde estoy. Tardo menos de dos segundos en reconocer el salón y la respiración del chico que duerme en el mismo sofá que yo. Con cuidado, me pongo de pie y miro la hora en mi móvil.

En menos de dos horas empieza el desayuno en la residencia.

De puntillas, bordeo el sofá y voy hacia la puerta de salida. Hace frío y es de noche, pero por suerte mi coche está aparcado delante de su casa y no tendré que preocuparme por salir sola. 

- Amanda.- escucho.

Me sobresalto al escuchar la voz de Calum, que se ha despertado. Bostezando, se sienta sobre el sofá y me sonríe.

Siempre me sonríe.

¿Sonreirá siempre a todo el mundo?

- ¿Te llevo yo?

- No, no te preocupes, tengo el coche aparcado aquí al lado.

- Vale.- murmura, bosteza y vuelve a sonreír.

Agarro el pomo de la puerta y miro a mis zapatos, incómoda ante su mirada.

- Me lo he pasado bien.- admito.- Gracias por la pizza.

- Gracias a ti por venir, hacía tiempo que no tenía compañía femenina que no fuesen familiares.

Con una sonrisa, asiento y abro la puerta.

- Ten cuidado, Ama.- susurra.- Mándame un mensaje cuando llegues a tu residencia para saber que llegaste bien.

- Claro.

Al salir, tengo que pararme durante dos minutos para contener la respiración.

Nadie, salvo mi madre, me ha pedido jamás que le avise cuando llegue a mi destino para asegurarse de que esté bien.

Ni siquiera Álvaro, que sé que me quería.

Wow

¿Por qué se preocupa él por mí?

Y, más importante: ¿por qué estoy tan emocionada?




¡AY, SOIS LO MEJORCITO! 17 VOTOS EN 24 HORAS, ¡ES UNA LOCURA! MUCHAS GRACIAS, DE VERDAD. GRACIAS POR LOS VOTOS Y COMENTARIOS.

Espero que os guste también este capítulo. 

Cuidaos mucho,

Aleave


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