Siento un picor en la nuca y escucho una risita. Abro los ojos y me encuentro con unos que se me hacen conocidos, surcados en ojeras.
- Estabas roncando.- me dice.
- Imposible.
Calum Hood ladea la cabeza, fingiendo indiferencia y se pone en pié, casi chocándose con el compartimento donde tengo guardada mi mochila. Se estira y bosteza, demostrando claramente que sus intentos por encontrar una postura cómoda no han surgido efecto.
- Yo nunca ronco.- insisto.- No te olvides de eso.
Él parece pasar por alto mi comentario y vuelve a bostezar, frotándose a su vez los ojos con las mangas de su sudadera.
- Señores.- un azafato llega a nuestros asientos.- Ya pueden levantarse.
El azafato, el cual fue el que me condujo hasta esta parte del avión hace unas horas, me sonríe y se aleja. Calum se pone de pié, se estira y de sus labios sale un sonido similar a un maullido. Justo cuando levanto la mochila de suelo y salgo al pasillo, él vuelve a bostezar y pasa por mi lado, sin despedirse. Le veo alejarse, aun incrédula ante estas horas a su lado. Apenas mostró su supuesto encanto y esto me enfada un poco.
Sonrío a una azafata y salgo. Al bajar las escaleras de metal me encuentro en un largo tubo lleno de personas que se dirigen al centro del aeropuerto. Entre esas personas, a poco metros, está el famoso que quiso dormir con todas sus fuerzas pero no pudo. Está parado, subiéndose la capucha de su cazadora.
- Adiós, chico famoso.- le murmuro cuando paso por su lado.
Levanta la vista de sus zapatos y asiente, a modo de despedida.
Una hora después salgo del taxi. Me duele el cuello y creo que durante el vuelo dormí fatalmente posicionada, porque siento un tirón con cada mínimo movimiento. Pago al simpático taxista y observo el lugar, abrazada a las dos maletas.
- ¿Mamá?
El hecho de que esté llamando a mi madre nada más entrar a la residencia me deprime. Se supone que mi misión ahí es pasar de todo y dejar de preocuparme por las personas tóxicas que deje atrás. Al menos, eso prometí a mi madre.
- ¿Ya llegaste?
Las ruedas de las maletas hacen un escándalo tremendo al chocar contra las escaleras. Pesan demasiado como para poder llevarlas a pulso, así que no me sorprendo al escuchar puertas abrirse tras mi paso.
Unos chicos salen de su habitación y me señalan, echándose a reír.
- Sí.- murmuro tratando de no llamar más la atención.- Estoy buscando mi habitación, para ser exactos.
Una vez en la planta de arriba ignoro a los estudiantes malhumorados de abajo y busco el número de habitación que mandaron por correo. Una habitación individual, con baño propio y vistas a la cancha.
- Te lo vas a pasar genial, ya verás.- dice mi madre, más emocionada que yo.
Le relato lo bien que sirvió el truco de las cucarachas y cuelgo cuando, al final del pasillo, encuentro la puerta que conduce a mi nuevo hogar. Al entrar y dejar las maletas junto a la puerta, no puedo evitar sentirme agobiada y encerrada en un espacio que no es el mío. Dejo las llaves en el bolsillo de la chaqueta y doy pocos pasos antes de acabar con el pasillo. No hay gran cosa: una habitación cuadrada, una cama sin sábanas, un escritorio frente a la ventana cerrada, dos estanterías vacías y sucias, una silla con pinta de chirriar y una puerta que conduce a un minúsculo baño.
Suspiro fuerte. Muy, muy fuerte.
Al final es verdad: tengo un hogar propio en la universidad.
2 meses antes
- He estado ahorrando.
Dejo de jugar con el mechón de pelo que quedó fuera del improvisado moño y le escucho.
Álvaro se sienta a los pies de mi hamaca, sin camisa y con unas gafas de sol que resaltan su redonda nariz. Tiene las mejillas sonrojadas a causa del calor y cuando me agarra de los tobillos y tira de mí, me percato de que sus manos están pegajosas.
- ¿No me digas?- bromeo, poniéndome en pie para, segundos después, colocarme sobre su regazo.
La piscina está a rebosar. Hay tantas personas bañándose, gritando, jugando o incluso cantando, que sé perfectamente que una pareja de adolescentes con hormonas pasará desapercibida.
Le retiro las gafas para mirarle mejor y soy incapaz de no sonreír cuando arruga la nariz.
- Pues sí.- me responde. Pasa las manos por mis tobillos, rodillas y muslos, y para el recorrido cuando roza mi trasero.- Tengo planes de futuro contigo.
Una señora se sienta en la hamaca libre de al lado nuestra. Intento moverme para quitarme de encima de Álvaro, por puro respeto, pero él me lo impide. Echa un vistazo a la señora y se acomoda hacia atrás, apoyándose en el espaldar de plástico blanco, conmigo aun encima suya. Una vez que ya se encuentra cómodo, sonríe a la señora y vuelve a poner sus manos en mi trasero.
- ¿Conmigo?
- Claro, cielo.
Dos niños saltan a la piscina bruscamente, levantando agua que cae sobre nosotros. En vez de enfadarnos, nos echamos a reír.
- Cuando entremos en la universidad, alquilaré un piso precioso para nosotros dos. Será nuestro hogar, lo prometo.
Paso mis manos por sus hombros, encontrando apoyo.
- ¿Tú y yo?
- Tú y yo.
La siguiente hora la ocupamos en la piscina,besándonos más de la cuenta, susurrando demasiadas tonterías, acariciándonos inapropiadamente, riéndonos cuando alguno de los dos contenía inútilmente el gemino.
Sus manos en mi cuerpo, las mías en el suyo.
Yo intentando ocultar mis pupilas dilatas; él, la tensión formada en la delantera de su bañador.
- Te quiero.- le dije diez veces en esa hora.
Espero que os guste.
Yo no suelo escribir temas de tono subido pero quiero madurar tanto personalmente, como aquí. Si siento que la relación entre la protagonista y Álvaro era demasiado sexual, tendré que describirlo de algún modo.
Esto no quiere decir que vaya a escribir todo relacionado con ellos dos de modo sexual, porque no.
Si a alguien le molesta, no dude en decírmelo.
Un besito.
Aleave
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Whatever
FanficAmanda tiene el corazón roto por su ex. Calum ha sido traicionado por su ex. Los dos odian el amor. Se niegan a volver a caer en las garras de Cupido.... ¿No?