Whatever

10. Comienza la venganza

Cinco meses antes

- ¿Por qué no me dejas tomar el sol en paz?

No parábamos de reír. Los turistas del apartamento nos miraron con cansancio durante un largo rato, antes de darse cuenta de no pararíamos de bromear como niños. Muchos de ellos se alejaron de la piscina cuando Álvaro se tiró dentro del agua, salpicándola por todas partes.

- ¿Quieres que te deje vivir en paz?- la sonrisa de él era preciosa.- Me echarías de menos y lo sabes.- sacó la lengua y se sumergió en el agua.

En ese momento pensé que era la persona más feliz del mundo. Verlo reír, saltar, nadar e incluso enfadarse conmigo me estaba causando una felicidad que nunca antes había experimentado. 

Cerré los ojos en la hamaca, permitiéndome coger algo de sol antes de los finales. Con un libro abierto de par en par sobre mi estómago, los rayos de sol me calentaron la cara al instante. La risa de él, sus pasos hacia mí y el descarado modo que tuve de tumbarse encima de mí, no me importaron para nada. Me llenó la cara de besos, dejándome las mejillas con sus babas.

- Quita.- intenté apartarme de él pero fue inútil.- Déjame tomar sol.

Él se rió contra mi cuello y comenzó a dejar húmedos besos ahí, distrayéndome al instante. Con sus manos en mi cintura consiguió hacerme olvidar nuestro alrededor y lo inapropiado que era hacer eso en una piscina pública.

- Para.- me costó sonar convincente, tenía demasiadas ganas de que siguiera.- Hay gente por aquí.

Él suspiró y paró, levantando la cabeza para que pudiese verle la mueca de niño pequeño que estaba poniendo.

- Cuando me case contigo podré ser un pervertido siempre, ¿verdad?

- Eso espero.

Después de aquello me dejó tomar sol tranquila.

Actualidad 

Mi vecina me está mirando demasiado. Por un momento creo que no me está mirando a mí, sino que se ha quedado inmersa en sus pensamientos. Cuando levanta la mano y me indica que el sitio de su izquierda está libre, entiendo que me estaba buscando con la mirada.

- ¿Cómo te encuentras?

Sonrío incómoda ante tanta mirada por parte de sus amigos. Uno de ellos, con el cual tengo anatomía humana, me saluda con la boca llena de cereales.

- Bien.- apartó la silla y me siento, deseando desayunar.

- ¿En serio no se parece?- mi vecina está ahora preguntándole a una chica con el pelo verde. Ahora que me fijo tiene el mismo tono de cabello que ella.- ¡Está claro que es ella!

Pronto comienzan una discusión de la que no quiero formar parte. Sus amigos se ríen de ellas, interrumpen para comentar sobre el tema y, en momentos puntuales, se quedan callados, mirándome. 

Es agradable desayunar en el comedor de la residencia en una mesa compartida, la verdad. Mi idea no era desayunar junto a la vecina que comenzó a cantar hoy a las cuatro de la mañana, pero no me quejo.