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- LA ADICCIÓN -

No iba a mentir, mi pene se endureció cuando salí de mi habitación y vi la puerta de Kira.

Sí, una puerta me estaba excitando. La puerta, y lo que había visto detrás de ella anoche. Y no quiero sonar como un idiota cliché, pero en serio, ninguna mujer había hecho nunca que me sintiera de esa manera antes.

Era un hecho.

Había dividido y vencido. Aparte de la emoción de perseguir a una mujer y que me encantará la sensación de penetrarla como la mierda hasta los sesos, no dejaba florecer ningún otro sentimiento. Nunca.

Me podrían llamar el típico producto de padres indiferentes. Después de ver a mis padres moverse a través de numerosas relaciones y matrimonios como si fuera un juego de niños, había adoptado más o menos la misma filosofía.

El amor era para los tontos. Los tontos se enamoraban. No iba a ser un tonto o un amante. Tenía lo que quería cuando lo necesitaba. Esa había sido mi filosofía al crecer, y no iba a cambiar ahora solo porque una chica de pueblo había logrado marcar todas las casillas.

Kira Walsh era preciosa, pero no era más que otra mujer.

Mi teléfono sonó de camino a la planta baja. Era un mensaje de mi
madre.Llámame. Quiero explicarte. Ignoré el mensaje, dejando que mis pensamientos volvieran a Kira.

Estaba bastante seguro de que estaba aterrorizada de mí y pensaba que era un pervertido. Si quería llegar a alguna parte con ella, entonces ese no era el camino para empezar.

Probablemente no sería un buen comienzo ahora teniendo en cuenta que lo más seguro es que ya les hubiera contado a sus padres lo que había sucedido. Sin embargo, cuando bajé las escaleras a la cocina, todos los Walsh actuaron como si no supieran nada de lo que había ocurrido entre Kira y yo anoche.

—Buenos días, Harry — dijo Theresa con una sonrisa brillante mientras irrumpía en la cocina— Tengo más comida cocinándose. Toma asiento.

—Buenos días —respondí, mirándola con asombro.

La mujer estaba en llamas. Haciendo malabares con tres ollas en la estufa; una con tocino, dos con huevos revueltos y otra con huevos estrellados. La máquina de café zumbaba en el fondo, llenando la cocina con ese olor a tierra que me encantaba.

No estaba acostumbrado a que mi madre cocinara para mí. Estaba
bastante seguro de que la mujer no había movido un dedo en su vida.

Chefs personales, criadas, choferes... era el tipo de vida que vivía.

¿Por qué hacerlo tú cuando puedes pagar a alguien para que lo haga por ti?  Siempre decía eso, como si estuviera otorgando un gran núcleo de conocimientos sobre mí.

Cuando Kira me vio, sus orejas se volvieron de color rosa. Ladeó la
cabeza hacia su padre para no tener que hacer contacto visual conmigo, y
caí en la cuenta de que no les había dicho nada.

Interesante.

Estaba sentada en la mesa de la cocina con Finn y Joe, que parecían estar en un acalorado debate acerca de algo. Joe tenía la cara de color rojo, mientras Finn parecía que estaba tratando de contenerse. Sus platos de huevos y tocino estaban a medio comer, mientras dirigían con energía
su conversación.

Deportes. Esas eran las caras universales que la gente ponía cuando alguien no estaba de acuerdo con lo ellos decían. No me importaban mucho los deportes, pero los seguía lo suficiente como para mantener una conversación.

Twisted Minds |HS| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora